domingo, 4 de enero de 2009

El Ayuntamiento decide en plena guerra civil poner en marcha un orfanatorio en el Castillo para acoger a los numerosos niños huérfanos

¿Cuántos niños quedaron abandonados en Doña Mencía tras la huida de los republicanos mencianos a finales de julio de 1936? El hecho de que en plena guerra el ayuntamiento decidiese poner en marcha la creación de un orfanatorio cuya cocina fuese capaz para la elaboración de comidas a ciento cincuenta plazas, da idea del grave problema que se les había presentado a los ediles franquistas. En la reunión celebrada a finales de septiembre de 1937, en la que se ha incorporado Gregorio Sánchez Mohedano como secretario interino –ya hablaremos de la inquietud cultural desplegada por él durante su larga estancia en Doña Mencía- se alude a los trabajos que está llevando a cabo la Diputación Provincial para crear en este pueblo un orfanatorio donde sean asistidos y educados gratuitamente todos los niños huérfanos o abandonados por causa de la guerra. El mantenimiento de mismo debía correr por cuenta del Ayuntamiento, con cargo a las tasas establecidas sobre el consumo de aceite y jabón, y el funcionamiento, en régimen de media pensión, fue contratado con el Colegio de Religiosas Hermanas de Cristo Rey de la localidad, asegurando la educación de todos los niños y todo por la modesta cantidad de una peseta por niño y día. Pero había que dotarlo de una cocina adecuada y del menaje necesario para la misma y comedor y ello también debió correr a cuenta del Ayuntamiento. Por ello, los señores gestores, después de un amplio debate, -leamos con detenimiento la larga perorata que viene a continuación- coincidieron en apreciar el alto concepto social que la instalación del Orfanato representaba, obra que además del espíritu humanitario que encierra -¿dónde estaban los padres de los 150 niños que debían ser socorridos de manera tan humanitaria?- , continua, es de imperiosa necesidad –de eso no había ninguna duda con tanto niño abandonado por el pueblo y mendigando por las calles- en las circunstancias que atravesamos y representa una de las avanzadas del reinado del Pan y de la Justicia hacia el que nos conduce nuestro invicto Caudillo… El nuevo secretario tuvo que acudir, dado el carácter de alto interés del asunto, al artículo 12 del párrafo 3º del Reglamento de Hacienda Municipal, para poder justificar la búsqueda de fondos con los que poder hacer frente al grave problema.

A finales de noviembre del mismo año se descubrieron las lápidas que dan los nuevos nombres de las calles, lo que se llevó a cabo –no podía ser menos- con una gran animación y entusiasmo. El hecho se hizo coincidiendo con la entrega, en la recién nombrada plaza del Generalísimo Franco de Doña Mencía, el día 28 de noviembre de 1937, al Ayuntamiento de una bandera de Falange Española y Tradicionalista de las JONS, costeada por la Agrupación Local de Falange, que supo concentrar a los demás Jefes de la organización de los pueblos limítrofes, autoridades militares y Delegados provinciales de Prensa y Propaganda, procurando un día a la vez que de fiesta curativa (¿) de carácter educativo también, por el acto que se celebró de divulgación de las nuevas normas y doctrinas del nuevo Estado.

Debió ser un acto histórico en nuestro pueblo y seguro que sus ecos llegaron a los muchos mencianos que, por distintas razones no estaban en su pueblo preparándose para la recolección de aceituna. ¡Qué pena que no tengamos una instantánea fotográfica del evento!

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