martes, 28 de agosto de 2007

Doña Mencía en la antesala de 1898 (III)



A cambiar el nombre de las calles
El Ayuntamiento de la época (1893-1897), como será demasiado frecuente en etapas posteriores y al socaire de los distintos cambios políticos, decide llevar a efecto una medida que nos concierne todavía. Así, y con fecha de 5 de noviembre de 1895, el Sr. Presidente de la Corporación municipal afirma que nada tan noble para un pueblo culto y civilizado como la manifestación constante de admiración, cariño y respeto hacia aquellos varones ilustres que por sus grandes méritos y elevados talentos fueron y son honra de las patrias en que vivieron y del pueblo que los vio nacer; por lo que inspirado en este sentimiento y deseando que esta población tribute un cariñoso y eterno recuerdo no sólo a su preclaros hijos sino a todos aquellos que por sus relevantes dotes se han hecho acreedores a tan merecida distinción; proponía que sus nombres figuren en la rotulación de calles y plazas, sustituyendo los que nada conmemoran… Demasiada grandilocuencia, es verdad, pero cuando haya que animar a los pobres soldaditos que iban derechos a una carnicería segura se exagerará aún más.

Y se cambia el nombre de muchas calles del pueblo –algunos de ellos todavía permanecen-. Veamos: la calle Barranco es ahora la calle Prim; la de Sacramento será Obispo Cubero; la Vuelta de Sacramento tomará el nombre del político egabrense Sánchez Guerra y la del Pilar de Arriba se llamará Martínez Campos por el general del golpe de Sagunto de 1874; la del Pósito cambiará por Juan Valera –poco después reciben por vía férrea los dos letreros lujosamente hechos en mármol para la misma, los cuales han sido generosamente regalados a este Municipio por el Excmo. Sr. Marqués de Cabra y que se conservan en el Museo Local; la calle Nueva se llamará calle Baena y la de Arriba, Alfonso XIII –cuántas vueltas se ha dado con el nombre de esta calle, pues más tarde, ya en el período franquista, se llamará José Antonio Primo de Rivera y ahora está dedicada al gran poeta Antonio Machado, aunque la gente del pueblo la sigue llamando por su nombre original; la del Reñidero tomará el nombre del patrón del pueblo San Pedro Mártir –cuya fiesta y refresco seguía financiando el Ayuntamiento- y el de la calle de la Tienda será sustituido por el nombre actual de Cervantes, así como el de la calle Lagartos que se cambiará por el del gran descubridor Cristóbal Colón.

Interpretando los sentimientos bélicos del vecindario…
Pero pocos imaginaban el desastre que se avecinaba y el sorteo de las quintas seguía aterrorizando a la población. En 1893 son llamadas las tropas reservistas para luchar contra la sublevación de Melilla y el señor Alcalde decide que en vista de la conducta patriótica seguida en casi todos los pueblos de la nación con los reservistas llamados a sus cuerpos para formar parte del ejército de operaciones en África, había dispuesto que en vez de los cincuenta céntimos de socorro que debía de dárseles con arreglo a las disposiciones vigentes, se les socorriera con cinco pesetas a cada uno interpretando así los sentimientos bélicos de este vecindario a favor de aquellos que en justa defensa de su patria son separados de sus familias proponiendo a la vez que para aliviar la situación aflictiva en que quedan gran parte de las mujeres e hijos de los reservistas casados se formase una comisión en el seno de este Ayuntamiento que en unión del Sr. Cura Párroco de esta villa y personas de significada probidad y sentimientos filantrópicos se hiciera una cuestación al indicado objeto. Así se entendía la solidaridad en aquellos tiempos. Mucha más necesitaron los que marcharon a Cuba en septiembre de 1897, a los que también se les socorre para el viaje, pues el Estado no les había abonado gasto alguno a pesar de prestarse gustosos (sic) a derramar sangre en defensa de la patria en lejanos terrenos y de mortífero clima. La verdad que, en esto último, en lo del mortífero clima, no le faltaba razón al señor Alcalde, pues a lo largo de los tres años de guerra en Cuba y Filipinas, de los 200.000 soldados que embarcaron, 59.000 murieron por enfermedad y sólo 40.000 por acción de guerra.

Las actas capitulares de la época están llenas de referencias a arrendamientos de impuestos y la cobranza de los mismos, pero una gran parte de las actas de reunión están dedicadas a los quintos. El 14 de febrero de 1897, y bajo la presidencia de don Calixto Vargas, se llevó a cabo el sorteo en el que se incluían mozos que iban, en su mayoría, a ser carne de cañón en defensa de las colonias ultramarinas. En el Salón de Plenos se situaron dos globos, uno contenía los nombres de los mozos y otro el de los números. Dos niños menores de diez años –la inocencia que no falte- extraían las bolas fatídicas y curiosamente Francisco Córdoba Gómez, del reemplazo de 1896 y que tenía el número 17 de alistamiento, es el primer nombre en salir y además le correspondería el número 1. Mala suerte, como la de la mayoría de los pobres mozos que no tenían influencias y muchas de cuyas familias se arruinaban por redimir al hijo. Y eso que se guardaban las formas de un sistema que era totalmente injusto y que reflejaba a las claras la desigual situación de la sociedad española. Así, y para el sorteo que hemos comentado, el médico titular de Doña Mencía, don José Jiménez Ortega así como el regidor Síndico don Domingo Barba Muñoz pidieron no intervenir en la clasificación y declaración de los soldados por estar ligados con algunos mozos por lazos de parentesco.


La lucidez de don Juan Valera
En 1895 empieza don Juan Valera a redactar Juanita la Larga, una de las mejores del escritor y además ambientada en nuestro pueblo, Villalegre. Una novela de costumbres donde se cuentan los amores de un hombre, cada vez más viejo, hacia una joven resuelta. Pero Valera, que veía acercarse su final –moriría en 1905- al mismo tiempo que hablaba con pesimismo de lo que estaba aconteciendo en Cuba, cuya rebelión había intentado impedir desde su destino diplomático en Washington, por otro lado lanzaba el año siguiente, en un artículo titulado Los Estados Unidos contra España, un mensaje de esperanza respecto al futuro del país: “¿Quién sabe si el sacudimiento terrible que tendrá que producir esta guerra no será una crisis saludable que nos levante de la postración en que estamos y nos coloque de nuevo entre las grandes naciones del mundo? Unidos a todos en un esfuerzo común, olvidaremos nuestras divisiones de partidos, nuestras rencillas políticas y nuestros desventurados regionalismos. No seremos republicanos ni carlistas; canovistas ni sagastinos; pero seremos ministeriales todos, y no nos jactaremos de ser aragoneses, catalanes, castellanos o vascos, porque todos seremos españoles”. Así, cien años después, Valera aparece no sólo como un gran escritor sino como un lúcido hombre y con una gran visión de futuro. Valga este homenaje al gran escritor al final de este breve trabajo sobre la Doña Mencía de hace 100 años.

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