jueves, 14 de abril de 2011

A DON ALEJANDRO, MAESTRO DE LA II REPÚBLICA Y A DON MANUEL, ALCALDE REPUBLICANO


El magisterio español. 19 de diciembre de 1939.


Don Alejandro no había nacido en Andalucía pero, como muchos de su época acabó de maestro en un escondido pueblo del sur de la provincia de Córdoba, bastante revoltoso políticamente. Allí impartía clase en horario de noche a los jornaleros que no podían asistir por la mañana, y también acudían no pocas mujeres que querían, por lo menos, aprender a leer y escribir. Los intentos de las numerosas asociaciones políticas, que desde principios del siglo XX se habían constituido en el pueblo, para, entre otras fines, acabar con el analfabetismo habían sido vanos. Y eso que todas ellas lo incluían entre el articulado de sus reglamentos. Así
El progreso agrícola (1901), pretendía elevar el nivel intelectual del obrero dignificándole por medio de la instrucción empleando los medios colectivos en buenas publicaciones, estableciendo lecturas públicas y clases nocturnas con profesorado competente y conferencias dadas por los mismos obreros desarrollando en ellas los conocimientos más o menos extensos que la practica y el estudio le hayan enseñado en su vida de agricultor”; o el Casino Republicano (1903) que impulsaría “la instrucción de las clases populares por medio de conferencias, lecturas o cualquiera otro medio de enseñanza de que pueda disponer la sociedad”; o la Unión Obrera (1905) que, cuando sus medios económicos se lo permitieran, “establecerá clases de instrucción primaria que estará basada en el principio de libertad de conciencia”; o Juventud Obrera Republicana, 1911, que en lo relativo a la enseñanza, también el presidente “invitará a personas competentes a que desempeñen alguna cátedra y cuando el estado económico de la sociedad lo permita, se establecerán cátedras retribuidas..., todos los socios pueden pronunciar conferencias y presentar memorias” y “la sociedad podrá organizar veladas fiestas o reuniones políticas, científicas o literarias” y en lo que se refiere a la biblioteca “todos los meses se destinará... una cantidad tan crecida como sea posible para la adquisición de libros y un gabinete científico” y ésta “estará permanentemente abierta a los socios”; o la Agrupación Socialista de 1912 y, mucho tiempo después, el Centro Obrero de Oficios Varios, en octubre de 1930, recupera, y en casi los mismos términos, las propuestas de su antecesora, la Unión Obrera de 1905, y dedica un capítulo entero de su reglamento a la Instrucción, indicando en un primer apartado que “se procederá a la celebración de conferencias científicas, artísticas o de otro género invitando a los individuos que se crean competentes”.

El secretario del Centro Obrero de Oficios Varios sería elegido alcalde en mayo de 1931 y en su corto mandato, ya que sería destituido a raíz de una manifestación celebrada el 6 de septiembre en que se produjeron enfrentamientos con la guardia civil siendo acusado el alcalde de promover el tumulto, impulsaría la creación de nuevas escuelas para el pueblo, “tantas como demande el censo escolar”, según se recoge en el acta del 15 de junio de 1931. En la sesión del 8 de julio de 1931 se da lectura al Informe presentado por la Junta Local de Primera Enseñanza por la que se acuerda “con urgencia solicitar dos escuelas de niños y dos de niñas para esta villa que con las ya existentes forman dos graduadas de cuatro grados cada una, más el desdoble de las dos de niñas ya existentes”. De hecho, aquel alcalde de la II República no hizo otra cosa que recoger las demandas de sus vecinos. Así, en la manifestación que motivo del 1 de mayo se celebró por las calles del pueblo, se elaboró un manifiesto encabezado por estas dos peticiones: primera, “creación de escuelas que aumenten las existentes y dotación de material gratuito” y segunda, “abolición de la enseñanza religiosa con carácter obligatorio en la escuela y que las escuelas sean higiénicas”. La tercera petición estaba relacionada con la creación de una “caja para atender el paro forzoso” y en la cuarta se solicitaba “que se costee el ataúd para todos los difuntos pobres”. El gobierno de la República atendió la petición de creación de nuevas escuelas en el pueblo –se proyectaría la creación de cerca de 30.000 escuelasen todo el país- y a fines del mismo mes reciben una comunicación de la Inspección Provincial de enseñanza de Córdoba por la que se propone se acepte “un plan consistente en crear sucesivamente las escuelas pedidas ofreciendo incluir en plan urgente la creación de una escuela de niñas y otra de niños más el desdoble de la de niñas y párvulos existentes”. Pero aquel gobierno no sólo impulsó la creación de nuevas escuelas sino que trató de mejorar también la preparación de aquellos maestros al mismo tiempo que se les subía el sueldo.

Peticiones obreras elevadas al alcalde de Doña Mencía tras la manifestación del 1 de mayo de 1931.

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía.

Pero aquel enorme esfuerzo quedó truncado con el estallido terrible de la guerra civil. Aquel alcalde republicano de un pequeño pueblo cordobés y don Alejandro figuran figuran en el listado, enviado el 17 de septiembre a Queipo de Llano, de los casi cien vecinos cabezas de familia que huyeron del pueblo en el verano de 1936. Sus nombres también figuran entre los 16 “individuos que constituían el comité marxista de esta localidad”. Don Alejandro, nos contaban algunos de los supervivientes y exalumnos suyos, volvió al pueblo al final de la guerra y nos sabemos muchos de sus avatares posteriores. Se conserva el documento en el que, con fecha del 19 de diciembre de 1939, junto a un grupo numeroso de maestros cordobeses, es “separado definitivamente del servicio causando baja en el escalafón”. El 24 de julio de 1980 su viuda, Celia Gil, pedía al ayuntamiento del pueblo, donde ejerció su marido, documentación que acreditase la estancia de don Alejandro en aquel lugar cordobés. El alcalde republicano no regresó nunca más a su pueblo. Tras pasar los años de la guerra en Valencia, sería encarcelado en varias prisiones, entre ellas en la de Burgos, para morir, según algunos testimonios, muy pobremente en Barcelona.


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