miércoles, 19 de septiembre de 2007

Breve historia negra de Doña Mencía I

La epidemia de 1680 y la fiesta de Jesús

A finales de los 90 y con motivo de las obras que se llevaron a cabo en el solar de las antiguas bodegas Lama, se descubrieron más de 50 cadáveres al comienzo de la calle San Sebastián. Ya antes, a mediados de los 50, aparecieron algunos restos humanos en esta zona a raíz de unas obras de ampliación que se realizaron en la bodega. Según algunas fuentes, los restos fueron apilados y apartados a otra zona del solar. Los restos aparecían apilados y todo hace pensar que allí pudo haber una fosa común. Todo apunta a que tales restos corresponden a los carneros -así está expresado en las actas capitulares- que se abrieron con motivo del contagio que afectó a nuestro pueblo en el verano de 1680, y que, debido al poder curativo que demostrará la imagen de Jesús Nazareno, según nos cuenta el padre Cantero, dio origen a la fiesta de Jesús.


1680, 1786, 1834 y 1855: los peores años de la historia de Doña Mencía

Pero, aprovechando este suceso, vamos a trazar unas breves líneas sobre las mortandades catastróficas que han afectado a Doña Mencía y sobre las medidas que se ponían en marcha para evitar los trágicos efectos de una epidemia. Cuatro han sido los años negros en la historia de Doña Mencía, desde el punto de vista demográfico. De las epidemias que asolaron nuestro país en el siglo XVII, sólo una nos afectó gravemente y esta fue la peste de 1680, que ya hemos citado. Más de cien años más tarde, en 1786, otra vez la población menciana se verá afectada por una epidemia de fiebres tercianas y en el siglo XIX se producirán las mortandades más terribles: las epidemias de cólera de 1834 y 1855, las peores de todas y de más triste recuerdo.


Hasta comienzos del siglo XIX la mayor parte de los cementerios estaban en el interior de los núcleos urbanos, junto a los centros religiosos, como ocurría en nuestro pueblo, y así en la explanada de la antigua Iglesia, el popular paseo de la Iglesia, con motivo de la instalación de la red de agua -a comienzos de los años 50- se exhumaron abundantes cadáveres. También a comienzos de los 80 aparecieron en esta zona restos de unos 15 cadáveres, así como un pequeño depósito, hecho a base de piedra, que contenía pequeños crucifijos de cerámica. Será después del contagio de 1834 cuando se construya el cementerio cerca de la ermita de Santa Catalina, donde está situado en la actualidad, aunque con motivo de la terrible mortandad de 1855, debió ser reformado y ampliado.


Las epidemias del siglo XVII

El siglo XVII está marcado, en la que a la población se refiere, por la difusión de continuas oleadas epidémicas que en distintos momentos - 1637, 1647, 1649, 1651, 1678, 1680, entre otros- causaban estragos en la población. Es cierto que las mortandades se extendían con mayor rapidez en los momentos de escasez y hambre, cuando una parte de la sociedad se encontraba sin defensas para hacer frente a los brotes epidémicos. Pero también es verdad que las condiciones de vida y la atención médica dejaban bastante que desear.

A través de la documentación que se conserva en los dos archivos de Doña Mencía, el de la Iglesia y el Municipal, podemos conocer mejor la historia de la demografía menciana y los momentos de mayor tensión y tragedia.

Los libros de entierros comienzan en 1639 -no así los de bautismos que lo hacen en 1529- y las primeras muertes producidas por contagio -así se expresa en los libros de entierros- que hemos encontrado corresponden a 1680, aunque la amenaza de la peste había rondado al pueblo en años anteriores como veremos seguidamente.

Los contagios de 1637 y 1649

En la primavera de 1637, según consta en tres actas de este año, las autoridades municipales, para evitar el contagio procedente de Málaga y Antequera, deciden tapiar y cercar el pueblo estableciendo controles y guardas en las puertas de acceso al pueblo que eran las de la calle Granada y de la Plaza.[1] Doce años más tarde, en la primavera de 1649, también el Cabildo se ve obligado a tomar medidas similares a las de 1637. Pero en este caso, la información es más explícita y se afirma que el control de acceso al pueblo debe hacerse en la puerta principal -¿la de Granada?- por donde salen y entra la gente y se reciban los testimonios. Además, se indica que cuatro hombres vecinos de la villa todas las noches ronden con sus armas de fuego y por de fuera del lugar dando vueltas por él dos por una parte y otros por otra de forma que en llegándose a juntar se vuelvan a dividir en la forma referida.[2]

Medidas para evitar la peste de 1651

No se conservan referencias a ningún contagio en las actas capitulares del contagio de 1651, pero sí disponemos de un amplio documento en el que se expresan con detalle las medidas que puso en marcha el Cabildo para prevenir y atajar semejante daño y preservar esta villa mediante la voluntad nuestro señor. [3] En esta ocasión se fijan dos puertas de acceso al pueblo: la del Convento, donde se establece el punto de control principal para los que trataban de entrar en Doña Mencía, y otra, que no llega a citarse -se apunta que la que más conviniere-, pero que sería, con casi absoluta seguridad, la de la calle Granada.

Además, se acuerda, como ya se hizo en anteriores ocasiones, tapiar el pueblo y levantar bardillas en todo el contorno, con las dificultades que ello suponía en nuestro pueblo. De hecho, fue bastante frecuente denunciar el mal estado de las tapias y los numerosos huecos y boquetes existentes. No debe admitirse, se ordenó, a ningún forastero, aunque traiga testimonio, y debe ser examinado en la puerta del Convento, y a los mencianos que necesiten salir al campo para trabajar, debe entregárseles una cédula para su control, lo que también afecta a los arrieros del pueblo.

Los guardas no podían ausentarse de su puesto, ni siquiera un cuarto de hora, y el encargado del cierre, que debe hacerse a la diez de la noche, entregará la llave al alcalde, para que éste la pase al encargado del día siguiente. También, se acuerda sacar el ganado -sobre todo el de cerda- del casco urbano y que las calles del pueblo se barran, se rieguen ... y se quite de ellas todas las inmundicias que hubiera, de forma que no cause malos olores... Todas estas medidas se pregonaron en la plaza del Llanete, y Doña Mencía, por ahora, se vio libre del contagio, lo que no ocurrirá, desgraciadamente, en el próximo azote de 1680.



[1] Leg. R- Actas Capitulares de 1637.

[2] Leg. R- Actas Capitulares de 1649.

[3] Leg. R-5826. Medidas para evitar el contagio de 1651.

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