sábado, 24 de noviembre de 2007

Los asesinatos de Genaro y la violencia de género en Doña Mencía (I)

Alrededor de la una de la tarde de un caluroso domingo 15 de julio de 1906 –la temperatura máxima había alcanzado en Córdoba los 44 grados- José Genaro Jiménez Cantero se dirigió a la casa número 25 de la calle Nueva (en la actualidad el número 4 de la calle Baena) y, tras amenazar a algunos vecinos, subió las escaleras y de un disparo a bocajarro asesinó a Manuel Ruiz Cantero, de 70 años de edad, tío de Adela Muñoz, amante de Genaro, quien no podía admitir ser abandonado por la mujer que consideraba sólo suya. Pero no todo quedó ahí, pues pocos días después, Genaro volvería al mismo domicilio y en esta ocasión la muerte volvería a rondar de nuevo.

Sirva esta serie de crónicas sobre Genaro y las muertes que causó como un pequeño homenaje a las numerosas mujeres que, más de un siglo después, siguen sufriendo la terrible violencia de los hombres.

Esta serie de artículos comenzaron a publicarse en El Bermejino en el mes de julio de 1993 y a comienzos de ese año, en el mes de enero, se produjo un hecho terrible en Doña Mencía cuando Josefa López, acompañada de su hija, fue herida gravemente por su marido- quien moriría más tarde tras suicidarse en su casa-. Afortunadamente Josefa pudo sobrevivir.

El vecindario de este pueblo se encuentra hoy bajo el peso de la terrible indignación producida por uno de los hechos que más asemejan al hombre a las fieras. A la una de la tarde, ha sido cobardemente asesinado el anciano Manuel Ruiz Cantero de 70 años de edad, dentro de su mismo lecho, donde los años y el cansancio propio del que ha estado constantemente trabajando en las faenas agrícolas, le tenían casi recluido por completo”. Así comenzaba la crónica del activo corresponsal de “El defensor de Córdoba” en Doña Mencía D. Francisco Priego Jiménez, publicada el martes 17 de julio de 2006.

En el pueblo todos conocían a Genaro, el hijo de Pedro “El Loco” y le temían. Se llamaba José Genaro Jiménez Cantero, tenía 28 años de edad y era natural y vecino de Doña Mencía. Con anterioridad había sido condenado a una pena de 4 años, 2 meses y un día por un robo cometido en 1896 cuando tenía 18 años. No está clara la relación que mantenía con Adela, pero los continuos malos tratos que Genaro le infligía –“sólo por la satisfacción de hacer sufrir a un ser indefenso”, comenta el activo corresponsal menciano- provocaron que ella decidiera abandonarlo, yéndose a vivir con sus tíos Manuel y Martina, hermana de su padre, quienes, junto a otros vecinos, vivían en el número 25 de la calle Nueva.

Genaro había estado de viajá en la campiña, como la mayoría de los jornaleros de Doña Mencía, y el sábado 14 de julio se presentó una vez más en casa de los tíos de Adela para convencerla de que volviera de nuevo con él. Entre el tío de Adela y Genaro se cruzaron varios insultos e incluso el segundo llegó a amenazar al primero diciéndole que “allí tenía que haber sangre, según el testimonio de algunos vecinos”.

Tras la discusión, Genaro tomó la decisión definitiva. Fue a ver a su amigo Tapia, quien le prestaría los cincos duros con los que adquiriría en Cabra un revólver Smith -¿era tan fácil adquirir armas en aquella época?-, calibre 44, y una caja de 25 cápsulas. Al día siguiente, 15 de julio de 1906, a eso de la una de la tarde, Genaro irrumpió por sorpresa en las casas de los tíos de Adela, quien con otra vecina, Lorenza Cantero, se encontraba en el portal. Lorenza salió huyendo hacia su casa mientras Genaro intentaba cerrar la puerta lo que fue aprovechado por Adela para escapar. Una vecina de la misma casa, María Josefa Bonilla, salió de su habitación e increpó a Genaro para que de nuevo abriera la puerta y éste la sujetó por el cuello obligándola a entrar en su habitación. Lo mismo hizo con la dueña de la casa, María de los Santos Montes, quien recibiría como respuesta el primer disparo que no llegó a herirle, aunque cayó al suelo y a duras penas –tenía 80 años y era hemipléjica- se arrastró hasta su cuarto como había hecho María Josefa. Genaro conocía la casa y sabía dónde podía encontrar al tío de Adela, a quien buscaba para vengarse de la “afrenta” sufrida el día anterior. Se dirigió escaleras arriba y en una de las habitaciones estaba medio incorporado en su cama Manuel Ruiz, al que disparó un tiro a quemarropa en el pecho después de gritarle: “¡En busca de usted vengo yo”! Según el informe del forense la muerte le provino “cuatro o cinco minutos después de haber sufrido la lesión”. Sería la primera venganza de Genaro, que, desgraciadamente, no sería la última.

Una vez en la calle, llegaría a disparar a una de las vecinas que pedía socorro y todos quedaron sorprendidos por la sangre fría demostrada por Genaro que huyó “tranquilamente y amenazando con revólver en mano a cuantos hallaba a su paso”, según consta en el informe elaborado por el alcalde D. Francisco Barea dirigido al Ministerio de Gobernación. “Al criminal lo persigue la Guardia Civil no habiendo sido capturado hasta estos momentos”. Así termina la crónica de Francisco Priego, pero Genaro volvería esa misma semana a la casa número 25 de la calle Nueva de Doña Mencía.

Nota: Ilustración de Carmelo López de Arce Ballesteros

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