Algunas historias sobre los Alcalá y los Valera en Doña Mencía
Como apuntamos más arriba, en la segunda mitad del siglo XVIII, el cargo de alguacil mayor casi siempre estuvo en manos de un miembro de la familia Valera y por ello, expuesto no sólo a las críticas verbales a su condición de alguacil o a la familia que pertenecía, sino que en ocasiones fue agredido por alguno de los encausados en algún proceso judicial. También hay noticias en los numerosos sumarios criminales que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía sobre algún miembro de la familia Galiano. Así, en la mañana del 21 de julio de 1760,1 en la calle Arriba de Doña Mencía se lió una trifulca entre Francisco Muñoz, sargento del regimiento de milicias de Bujalance, y el cochero de don Juan Joseph Roldán Galiano por un asunto de perros –al parecer uno de ellos lanzó una pedrada al perro del otro- y en la refriega verbal se dijeron de todo. Pero, según se deja a entender en el proceso, el motivo de la disputa venía por las rencillas y envidias que existían entre la familia Muñoz y la familia Roldán Galiano, pues un miembro de la primera había dicho de Juan Joseph Roldán Galiano que era “un mierda a pesar de que tuviera hechas siete pares de pruebas”. Como vemos, la condición nobiliaria y los privilegios que ella conllevaba eran criticados en numerosas ocasiones. También la familia Valera sufrirá duras acusaciones, como veremos más abajo.
Pero en 1763, don Juan Miguel Valera, alguacil mayor de la villa no recibirá sólo acusaciones verbales sino algo más duro. Así, y cuando a eso de las tres de la tarde del 2 de enero de 1763,2 y mientras se pregonaban en la plaza del Pradillo –este mismo nombre lo utiliza el escritor cuando en una de sus cartas nos describe la feria de Jesús Nazareno del año 1872- los impuestos de tabernas, “el de carnicerías y el de cientos del viento”, apareció Félix de Vera diciendo “que lo que se estaba pregonando eran embustes como los del año pasado”. Fue replicado por el alguacil, don Juan Miguel Valera, pero los ataques de Félix no arreciaron llamando embustero a éste y a todos los capitulares que formaban la corporación. Y cuando va a ser prendido por la autoridad, Félix de Vera sacó una navaja y le tiró dos veces con ella resistiéndose con mucha furia.
Cuatro años después3 otro miembro de la familia Valera, don Juan Thomas Valera, también alguacil mayor, cuando, acompañado de uno de sus ministros, se disponía a cobrar las rentas municipales y, debido a que le movió el vientre a orinar, sorprende a un hortelano de Cabra, alias Corrales, en el patio de de una casa de la calle Abajo con una vecina de estado honesto. Don Juan Thomas Valera estaba de ronda por las calles del pueblo en la mañana del 1 de septiembre de 1767 auxiliando al depositario, Gerónimo de Corpas, en la cobranza de los reales efectos, cuando llegó a la casa de Francisco de Tienda, Corrales, en la calle Abajo -actual Juanita la Larga-. Allí estaban sentados en conversación el tal Francisco y su mujer en las puertas de sus casas y habiendo tomado asiento también el alguacil para el abono del repartimiento que se estaba cobrando “le movió el vientre a orinar con cuyo motivo tomó para el corral y abriendo la puerta se halló con un hombre a la parte de afuera con una capa a los hombros y junto a él Juana de Tienda, de estado soltera ...“ El alguacil llamó inmediatamente al depositario cobrador quien declarará posteriormente que la mujer se “hallaba sin mantilla ni otra alguna cosa que le cubriera, arrimada a la pared junto al quicio de la puerta.” ¿Qué hacían allí aquel hortelano de Cabra, de 50 años y casado, con Juana de Tienda, soltera? ¿Cómo había entrado Juana a aquella casa? ¿Sabían esto los dueños de la casa? Y los vecinos de la calle Abajo, ¿estaban al tanto de la relación entre el hortelano de Cabra y Juana? Al no existir pruebas contundentes contra los denunciados, el teniente de corregidor decide en el auto final apercibir al hortelano para que a partir de ahora “cese en todo comercio” con Juana de Tienda y con “superior motivo en sitios ocultos para evitar toda sospecha de presunción” y también se apercibe a Francisco de Tienda y su mujer para que cuiden de “que en sus casas no se introduzcan personas que estén segregadas del regular lícito comercio”.
Motín en la cárcel e injurias graves a los Valeras
Pero la acusación más grave que recibirá el alguacil mayor, don Juan Thomas Valera, y su familia se produjo el 30 de mayo de 1769 cuando se disponía a sacar de la cárcel de la villa a Cristóbal Muñoz para trasladarlo a la de Córdoba, éste, en colaboración con Joseph de Priego, reo de la muerte dada Joseph Cantero, se atrincheró en la misma apuntalando la puerta con piedras para impedir la entrada al alguacil mayor que, según la acusación del detenido, le lanzó una cuchillada en el pecho. Al llegar noticias de lo que sucedía a los oídos de la familia, la hermana, la novia y la madre acudieron a la plaza del Pradillo y “...con descompuestas voces, exclamaciones y escándalo no cesaron de proferir maldiciones e improperios contra todas las personas...” y una vez que el detenido pudo ser sacado de la cárcel, a eso de la una de la noche, “...en un mulo asegurado con un par de grillos y unas sogas, quien iba diciendo mil palabras denigrativas, y su madre, hermana y mujer en altas voces decían: ¡Esos valerillas y ese alguacil mayor, vadulaque de mierda, ensambenitados en la iglesia de Castro, que soy y somos mejores que ellos y lo puedo justificar y si lo agarro entre las manos lo había de quitar la vida y ese corregidorcillo de basura que permite tal hombre por alguacil mayor ...!”. Otro testigo precisará que oyó en la calle a “…unas mujeres que no conoció que le decían al alguacil mayor en altas voces que era un siquitraque, varruntafríos y valerillas de mierda que eran mejores que todos ellos y que quien quiera saber quiénes eran fueran a Castro a Los Lamparones que están y son sambenitados...”.
Más tarde, don Juan Thomas Valera Roldán , regidor, Alguacil Mayor de esta villa vecino de ella y Caballero Hijodalgo notorio de sangre presenta una querella “…contra Cristóbal Muñoz y su familia por las palabras que oyeron en la noche del dicho día veinte y nueve del maio pasado contumelosas e injuriosas contra mi honor estimación pureza de sangre e hidalguía”, y aunque los familiares del encausado presenten un escrito en el que se quejan del trato recibido por el alguacil mayor y en el que indican además, que aunque profirieron palabras contra el honor de los Valera quieren precisar que tanto el alguacil mayor como el detenido “…vienen a ser todos unos por descender de unos mismos abuelos…”. Que las voces ofensivas que profirieron, añaden, se hicieron “sin reflexión ni conocimiento porque si lo hubiéramos tenido no pudiéramos haber agraviado tampoco el distinguido y honorífico carácter del referido alguacil mayor cuando sabemos que es uno de los primeros caballeros de este pueblo que se haya recibido por tal como lo estuvieron su padre y abuelo sucediéndole lo mismo por su línea materna como es público y notorio en fuerza de lo cual a mayor abundamiento nos desdecimos...”.
Después el alguacil mayor, en un documento presentado por su representante, Pedro Fernández, se negará tan parentela, “lo que no se opone a que sean de limpia familia, mas esto”, continua, “no abre puerta para que quede sin castigo delito tan grave y a que se subsigan otros detrimentos espirituales y temporales y que el bulgo boraz tenga por zierto, lo que profirieron los dichos reos en orden a los San Benitos que es injuria mayor que se puede hacer a alguna familia limpia como la de mi parte y en quien está radicada la posesión de la hidalguía notoria y como de ella carecen los reos parece tienen aversión a mi parte que puede acreditar con justificación la abundancia de familiaturas que ha habido y hay en sus ascendientes y parientes por todas líneas y la falsedad es el mayor crimen que la humana fragilidad comete y usador la de que mi parte descendía de los Valeras que dijeron estar sambenitados en la parroquia de Castro del Río”. Que se ponga en duda la limpieza de sangre de una familia hidalga es la acusación más grave que se puede hacer en la España todavía de finales del siglo XVIII.
La familia Muñoz insistirá en que el alguacil mayor retire la querella y en otro escrito firmado por Cristóbal Muñoz, cuyo encarcelamiento dio pie a todo el proceso, pide perdón por las palabras dichas a “don Juan Thomas Valera como por las que parece profería contra el susodicho su noble familia de judío (que niego) desde luego, le pido perdón y le suplico me remita y perdón todos y cualesquiera agravios, injurias que resulten dije y con que calumnié públicamente el honor injustificado proceder…” e indica que no se acuerda muy bien de todo lo que dijo pues, durante el tiempo en que estuvo encarcelado, “con los bochornos tan excesivos que hacía tuvo la cabeza muy mala con un poco de vino que bebió con otros presos que había en las reales cárceles de la villa”, pero que, termina, no hay razón que impida el honor y goce de nobleza de los Valera en la villa de Doña Mencía.
En este modesto trabajo sólo hemos tratado de mostrar las auténticas raíces de las dos familias, los Valera y los Alcalá-Galiano, de las que procedía el gran escritor don Juan Valera. Nuestro objetivo ha sido dar a conocer parte de la copiosa documentación que guarda el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía y en la que, en numerosas ocasiones, los protagonistas son miembros de estas dos destacadas familias. Don Juan Valera no olvidó nunca sus orígenes mencianos lo que hará patente en muchas de sus cartas.
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