sábado, 2 de febrero de 2008

Los asesinatos de Genaro y la violencia de género en Doña Mencía (III)


Una vez reducido por la fuerzas de orden público, Genaro, nos cuenta Frasquito Priego en su crónica para “El defensor de Córdoba”, permaneció durante todo el viernes, 20 de julio de 1906, acostado en la cama. Desde allí pudo escuchar los gritos que le dirigían los vecinos y lamentó no haber podido llevarse por delante también a “La Rabicha”, otra vecina de la casa, quien junto a Juana Campos, al parecer le cantaban coplillas como ésta: Ya está el pájaro verde / puesto en la esquina / esperando que salga / la golondrina. Y según me contaba Cecilia Córdoba en 1993 continuaba así: Yo no soy golondrina / que soy veleta / que al salir a la esquina / me doy la vuelta.

A las siete de la tarde, Genaro sería conducido a la estación del ferrocarril. Iba, nos dice Frasquito Priego, escoltado por seis parejas de la guardia civil y “tendido en una escalera con una colchoneta, por carecer de camilla”.

Durante mucho tiempo se seguiría hablando en Doña Mencía de Genaro y de sus horrendos crímenes y todavía cuando se ve venir alguna desgracia es corriente decir: “Ese va a hacer una de Genaro”. Y pocos mencianos se atreverán a poner el mismo nombre del asesino a uno de sus hijos. El último Genaro que conocí, me contaba Antonio Morejón, estaba de manijero en un cortijo y la gente de guasa apuntaba: “El cortijo se llama Matasanos, el amo Caraescopeta y el manijero Genaro”.

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