domingo, 20 de julio de 2008

Mencianos en los campos nazis, 02

Juan Córdoba Moreno, muerto en Burdeos en 1967

Nosotros queríamos hablar con Pedro Córdoba Navas y Josefa Moreno Lucena, su esposa, sobre Pedro Navas Caballero, hermano de la madre de Pedro Córdoba, del que, pocos meses antes, nos había llegado la noticia de su muerte en el campo de Gusen, uno de los muchos komandos del temible campo nazi de Mauthausen, por el que pasaron más de 10.000 españoles hasta su liberación el 5 de mayo de 1945 y en el que dejaron su vida más de 5000. De hecho Pedro y Josefa (Pepa) habían asistido como invitados a los actos que se celebraron en Mauthausen, como homenaje a los españoles deportados en ese campo, el día en que se cumplían 60 años de su liberación, con la presencia del presidente Rodríguez Zapatero.

Pero no sólo hablamos de Pedro Navas Caballero. En la amable conversación que mantuvimos en su casa en aquella fresca mañana de agosto de 2005, Pedro Córdoba quiso contarnos cosas también de su padre, de Juan Córdoba Moreno, quien, como muchos otros mencianos de izquierdas, huiría del pueblo cuando llegaron hasta aquí los ecos de los graves sucesos de Baena de finales de julio de 1936. Su nombre de hecho figura en el listado de cabezas de familia que huyeron del pueblo –se han ausentado de este (sic) población y no han regresado a la misma- y que se remitió a Queipo de Llano el 17 de septiembre de ese año. Con el número 52 aparece el nombre de Juan Córdoba Moreno, domiciliado en la calle Jaén 55 y a continuación se expresa que: se dice marchó para Jaén. Con el número 53 aparee Manuel Córdoba Moreno, domiciliado en la misma calle en el número 53. De éste también se dice marchó para Jaén. ¿Cuántos fueron del pueblo en aquellos días de finales de julio y principios de agosto de 1936? El número de cabezas de familia que figura en la lista antes citada es de 98, lo que nos hace suponer que la cifra total de personas que huyó de Doña Mencía superaría las 400 personas, ya que en la mayoría de los casos marchó la familia entera, como es el caso de la familia de Manuel Jiménez Montanés, que según me contó Ascensión Fernández-Pacheco, fue alojada por su padre en Manzanares, al saber que su familia tenía lazos con gente de Doña Mencía.

Juan Córdoba Moreno

Mi padre llegó a ser sargento durante la guerra –nos decía Pedro- y quedaría sordo tras nueves meses de hospitalización. Como tantos españoles defensores de la legalidad de la República se exilió a Francia y ya no volvería jamás a España. Estuvo recluido, según le contó a Pedro más tarde, en el campo de internamiento de Barcarès, al sur de Francia, por donde pasaron también otros republicanos mencianos como Andrés Priego Ojeda y José Lama Priego. Según nos cuenta Secundino Serrano (“La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler 1939-1945, Aguilar. Madrid 2005, pág.23) “La prensa francesa de derecha y extrema derecha desempolvó todos los tópicos, y en su intemperancia verbal tildaba a los republicanos de ladrones y asesinos. La fama de victimarios perseguía a los españoles, así como dos calificativos repetidos de forma machacona: indeseables y cobardes”. Las condiciones de vida en estas cárceles de arena –como les llama Secundino Serrano- fueron durísimas, tanto en Barcarès como en Argelès y Sain-Cyprien, que acogieron entre 65.000 y 90.000 españoles cada uno. Y a mi padre también le dijeron que si quería volver a España, que Franco lo acogería con los brazos abiertos. Pero no fue así. Se escapó del campo con ayuda de los soldados franceses, y acompañado de otros españoles cruzaría el río y, tras encontrar algo de comida y estar durante tres días escondido, llegaría hasta París. Yo lo visité en los años 50 cuando estaba internado en un sanatorio cerca de Burdeos. El hombre de la pensión en la que me alojaba me denunció y a través de un intérprete chileno les dije que yo tenía un tío casado con una francesa a cuyo marido habían matado los alemanes. Gracias a la mujer de mi tío Marcelo Navas Caballero, aunque en Doña Mencía le llamaban Domingo, conseguí que me hicieran un contrato para cuidar jardines. Allí estaría durante cinco meses.

Juan Córdoba Moreno en el sanatorio cerca de Burdeos en los años 50

Regresé a Doña Mencía y al segundo año de estar casado, cuando empezó lo de la remolacha en el 1962 me fui a Francia, a Chàlons-Sur-Marne, en la Champagne, muy cerca de Reims. Cuando llevaba cinco meses trabajando recibí un telegrama en el que se me comunicaba la muerte de mi padre cerca de Burdeos. Desde Reims cogí un tren dirección a Burdeos y desde aquí en taxi hasta el pueblo donde estaba mi padre de cuerpo presente y en el que me esperaba mi tío Marcelo. Al entierro acudirían dos mencianos que estaba exiliados en Francia. Mi padre murió en 1962 con 57 años.

Marcelo Navas Caballero y Juan Córdoba Moreno

Nota: mi mayor agradecimiento a Pedro Córdoba y a Pepa Moreno. Y, por supuesto, este pequeño trabajo no hubiera sido posible sin la colaboración de Esteban Luque Tapia.

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