jueves, 5 de julio de 2007

La Iglesia dominicana de Doña Mencía

La antigua iglesia dominicana de Doña Mencía, de la que habla Valera en Juanita la Larga, fue incendiada en la mañana del 14 de septiembre de 1932, y la segunda catedral de Córdoba, como decían muchos mencianos, con su rico retablo barroco desapareció para siempre. Sólo los muros laterales permanecieron en pie y una gran parte de la fachada original, pero la techumbre se hundió por completo y definitivamente se optó por construir otro templo en un lugar más céntrico.

La primitiva iglesia de Doña Mencía había sido construida a principios del siglo XV, cuando se edificó el castillo y el pueblo, y más tarde serían los frailes dominicos procedentes del Convento de San Pablo de Córdoba los que se harán cargo de la administración de la parroquia fundando un convento en 1466. Las disputas y roces sobre la percepción de diezmos y primicias entre el obispado de Córdoba y los dominicos de Doña Mencía continuaron en los años posteriores y en el primer tercio del siglo XVIII se decide ampliar el templo para dar cabida a la creciente población menciana, sin experimentar la estrechez que hasta ahora se ha visto (1733).

La nueva Iglesia, en forma de cruz latina, fue estrenada el domingo 7 de octubre de 1741 con un octavario de solemnes fiestas, en las que predicaron los más famosos oradores de la provincia, según nos refiere Montañéz Lama. También la nueva iglesia se unió al castillo a través de un arco, que todavía se conserva así como muro lateral que da al castillo, que actuaba como entibo del nuevo edificio. La fachada estaba coronada por una esbelta torre cuadrangular de ladrillo y a su lado dos magníficas portadas de piedra berroqueña, en las cuales se abren las puertas principales del templo, y sobre ellas, en cada una, hay su correspondiente hornacina: en la de la derecha está colocada una estatua de Nuestra Señora de Consolación y en la de la izquierda, otra de San Pedro de Verona (Montañéz Lama). A su ornato y embellecimiento colaboraron las familias nobiliarias de Doña Mencía y la misma casa de Sessa, señores del lugar, financiaría el retablo barroco del altar mayor, desgraciadamente perdido en el incendio de 1932; también los Alcalá Galiano costearon el camarín y retablo de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la familia Valera hizo a sus expensas el altar y retablo de Santo Domingo. Este siglo, el XVIII, sería el de mayor esplendor para el Convento e Iglesia Dominicana de Doña Mencía y, según consta en las relaciones del catastro de Ensenada de mediados de siglo, en él residían 23 sacerdotes, 9 legos más 4 seglares. Además el número de propiedades y rentas que percibían el Convento no era, en absoluto, desdeñable.

La Desamortización de Mendizábal de 1837, con la subasta pública de los bienes de las órdenes religiosas, supuso un duro golpe para el Convento de Doña Mencía y una gran parte de sus antiguas dependencias pasaron a manos de particulares. En 1887 se desploma parte de la bóveda central y poco más tarde, en 1895, se hunde el tejado del camarín de Jesús. La iglesia parroquial de Doña Mencía no entraría con buen pie en el presente siglo y las palabras de Montañez Lama, en 1901, reflejan a las claras el pesimismo sobre el viejo templo menciano: Dios haga que el siglo XX sea más feliz para la Iglesia de Nuestra Señora de Consolación de Doña Mencía que el que acaba de terminar.

Pero el viejo templo menciano no resistiría los embates del siglo XX y en la mañana del 14 de septiembre de 1932, durante la II República, el mismo día de la fiesta de Jesús, las llamas extendieron el pánico entre la población. Nunca más se volvió a recuperar y lo poco que quedó fue derrumbándose poco a poco. Más tarde, ya en fechas recientes, la fachada fue demolida con el objetivo de restaurarla adecuadamente y embellecer el conjunto de la Iglesia y Paseo viejo de Doña Mencía, lo que puede comprobar el viajero cuando se acerca a este lugar tan singular.

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