martes, 30 de junio de 2009

Noticias del primer otoño de postguerra en Doña Mencía

La mayoría de los republicanos permanecían en el pueblo a la espera de ser juzgados, otros estaban detenidos en Cabra, en Montilla o en muchas otras prisiones que surgieron en la España franquista. En una próxima entrada hablaremos de la relación de los soldados republicanos ordenados por quintas especificando su situación personal.

Quedan pocos documentos que nos ayuden a conocer cómo fue aquel verano de 1939 –el primer verano del año de la Victoria, según unos-, aunque conservamos algunos bandos de los meses otoñales a través de los cuales nos podemos hacer una idea de aquella atmósfera de misas, luto y opresión con continuos actos en la Cruz de los Caídos –cuyo monumento se construiría años más tarde junto a la Cruz del Muelle- .

El primero de ellos corresponde al 30 de septiembre de 1939 y en el mismo se ordena que todos los balcones y ventanas del pueblo se adornen con colgaduras –que no deben retirarse en todo el día a pesar de que esté lluvioso- con motivo de la Fiesta del Caudillo. Por la mañana -continua- se celebrará una solemne función religiosa rogando la asistencia –no era necesario, como es obvio, tal ruego- de todo el vecindario. Hay otro bando de 27 de octubre, en este caso para celebrar el día de los Caídos, y de nuevo se invita al vecindario a que ponga colgaduras con crespones negros. Habrá solemne función religiosa y a la salida, ante la Cruz de los Caídos, se depositarán coronas y se descubrirán –así en el original- el nombre de todos los caídos del pueblo (¿de todos?).

Se conservan varios bandos de noviembre de ese año con motivo de la celebración del aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera. En uno de ellos se insta a todos los obreros para que se encuentren a las nueve de la mañana en la Delegación Local –¿el José Antonio de la calle Virgen?- para axistir (así consta en el original) a los funerales que se celebrarán a las nueve y media en la Iglesia Parroquial por el eterno descanso de José Antonio Primo de Rivera y demás caídos de este pueblo. Y, por supuesto, de nuevo todos los balcones y ventanas de todas las casas de Doña Mencía deben llenarse de colgaduras enlutadas. Todo el pueblo en masa estaba invitado a estos funerales y, además, se declara el día de paro absoluto, nadie debe salir al campo abonándose los jornales a los obreros fijos. Pero a la Cruz de los Caídos también debían ir los individuos –incluso perdían la categoría de soldados- procedentes de la zona roja a las cuatro de la tarde de dicho día sin excusa ni pretexto para darles lectura a la lección de José Antonio dedicada a los obreros. Y, otra vez, se invita a todo el pueblo en general para que asista a este acto.


Además de estos documentos que hemos citados se conservan otros tres cuya fecha exacta desconocemos pero que pertenecen al último trimestre del año 1939. En el primero, el sargento de la guardia civil y comandante militar de la plaza, Don Antonio Ferrero Peral ordena que, otra vez sin excusa ni pretexto, todos los individuos procedentes de la zona roja, pertenecientes a los reemplazos de 1937, 1938, 1939, 1940 y 1941 –conocemos sus nombres, como veremos en la próxima entrada- se presenten en el cuartel de la guardia civil. En el segundo bando se comunica que los chicos –así consta en el original- de la Organización Juvenil recorrerán todo el pueblo a las dos de la tarde para recoger la chatarra, como corresponde a buenos aprendices de ecologistas de pro. Y en el tercero, se conserva sólo una copia a mano, se prohíbe entrar en la Iglesia Vieja a tomar maderas y materiales de la misma. El frío del invierno empezaba a notarse. Aquellos que desobedecieren tal orden serán multados y encarcelados. ¡Para no acatarla!

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