miércoles, 26 de septiembre de 2007

Breve historia negra de Doña Mencía (y IV)


Doña Mencía
Cargado originalmente por agomezperez7
La epidemia de 1786
Las fiebres intermitentes de tercianas ya habían afectado a los habitantes de la capital cordobesa en 1875, pero la epidemia se reprodujo en 1786 produciendo más de 1000 muertos desde primeros de mayo hasta fines de noviembre. En Doña Mencía el número total de entierros de este año de 1786 superó el centenar, como antes ya había ocurrido cuatro años antes, pero la epidemia empezó a hacer estragos en el mes de agosto y decayó en el mes de noviembre. No era, como era tradicional en los brotes de peste, una epidemia típicamente veraniega. En total, en estos cuatro meses, el número de muertes llegó a los 73 y, como había ocurrido cuatro años antes, 1786 vino precedido de un año malo, del que hemos hablado más arriba.

En las actas capitulares de 1786 la primera referencia que existe sobre dicha epidemia es del 24 de septiembre y en ella se acuerda que el diputado del Común, Francisco Muñoz de Alcaudete, asistido de D. Pedro Cubero, médico titular, recorran el pueblo, yendo calle y casa, para formar una lista de todos los enfermos que haya en el pueblo que por su notoria pobreza carezcan de alimento y medicina para su curación y socorro. Y en el acta de dos días después se indica que dicho número es de 150 y para socorrer a dichos enfermos en sus medicinas y pucheros se pase a las casas de los vecinos más pudientes del pueblo para que por cuestación y colecta entre ellos ayuden con lo que a bien tengan a dar, encareciéndoles a los que coadyuven a tan piadoso fin cuan del agrado de Dios, del Rey y de este Ayuntamiento será el apresto que hagan. Como ocurría con demasiada frecuencia, se acude a la misericordia de los ricos como el medio más eficaz para combatir la pobreza y, teniendo en cuenta que, tampoco éstos debido a lo escaso de sus cosechas, podían hacer mucho, se decide iniciar los trámites para poder prestar a los vecinos alguna cantidad de las 6.600 fanegas de trigo y de los más de 140.000 reales que había en el Pósito.

El número total de afectados es de 400 y se decide socorrerlos con la quina que la Real Magestad ha mandado. Además, se acuerda escribir al señor de la villa para que las siete limosnas en que diariamente socorre a estos pobres las deje fijas en los enfermos que hay. Pero la medida que mejor expresa la magnitud de la tragedia que asolaba al pueblo en aquellos momentos es la decisión de hacer un cementerio en el sitio de las Eras que está a espaldas de la cerca de la huerta de este Convento Parroquial, para el entierro de los que fallezcan fuera de la población en ermitas o cementerios por el riesgo de que las parroquias se inficionen amontonando cadáveres. Dicho cementerio se labraría y cercaría a expensas de Convento, quedando de su obligación su subsistencia y reparo en todos tiempos. El cual sitio es el más proporcionado para el sepelio de los cadáveres y que con su amontono se evite el contagio que se pude inferir.

No hay muchas noticias más sobre la terrible epidemia. Sólo sabemos que el duque de Sessa, señor de la villa, acordó conceder a los vecinos afectados una ayuda de 800 reales, los que sumados a los 1000 de la piedad del Rey, además de los 15 enfermos sostenidos por el Convento, aliviarían la situación de muchos mencianos que recordarán 1786 como uno de los años más negros de la historia de nuestro pueblo. Pero tras un paréntesis corto, de nuevo la amenaza de una nueva mortandad se abatirá sobre el pueblo en los comienzos del siglo XIX. De las mortíferas epidemias de 1834 y 1855 hablaremos en otra ocasión en este blog.

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