La filoxera y los motines sociales
No eran buenos tiempos y los graves problemas podían hacer que el frágil equilibrio se rompiera con relativa facilidad. Habían pasado los buenos años del viñedo y la filoxera hacia estragos en las vides mencianas –que formaban la principal riqueza de este reducido término municipal-. Por ello, la clase jornalera de esta población, así como la industria y el comercio y en general casi todas las clases, salvo excepciones, se encontraban en estado precario y la sequía de 1894 complicaba las cosas aún más. Por ello se decide emplear 250 pesetas en el arreglo de los caminos vecinales y solicitar a la Diputación que condone parte del importe que se adeuda. Pero los motines estallaban, sobre todo en una sociedad demasiado fragmentada y con un sistema fiscal tan injusto en el que el fraude era la norma entre los poderosos que controlaban la vida municipal de los pequeños pueblos como el nuestro. Así e inesperadamente, cuando el alcalde de la localidad se encontraba fuera del pueblo, en la noche del 12 de septiembre de 1893, un grupo compuesto en su mayor parte de muchachos y un corto número de hombres del pueblo se concentró frente a la Posada donde se alojaba el agente ejecutivo de las Cédulas personales, al que acompañaba su hijo, y empezó a prorrumpir en gritos e improperios contra el mencionado agente, lo que en un primer momento fue acallado por la Guardia Civil con frases de persuasión y amonestaciones públicas. Pero la cosa no paró ahí, y poco después fue a mayores. Así, el grupo se hizo más numeroso y empezaron a arrojar piedras sobre la puerta y ventanas del edificio en donde lograron penetrar, arrebatando al Agente la documentación que para el desempeño de su cargo conservaba en su poder, lo que arrojada por el balcón fue rota y quemada por los alborotadores de la calle. El Agente no sufrió ningún daño, contra él no había ningún tipo de enemistad, pero las 800 pesetas que había recaudado desaparecieron y la Guardia Civil sólo pudo recuperar 30. La algarada continuó en la noche del día siguiente cuando un grupo de mencianos se concentró en las puertas del Ayuntamiento pidiendo la libertad de los detenidos.
Un pañuelo de Manila y unos pendientes de oro
Las aguas volvían a sus cauces y la nodriza doña Felipa Gómez recibe la suma de cincuenta y ocho pesetas y treinta céntimos para la lactancia del expósito Antonio Barba Luna, correspondientes a las nóminas de marzo y junio. También se concede un socorro de diez pesetas a María Josefa Jiménez Luna con el fin de poder atender los gastos de conducción a los baños de mar que los facultativos de esta villa han prescrito para su hija enferma. Sigue sin aparecer, con fecha 28 de noviembre de 1895, el agraciado con un pañuelo de Manila y un par de pendientes de oro que se rifaron hace tres años y visto lo cual se decide sortearlos de nuevo dedicando su importe a repartir pan entre los pobres de la localidad, descontados los gastos, por supuesto. Y el Ayuntamiento tampoco se olvida de los buenos escolares y se compran puntualmente los premios para los exámenes semestrales. El reloj público se encuentra desde algún tiempo inutilizado y a mediados de febrero de 1894 es extraído un cadáver del pozo denominado Martinete. Además, muchos comerciantes y tenderos eran reacios a utilizar el nuevo sistema métrico decimal y el Ayuntamiento los amenaza con una multa cuantiosa si siguen utilizando el sistema antiguo.
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