Lo descubrí mucho más tarde. Averigüé que en todos los sitios había una calle con ese nombre. En Doña Mencía, la antigua calle Baena o Nueva –la de los crímenes de Genaro- se llamaba así cuando me trasladé a vivir a ella –allá por el año 1959-. Y para ir a la plaza del Generalísimo -¡como no!, en nuestro pueblo también teníamos una- estaba obligado a pasar por la calle dedicada a Fernando Arrebola Gan –ahora y siempre, menos durante el franquismo, calle Tránsito-. Después me dijeron, y la información provino de una persona de la que guardo un gratísimo recuerdo y que fue compañero de armas del propio Fernando Arrebola, que éste murió bajo los efectos del fuego amigo estando de guardia. Subida la pequeña cuesta de la calle Tránsito y rodeando por la izquierda o la derecha la antigua calle Abajo –el nombre de Juanita la Larga, tal y como se llama ahora, no cambió- nos topamos con la calle dedicada a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, aunque en el pueblo siempre se nombraba por la calle Arriba –y también hoy a pesar de que no se haya recuperado su nombre original-. Y al llegar a la Plazuela de la Cruz -¡Perdón, plaza de Calvo Sotelo!- y al acercarse a leer la placa de los caídos por Dios y por la Patria uno se topaba con la calle dedicada al sargento Sequeira. Aquello parecía un cuartel, pero la mili no fue corta. Duró, nada más y nada menos, que desde 1939 hasta 1975 –bueno en Doña Mencía desde primeros de septiembre de 1936-. Total: 39 años. Y para llegar al cambio de las calles con la primera corporación democrática: 43 años. ¡Mucha mili! Y había más: la calle Eras estaba dedicada a Sáenz de Buruaga, cuya ocupación de Baena al mando de una columna de Regulares y del Tercio (entre otras fuerzas) supuso uno de los mayores genocidios de la guerra en Córdoba y el exterminio de las organizaciones campesinas de Baena”, MORENO GÓMEZ, F. La República y la Guerra Civil en Córdoba (I). Córdoba. 1982. (pág 526). Y quedaban más: la calle Granada estaba dedicada a los Hnos. Sánchez, cuya familia también ocuparía puestos relevantes durante el franquismo en Doña Mencía; el coronel Cascajo –jefe del Cuartel de Artillería y director de la sublevación del 18 de julio en Córdoba, que en los meses siguientes convertiría la capital en un horrible cementerio (MORENO GÓMEZ, F, op. cit. pág. 402)- también tenía su calle en Doña Mencía y Cubero Padilla también (en su lápida del cementerio se dice que murió en defensa de la Patria). Y los otros muchos que se fueron de Doña Mencía y nunca volvieron, ¿por qué patria lucharon? Y los que regresaron y tuvieron que sufrir miles de humillaciones y pasar por los campos de concentración de Franco. Y los que se quedaron en Doña Mencía pensando que a ellos, que nunca se habían señalado, no les pasaría nada, y serían fusilados (paseados: ¡vaya eufemismo!). ¿Dónde están enterrados? ¿Cuántos fueron? ¿Deben saber sus familias qué fue de ellos? ¿Es esto abrir viejas heridas o es sólo hacer justicia? ¿Saben la mayoría de los mencianos y mencianas esta parte de la historia de su pueblo? ¿Tienen derecho a conocerla? Como anticipo os adjunto la primera página del listado de cabezas de familia de Doña Mencía que “se han ausentado de esta población y no ha regresado a la misma” -¡vaya manera de decir que huyeron para salvar el pellejo!- a petición de Queipo de Llano. El escrito fue remitido desde el Ayuntamiento de Doña Mencía con fecha 17 de septiembre de 1936.
Antonio Gómez Pérez
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