
La epidemia de 1680 y la fiesta de Jesús
A finales de los 90 y con motivo de las obras que se llevaron a cabo en el solar de las antiguas bodegas Lama, se descubrieron más de 50 cadáveres al comienzo de la calle San Sebastián. Ya antes, a mediados de los 50, aparecieron algunos restos humanos en esta zona a raíz de unas obras de ampliación que se realizaron en la bodega. Según algunas fuentes, los restos fueron apilados y apartados a otra zona del solar. Los restos aparecían apilados y todo hace pensar que allí pudo haber una fosa común. Todo apunta a que tales restos corresponden a los carneros -así está expresado en las actas capitulares- que se abrieron con motivo del contagio que afectó a nuestro pueblo en el verano de 1680, y que, debido al poder curativo que demostrará la imagen de Jesús Nazareno, según nos cuenta el padre Cantero, dio origen a la fiesta de Jesús.
Pero, aprovechando este suceso, vamos a trazar unas breves líneas sobre las mortandades catastróficas que han afectado a Doña Mencía y sobre las medidas que se ponían en marcha para evitar los trágicos efectos de una epidemia. Cuatro han sido los años negros en la historia de Doña Mencía, desde el punto de vista demográfico. De las epidemias que asolaron nuestro país en el siglo XVII, sólo una nos afectó gravemente y esta fue la peste de 1680, que ya hemos citado. Más de cien años más tarde, en 1786, otra vez la población menciana se verá afectada por una epidemia de fiebres tercianas y en el siglo XIX se producirán las mortandades más terribles: las epidemias de cólera de 1834 y 1855, las peores de todas y de más triste recuerdo.
Hasta comienzos del siglo XIX la mayor parte de los cementerios estaban en el interior de los núcleos urbanos, junto a los centros religiosos, como ocurría en nuestro pueblo, y así en la explanada de la antigua Iglesia, el popular paseo de
Las epidemias del siglo XVII
El siglo XVII está marcado, en la que a la población se refiere, por la difusión de continuas oleadas epidémicas que en distintos momentos - 1637, 1647, 1649, 1651, 1678, 1680, entre otros- causaban estragos en la población. Es cierto que las mortandades se extendían con mayor rapidez en los momentos de escasez y hambre, cuando una parte de la sociedad se encontraba sin defensas para hacer frente a los brotes epidémicos. Pero también es verdad que las condiciones de vida y la atención médica dejaban bastante que desear.
A través de la documentación que se conserva en los dos archivos de Doña Mencía, el de
Los libros de entierros comienzan en 1639 -no así los de bautismos que lo hacen en 1529- y las primeras muertes producidas por contagio -así se expresa en los libros de entierros- que hemos encontrado corresponden a 1680, aunque la amenaza de la peste había rondado al pueblo en años anteriores como veremos seguidamente.
Los contagios de 1637 y 1649
En la primavera de 1637, según consta en tres actas de este año, las autoridades municipales, para evitar el contagio procedente de Málaga y Antequera, deciden tapiar y cercar el pueblo estableciendo controles y guardas en las puertas de acceso al pueblo que eran las de la calle Granada y de
Medidas para evitar la peste de 1651
No se conservan referencias a ningún contagio en las actas capitulares del contagio de 1651, pero sí disponemos de un amplio documento en el que se expresan con detalle las medidas que puso en marcha el Cabildo para prevenir y atajar semejante daño y preservar esta villa mediante la voluntad nuestro señor. [3] En esta ocasión se fijan dos puertas de acceso al pueblo: la del Convento, donde se establece el punto de control principal para los que trataban de entrar en Doña Mencía, y otra, que no llega a citarse -se apunta que la que más conviniere-, pero que sería, con casi absoluta seguridad, la de la calle Granada.
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