Esta serie de artículos comenzaron a publicarse en El Bermejino en el mes de julio de 1993 y a comienzos de ese año, en el mes de enero, se produjo un hecho terrible en Doña Mencía cuando Josefa López, acompañada de su hija, fue herida gravemente por su marido- quien moriría más tarde tras suicidarse en su casa-. Afortunadamente Josefa pudo sobrevivir.
“El vecindario de este pueblo se encuentra hoy bajo el peso de la terrible indignación producida por uno de los hechos que más asemejan al hombre a las fieras. A la una de la tarde, ha sido cobardemente asesinado el anciano Manuel Ruiz Cantero de 70 años de edad, dentro de su mismo lecho, donde los años y el cansancio propio del que ha estado constantemente trabajando en las faenas agrícolas, le tenían casi recluido por completo”. Así comenzaba la crónica del activo corresponsal de “El defensor de Córdoba” en Doña Mencía D. Francisco Priego Jiménez, publicada el martes 17 de julio de 2006.
En el pueblo todos conocían a Genaro, el hijo de Pedro “El Loco” y le temían. Se llamaba José Genaro Jiménez Cantero, tenía 28 años de edad y era natural y vecino de Doña Mencía. Con anterioridad había sido condenado a una pena de 4 años, 2 meses y un día por un robo cometido en 1896 cuando tenía 18 años. No está clara la relación que mantenía con Adela, pero los continuos malos tratos que Genaro le infligía –“sólo por la satisfacción de hacer sufrir a un ser indefenso”, comenta el activo corresponsal menciano- provocaron que ella decidiera abandonarlo, yéndose a vivir con sus tíos Manuel y Martina, hermana de su padre, quienes, junto a otros vecinos, vivían en el número 25 de la calle Nueva.
Genaro había estado de viajá en la campiña, como la mayoría de los jornaleros de Doña Mencía, y el sábado 14 de julio se presentó una vez más en casa de los tíos de Adela para convencerla de que volviera de nuevo con él. Entre el tío de Adela y Genaro se cruzaron varios insultos e incluso el segundo llegó a amenazar al primero diciéndole que “allí tenía que haber sangre, según el testimonio de algunos vecinos”.
Tras la discusión, Genaro tomó la decisión definitiva. Fue a ver a su amigo Tapia, quien le prestaría los cincos duros con los que adquiriría en Cabra un revólver Smith -¿era tan fácil adquirir armas en aquella época?-, calibre 44, y una caja de 25 cápsulas. Al día siguiente, 15 de julio de
Una vez en la calle, llegaría a disparar a una de las vecinas que pedía socorro y todos quedaron sorprendidos por la sangre fría demostrada por Genaro que huyó “tranquilamente y amenazando con revólver en mano a cuantos hallaba a su paso”, según consta en el informe elaborado por el alcalde D. Francisco Barea dirigido al Ministerio de Gobernación. “Al criminal lo persigue
Nota: Ilustración de Carmelo López de Arce Ballesteros
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