sábado, 7 de julio de 2007

El Laderón III

EL LADERÓN EN LA EDAD MEDIA (3)

Alfonso Sánchez Romero

Pero la situación iba a cambiar a partir de la segunda mitad del siglo XI, ante la llegada de los almorávides procedentes del norte de África y, sobre todo, con la entrada de los almohades (berberiscos del Atlas) a mediados del siglo XII. De Priego(32), tenemos noticias de la ocupación de su territorio por los almorávides (1090) y de la visita por al-Idrisi, cuando era una de las ciudades principales de Elvira, así como de la sustitución de éstos por los almohades al finalizar la primera mitad del siglo XII, fijando su residencia en ella un grupo de musulmanes ricos. Y respecto a Cabra(33), que fue la plaza donde Alfonso I el Batallador descansó unos días en 1126 cuando venía de guerrear contra los almorávides(34).

Basándonos en algunos de los restos arqueológicos de los yacimientos de este territorio depositados en el museo, y pertenecientes a los primeros años de estas invasiones, apuntamos, que la población del pidemonte de las Subbéticas cordobesas sufrió, posiblemente, las consecuencias de la ocupación de una nueva gente reformista y fanática, experimentando un nuevo despoblamiento(35) y una vuelta a lugares mejor protegidos o a centros de mayor importancia, pero al cabo de algunos años, y ante la recuperación de una relativa calma, un cierto sector de la población -posiblemente el agrícola- volvió a sus anteriores asentamientos, al mismo tiempo que es muy posible, se produjera un progresivo aunque lento aumento de población. Este proceso afectaría a nuevos y numerosos hábitats –en forma de pequeñas alquerías y almunias-, localizables de una forma algo dispersa, pero junto a los caminos Real y Metedores, próximos a tierras de cultivo y a puntos de abastecimiento de agua, más que en los viejos núcleos de población.

Así, al pie de la sierra Abrevia, al sur del río Guadalmoral y en torno al camino de Metedores, se crean las pequeñas explotaciones agrícolas del Puerto y el Pozuelo(36), mientras los antiguos complejos del Alón-Piedra Almez, Llano Medina-La Plata, el Genazar y Camarena-Hoyo del Gitano, se transforman en una serie de alquerías y almunias muy dispersas, buscando mejores condiciones para la explotación –buena tierra, junto a manantiales y arroyos…-, alcanzando a los parajes de Polvillares, al norte del Alón -fragmento de braserillo árabe de piedra(37)-, Hoyo de las Huertas, en la encrucijada de los viejos caminos de Metedores y La Junta, y entre el Alón y Llano Medina(38), La Hortichuela, en la misma base norte del Laderón(39). Detrás de las Huertas, junto y a poniente de la casería del Genazar -dos fellus de bronce(40)-, y Fuente del Aguardiente, al norte y a unos 600 metros de Camarena-Hoyo del Gitano, transformación de un viejo poblado tardorromano en una alquería -¿bullae? de plomo con ¿grafía cúfica?, y cerámica(41)-.

Al norte del río Guadalmoral, en dirección soroeste-noreste y próximo al Camino Real, los antiguos asentamientos de las Pozas-Perrilla Cadena y las Ventas con la Cruz de Baena Higueruela, experimentan la misma transformación que los complejos situados al pie de la sierra: (42)fellus de bronce, vidrios, hoz y fragmento andalusíes de hierro, cerámicas y otro material; (43)candil y boquilla de piquera, de cerámica; (44); (45)así como otro candil de piquera, de cerámica y unos fragmentos hallados en el Llano de Santa Catalina que podemos asociar al complejo de las Pozas-Perrilla Cadena-. Mientras, en torno a la Serrezuela-Sierra de Baena, surgen nuevos caseríos de carácter rural, como los del Jardinito, Alto de los Olivares y Serrezuela-Pechos de Antona, en las laderas de poniente de este macizo y próximos a las huertas y manantial del Pilar de Abajo(46), el Pecho Lagarejo, en la cumbre de esta cadena, próximo a manantiales estacionales –como los del Balachar- y, posiblemente, con un carácter más pastoril, y que fue el resultado final de una antigua villa romana(47); y Los Alarcones, en la nava del macizo, con manantial propio y tierra de huertas(48).

El descalabro almohade en las Navas de Tolosa, en julio de 1212, que abría las puertas de Andalucía a los cristianos, y la posterior presión y el hostigamiento que llevó a cabo el rey don Fernando en las tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla; obligó a los musulmanes, entre otras medidas, a elaborar un plan de defensa y refuerzo de la frontera. Concretamente, en el territorio del sur de Córdoba y Subbéticas, se fortificó y amplió el recinto amurallado de muchas de sus plazas fuertes, al mismo tiempo que se levantó toda una red de torreones de vigilancia y comunicación mediante fuego, como el caso de la Torre de la Plata en el término de Doña Mencía.

La Torre de la Plata(49), de forma prismática, se encuentra a un kilómetro y medio al suroeste del pueblo, en los declives de las estribaciones Subbéticas, próxima a la Cañada de la Plata hacia poniente, manantial y antiguo camino del mismo nombre que la separa del Laderón. Pese a estar emplazada en una ladera de escasa dominancia, su situación es de capital estrategia para avistar todo el hemiciclo norte de la Campiña cordobesa. Aparece rodeada de abundantes restos cerámicos romanos, visigodos y árabes, así como hallazgos de monedas romanas y árabes, entre otros.

En la Historia de la Villa de Baena, de Valverde y Perales(50), se narra la intervención de estas torres en la batalla de Lucena, en abril de 1483, cuando Boabdil el Chico reunió en Granada un ejército de 7000 hombres con el fin de llevar razzias al territorio cristiano. Estas torres actuaban como puntos de comunicación mediante señales de fuego y, en el caso de esta batalla, nos cuenta el historiador que las señales de alarma de los vigías habían sido notadas desde Baena, y que en la torre de las Arqueras se veía cómo desde la torre de las Atalayas se arrojaban hachas encendidas hacia la parte de Cabra, señal de que por aquel lado había entrado el ejército granadino.

Entre febrero de 1240 y marzo de 1241, Fernando III conquistó todas estas tierras de la Campiña y parte de las Subbéticas cordobesas(51) y, por lo tanto, los castillos de Zuheros y Zuheret(52) que fueron puestos bajo jurisdicción señorial para un mayor fortalecimiento y defensa de la frontera con el reino nazarí de Granada. En un principio el rey los donó a su esposa Juana de Ponthieu, y en 1252 ésta los cedió a la custodia de la orden de Calatrava. En cambio, en cuanto a Priego, basándose en M.C. Quintanilla y M. Peláez, retrasa la primera conquista cristiana a julio de 1226, cuando Fernando III aprovechando la decadencia almohade destruye su alcazaba y mata a sus habitantes. Precisan que, desde esta fecha hasta diciembre de 1245, no se tienen noticias de esta plaza, pero a partir de este año el monarca la entrega a la orden de Calatrava. En cuanto a Cabra (53), se fija la fecha de su reconquista en 1254, aludiendo a la percepción del diezmo eclesiástico, aunque al parecer fue pactada la entrega de la villa entre los musulmanes y Fernando III, el cual otorga carta a los vencidos para seguir habitando en el lugar y gozando de sus propiedades. Siguen apuntando que, en manos del monarca quedaron la fortaleza, el señorío y la percepción de tributos, y que en 1258, Alfonso X la confirmaría y mandaría que se les respetase. En el mismo año, pasa a integrarse en el término del consejo de Córdoba, pero su castillo queda bajo el infante don Rodrigo Alonso, y todavía en 1262 se tienen noticias de su aljama. Ya, en 1295, es cuando la orden de Calatrava permuta su villa de Santa Olalla por Cabra. De la misma manera, Baena pasó a manos de Fernando III mediante pacto firmado con los musulmanes en 1241, según noticia de la Crónica de Fernando Salmerón.

La frontera, en la zona sur de la actual provincia de Córdoba, estaba constituida por una franja aproximada de unos 50 kilómetros de anchura. Era el sector más inestable de toda la línea fronteriza por las continuas fricciones, y de dominio alterno nazarí o cristiano(54). No obstante, existían pasos naturales de penetración de un lado o del otro de la frontera y, es así que, desde Baena la milicia castellana invadía el reino de Granada. Desde 1236, Córdoba es el centro castellano rector, diplomático y militar de su bien concebida empresa de carácter ofensivo. Otro factor que contribuyó a esta inseguridad y por supuesto a los avances y retrocesos de la frontera, fue la existencia de continuas crisis internas de los reinos cristianos, durante la segunda mitad del siglo XIV y el siguiente. Por su parte, el reino nazarí, tampoco daba una imagen de conjunto coherente y estable. Las ásperas luchas por el poder, que protagonizan diferentes bandos aristocráticos (Alabeces, Gazules, Abencerrajes…) demuestran la falta de consistencia interna del reino granadino, la cual está sobre todo motivada por la carencia de un sistema institucional, que legalice la situación dinástica.

Por otra parte, la paz y la guerra, no eran asuntos estatales, sino negocios particulares de cada hombre de frontera, que los resolvía, conforme a sus interese privados, sin tener en cuenta acuerdos estatales. Lo que se explica por la aparición en fecha temprana, de instituciones semejantes, a ambos lados de la frontera, para tratar los canjes de cautivos, devolución de bienes robados o compensación de los mismos. Por este motivo, se documenta la actuación de alfaqueques o redentores de cautivos, fieles del rastro, alcaldes entre moros y cristianos, entre otros. En la opinión de Torres Delgado, el período más tranquilo en las tierras de frontera, transcurre entre 1246 y 1340, intensificándose la lucha ya bien entrado el siglo XV.

En esta zona fronteriza, en primera línea se encontraba una serie de localidades que, con sus correspondientes fortalezas, desempeñaron en su conjunto un papel de primer orden dentro de las relaciones entre ambos reinos. Unas eran núcleos de población habitados con mayor o menor densidad, mientras que otros no pasaban de ser meros enclaves militares, sedes de reducidas guarniciones o simples torreones de vigilancia, que sirvieron de base desde las que se organizaron frecuentes operaciones bélicas y desde luego fueron indispensables núcleos de defensa en el más amplio sentido, pues fueron utilizados como puestos de control y observación para la prevención de ataques enemigos y actuaron a modo de escudo protector para las comarcas situadas más al interior, al soportar las insistentes entradas de tropas nazaritas debilitándolas o frenándolas en su avance. Fue competencia del monarca, la defensa y mantenimiento de estos castillos, para lo cual recurrió a la Tenencia, institución que regulaba su guarda por delegación la entrega a particulares con los que establecía unas relaciones específicas fundamentadas en firmes compromisos por ambas partes.


NOTAS:

(32) Consultar la página 1311 del tomo 4 de Los Pueblos de Córdoba. Edad Media. Priego de Córdoba de J.M. Escobar Camacho. (33) Consultar las páginas 302 y 303 del tomo 1 de op. cit. Cabra de M. Nieto Cumplido. (34) Ver nota bibliográfica 15. (35) Es posible que el hallazgo, en la década de los años cincuenta del siglo pasado, de un tesorillo de dirhemes de plata, encontrado a causa de faenas agrícolas, en el lugar conocido como Cerro Cejudo-Buenavista y a escasos metros al sureste del pueblo, fuese producto de la huida precipitada de algún grupo de pobladores de estas tierras ante la amenaza de los nuevos invasores. (36) Consultar registros de almacén del M. H.-A. M. de Dª. M., números 84 y 301. (37) Ibídem., número 459/1. (38) Ibídem., 220/1. (39) Ibídem., 230-261/1. (40) Ibídem., 405/1 y 2. (41) Ibídem., 86. (42) Ibídem., 77. (43) Ibídem., 121. (44) Ibídem., números 311, 320, 116, 443 y 326. (45) Ibídem., número 308. (46) Ibídem., números 353, 481 y 63. (47) Ibídem., número 333. (48) Ibídem., 355. (49) Consultar las páginas 61 y 62 de Torreones y fortificaciones en el sur de Córdoba, de A. Sánchez Romero y J. Hurtado de Molina Delgado. (50) Consultar la página 92 de la Historia de la Villa de Baena, de F. Valverde y Perales. (51) Consultar las páginas 1311 y 1780 de los tomos 4 y 5 de Los Pueblos de Córdoba. Edad Media. Priego de Córdoba y Zuheros de J. M. Escobar Camacho. (52) Por estas fechas, ambos aparecen registrados en la documentación del archivo de la catedral de Córdoba, como Çuferos, Cuheros o Zuheros, y Cuferet, Cuheret. Página 1780 del tomo 5 de op. cit. Peña fortificada de A. Arjona Castro. (53) Consultar las páginas 136 y 303 del tomo 1 de op. cit. Baena y Cabra de M. Nieto Cumplido. (54) Consultar las páginas 28 a 30 de Torreones y fortificaciones en el sur de Córdoba.

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