lunes, 3 de agosto de 2009

Una foto histórica (y II)

Pedro, José y Contreras.

Y se mezclaban los recuerdos. “Un día veo la foto en la televisión” –nos contaba sonriente Pedro- “y le digo a mi hija: ese soy yo. No se lo creía”. “No nos acordamos muy bien” –interviene José que, con problemas en la vista, no distingue bien a sus compañeros de viaje- “pero creo que la foto se hizo en la explanada frente a los hoteles de la estación de Hendaya”. “Mucho tiempo después”, continua Pedro, “el cartero nos la trajo porque la había visto en un periódico en Suiza. También se publicó en El Bermejino”. Ellos no saben que la foto ha aparecido en muchas publicaciones relaciones con la emigración española y, aunque no sabemos quién fue el autor de la misma y dónde apareció por primera vez, creemos que el primer medio que la dio a conocer fue en Cambio16. Y nos iban diciendo los nombres y alias de todos los que salen en la foto. Uno de ellos, Contreras, vive en la calle Barranco, así que trataremos de recoger su versión en una próxima entrada.

También hablaban de la duras jornadas de trabajo, recogiendo la remolacha al destajo y después venía el repase, alcanzado algunos días hasta 15 horas de trabajo. “Allí habíamos ido a trabajar -apuntaban los dos a la vez-, a más horas, más trabajo y más francos al bolsillo. En una ocasión estuvimos trabajando hasta las dos de la mañana, y eso que en Francia había tractores, máquinas que sacaban las patatas o la remolacha, apilándola después. Al principio fue muy duro, nada más que trabajar y trabajar, pero se pagaba bien, el triple o más de lo que cobrábamos aquí, y, además, con el canje salíamos ganando. La comida la pagábamos nosotros, el patrón nos daba las patatas, el butano, aunque al principio la comida se preparaba en una cocina de leña con chapas. Tampoco teníamos cuando llegamos cuarto de baño, pero después las cosas mejoraron”.

Y, como no, hablamos de los inmigrantes que vienen a nuestro país a buscar lo mismo que los españoles en Francia. “Que vengan”, nos dice Pedro, “pero con papeles y contratos, como nosotros fuimos a Francia, aunque alguno también se marchó sin él”, apostilla. También hablamos de los republicanos españoles. “En una ocasión vimos a la gente de El Chivo, al hermano de Manuel El Chivo, el cabrero. Yo le vi en Francia. A Pedro Córdoba (ver la entrada en este blog sobre Juan Córdoba) no lo dejaban ir al principio porque su padre estaba exiliado en Francia.


“Si por mi hubiera sido, -Pedro no paraba de hablar- yo hubiera estado allí hasta la jubilación, que cobro al 100 %. No tuve problemas en el pago y en el arreglo de la documentación. Nos retenían mucho y el patrón nos decía que era para cuando nos hiciéramos viejos”. Y nos comentaban las razones de su marcha. En el pueblo había poco trabajo y una vez terminada la recolección de la aceituna a esperar a la siega del verano, la viajá a la campiña. “Yo fui por primera a trabajar a la campiña cuando tenía 17 años –nos dice Pedro-, aunque yo estaba harto de trabajar antes de ir a la campiña, pues ya había ido a la bina en las viñas del Puerto cuando tenía 10 u 11 años. Íbamos a la rebina y a la soleá. En la campiña estuve trabajando en Las Tablas, con Raimundo Barceló, cerca de Córdoba en Balchillón. Ese trabajo sí que era duro, mucho peor que lo de Francia. Comíamos garbanzos, habicholillas o gazpacho. Y el viaje se hacía interminable. A la una de la noche tomábamos el mixto que nos llevaba a Puente Genil. Allí nos recogía el tren que venía de Málaga que nos trasladaba a la estación de Balchillón, a donde llegábamos a eso de las seis de la tarde. El alojamiento se hacía en un cocherón y una vez que se llenaba de paja en un sombrajo sostenido con cuatro palos. Trabajábamos de sol a sol. Yo estaba harto de trabajar, incluso antes de ir a la campiña.


“Aquí por lo menos teníamos la vendimia a la que no iban todos después de la campiña. En otros pueblos, como Zuheros o Baena, era aún peor. Y eso que ahora sólo quedan reliquias de viñas”. Y, si por ellos fuera, por Pedro y José, todavía estaríamos allí disfrutando del frescor del soportal de su casa. “Antes, por aquí –por el camino de la estación- sólo pasaba Corpas y Lorenzo Rempuja con el carro y poco más… “Esta casa, nos decía Pedro, la hizo mi padre en 1957. Le costó unas 5.000 ptas. Y hablando de dineros: yo traje en la primera vez, en 1963, 6.000 ptas. Regresé el 19 de mayo de ese año.”

Y nos quedaron muchas cosas en el tintero. Estoy seguro que cuando nos veamos de nuevo en el próximo mes de agosto seguiremos hablando, aunque no sea de la foto dichosa, que ha hecho célebres y famosos –aunque ellos no lo sepan- a Pedro y a José Ramírez Urbano, y a todos los mencianos –si hay algún error en los nombres- hacédmelo llegar- que aparecen en la foto. Queda pendiente una entrevista con Contreras que vive en la calle Barranco para que él nos cuente más cosas de aquel día en Hendaya en los años 60 del pasado siglo.

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