martes, 21 de julio de 2009

Una foto histórica (I)


Las meigas de la informática hacen que esta entrada se publique ahora, casi un año después de que durante una suave mañana de verano y acompañado –lo que fue un auténtico placer -de José María Ruiz Vargas, catedrático de Psicología de la memoria de la Universidad Autónoma de Madrid, nos acercamos a casa de Pedro y José para que nos hablaran de una foto que, si no ha dado la vuelta al mundo, si ha sido publicada en innumerables medios de prensa.

Pedro Ramírez Urbano tiene ahora 70 años y José, su hermano, 64, y los dos se sintieron orgullosos de que les mostrase un libro importante de historia de España, el de Juan Pablo Fusi que, todo hay que decirlo, sigue siendo un magnífico manual universitario, y en una de las fotografías que lo adornan, junto a algunas de las más típicas de los dos últimos siglos, ahí estaban ellos. Bueno, ellos dos y algunos mencianos más.

¿Quiénes eran los otros?, aunque sus rostros nos eran familiares. ¿Dónde está hecha la foto y a qué año corresponde? “Formábamos un grupo grande de unas 50 a 60 personas o quizá 100” –nos dice Pedro- “y estábamos en la estación de Hendaya, cuyos ventanales se ven al fondo, comiéndonos un bocadillo. La foto está tomada a principios de abril de 1964 o quizá del año siguiente. Habíamos cogido en Madrid –en la desaparecida estación del Norte- el tren que salía a las seis de la tarde y que llegaba a Irún a las siete de la mañana. Y de allí hasta Oise”.

Y Pedro no paraba de hablar. Nos contó que él iba por tercera vez y para José era la primera –sustituía a Moreno-, que iban a echar una temporada de tres meses a trabajar en la bina de la remolacha, aunque se podían quedar dos o tres meses más, que llevaban su contrato ya cerrado desde aquí y que entre ellos y el patrón se establecía una relación de confianza, buscando siempre que los contratados fuesen familiares de los que ya habían ido en años anteriores. Pedro fue a trabajar a aquella casa durante 23 años en temporadas de tres o seis meses y prueba de esa relación de confianza, fue el viaje a Doña Mencía que hicieron los patronos durante unas vacaciones. “Eso fue en 1978 y menuda sorpresa se llevaron cuando vieron mi flamante Land Rover. ¡Se creían que aquí no habíamos progresado nada!”, nos dice muy orgulloso Pedro.

Y salían a relucir las anécdotas del viaje y cómo tuvo que venir la Guardia Civil porque se negaron a subir en un tren atiborrado de emigrantes. “En una ocasión – de nuevo interviene Pedro- en Espeluy el tren se llenó y ya no cabía más gente, incluido un grupo de gitanos que iba a La Mancha a la vendimia. Recuerdo que un muchacho gitano se tiró por la ventana y murió arrollado por el tren”. Llevaban lo que podían, pero que no faltara la cuartilla de vino y Vicente Morejón, nos decía Pedro, en vez de maleta llevaba un saco. Pero no les dejaban pasar comida a partir de Irún. Ni vino tampoco, así que la cuartilla fue liquidada antes de cruzar la frontera.

Y siguen las anécdotas. “Cómo no sabíamos nada de francés no entendíamos a la señorita cuando le preguntábamos por el tren que teníamos que coger camino de Francia. Menos mal que se presentó un hombre que nos entendía y él fue quien nos orientó. Llegamos a Oise a eso de las diez de la mañana del día siguiente. Llamamos por teléfono al patrón y él vino a recogernos a la estación.

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