Sin dar tiempo siquiera para poder asimilar los efectos producidos por el primer crimen cometido el pasado domingo (15 de julio de 1906) y mientras algunos vecinos se hallaban en la casa dando el pésame a la mujer hija de la víctima, el asesino se presentó de nuevo ayer (jueves 19 de julio) por la noche en la “casa de la muerte” –como se le conoce ahora en Doña Mencía- para rematar su venganza. Dispararía por tres veces contra Francisca Ruiz, hija de Manuel, la víctima del domingo, causándole la muerte y al oído de los disparos acudiría su madre, Martina, que también fue abatida por el criminal. Más tarde quemaría viva a María de los Santos Montes- hemipléjica de 80 años de edad- que estaba acostada en un rincón junto a la cocina. Tras un tiroteo que duró hasta el amanecer, y gracias a la ayuda de
“No puede darse idea ni aproximadamente del estado de ánimo en que se encuentra el vecindario desde que ocurrieron tan horrendos crímenes: las mujeres no se atreven a salir a la calle, en todas partes no se habla de otra cosa y, en general, llueven de todas las bocas maldiciones y toda clase de calificativos para el feroz criminal que ha echado tan tremendo borrón sobre este pueblo”. Así describía el ambiente que se respiraba en el pueblo, en su crónica publicada el sábado 21 de julio de 1906 en “El defensor de Córdoba”, el muy diligente y activo corresponsal menciano Francisco Priego Jiménez al referirse a los hechos ocurridos en la noche del jueves 19 de julio de 1906.
Nadie podría imaginarse que Genaro se atrevería a volver al pueblo después de lo sucedido el domingo. La noticia de que el criminal había vuelto y de que se encontraba todavía en la casa de la calle Nueva se extendió por el pueblo con inusitada rapidez y aquella se convertiría en una de las noche más largas en la historia de Doña Mencía. Acudieron el alcalde, Francisco Barea, acompañado del juez municipal, Juan Vergara Vargas, y del primer teniente alcalde Rafael de Sotomayor Vargas. También se personaron allí los guardias nocturnos José Polo Moreno, José Buitrago Gómez y los guardas de campo Manuel Muñoz Gan y Bonoso Jiménez Navas, además del guardia civil del puesto Francisco Pérez Corpas, ya que el resto de los números estaba intentando detener al bandido “El flaco”. A eso de las de las seis y media de la mañana, “después de hacer un sinnúmero de disparos”, lograron entrar en la casa y reducir al criminal hallando en ella “el cuadro más horrendo que pueda imaginarse”. En el portal de la entrada se encontraba el cadáver de Martina Muñoz Rabadán (ver la foto publicada en ABC) y a pocos de ésta y a la entrada de la cocina en la parte izquierda se encontraba el de su hija Francisca Muñoz Moreno. En la misma cocina y en un rincón de la derecha se hallaba el cadáver de María de los Santos Montes metida en la cama la cual estaba ardiendo todavía”.
El criminal, que había intentado suicidarse, estaba acostado en una habitación que comunicaba con la cocina. “Su aspecto no era el de una persona, pues tenía la cara y ropas llenas de sangre y los ojos inflamados”. Había intentando, sin éxito, suicidarse. No hubo que lamentar víctimas entre los que asediaron a Genaro, a pesar de que el ala del sombrero del guardia municipal Bonoso Jiménez Navas –que sería fusilado a comienzos de la guerra civil de 1936- estaba atravesada por un balazo. Solamente el guardia civil del puesto de Doña Mencía presentaba un rasguño en la frente por habérsele reventado un disparo y por la misma razón estaba también herido en la rodilla el guardia civil de Cabra Jerónimo Muñoz Chacón.
En la próxima entrada hablaremos de cómo fue la salida de Genaro de la casa de la calle Nueva y su traslado, escoltado por seis parejas de
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