lunes, 20 de julio de 2009

Ramón Priego Salamanca, víctima de la represión franquista de la posguerra (y II)


Más tarde, liberado de la cárcel, Ramón y María marcharon a Valencia a regentar un puesto de frutas en el mercado, pero por desavenencias familiares, Ramón decide venirse a Baena, solicitado por una tía suya Rosarito, dueña de un cortijo en el paraje de El Saladillo, con el encargo de que le llevara las labores agrícolas. Le pidió que se viniesen también su mujer y sus hijos, como así sucedió luego más tarde.

“A Ramón lo acusaron de entrevistarse con la gente de la Sierra”, lo que en otras palabras significaba afirmar que protegía a los maquis de la zona. “Mi tío Ramón”, nos dice María, “también llevó a la gente de la Sierra a Camarena ya que mi tío Víctor trabajaba en el cortijo de los Campos. Como mi padre, Ramón era un hombre muy culto”, nos recordaba María, “y era el manijero del cortijo del Saladillo, situado en la parte posterior de la actual gasolinera, en donde regentaba el molino. Desde un principio sospecharon de él. Así, un día, cuando regresó del campo lo estaba esperando la Guardia Civil. Él estaba en el segundo patio de la casa junto al pozo lavándose las manos. Mí tía se imaginó lo que pasaba al oír llamar a la puerta la Guardia Civil y preguntar por él. Ella lo ocultó, pero como lo habían visto entrar, lo esperaron. Detuvieron a mi tía María –en la partida de nacimiento la llaman Florentina López Navas- y a sus hijos Ramón (que vive en Francia y al que pudimos conocer a través del programa de televisión de Lobatón) e Isabel (que vive en Torrente) los llevaron a las monjas”. Y continúa María narrando los hechos, como si hubiera ocurrido el año pasado, “cuando se alejaba de la casa, mi tía escuchó los disparos, pero no imaginó que lo habían matado sino que eran disparos para asustarle. La Guardia Civil dijo que lo había matado cuando huía, pero eso no era cierto. Se encontraron los casquillos de las balas en la casa. Aquello ocurrió el 26 de diciembre de 1946, como consta en la partida de defunción”, que nos muestra.

“De aquello no nos enteramos hasta tres días después. Estábamos en el cortijo de Lo Carro cogiendo aceitunas. Yo tenía –nos dice María- unos 17 años y me acuerdo como si fuera ahora cómo nos enteramos. Fue Vicente Petaca quine nos dio el aviso en Lo Carro. Después de la ejecución le robaron el reloj –que más tarde recuperaría su hermano- y una chaqueta de cuero”.

Y seguimos hablando de su padre y de Fermín Gómez Sevillano, al que le dedicaremos otra entrada en este blog próximamente.

No hay comentarios: