jueves, 12 de noviembre de 2020

 

VAE VICTIS! Ay de los vencidos. Doña Mencía 1900-1950


09 Biografías de represaliados mencianos. Letra A (I)

Alcaide Redondo, Alejandro II

¿Quién era don Alejandro Alcaide Redondo? ¿Qué papel desempeñó en la modesta historia de la villa de Doña Mencía desde 1933 en que obtuvo el destino de maestro en ésta hasta su huida del pueblo a fines de julio de 1936? A mi juicio, el maestro don Alejandro Alcaide Redondo es el ejemplo de muchos españoles y españolas que lucharon por una República reformista y laicista y que se vieron desbordados por los radicalismos, sobre todo por un sector de la derecha extrema que lucharía desde el principio por acabar con esa República modernizadora con el uso de la violencia, si era necesario, y que obtuvo el respaldo de una parte importante del ejército, de los grandes propietarios y la legitimación de la Iglesia. Su expediente del consejo de guerra que se le aplicó es con diferencia el más voluminoso de todos los consultados y aunque ya sabemos algo de sus peripecias en la etapa republicana vamos ahora a tratar de conocer en profundidad a este maestro manchego -desconocido para el que esto escribe hasta que mi vecino centenario Francisco (Antonio) Montes Navas me dijo que había sido su maestro, aunque también reconocía que no puso mucho interés en sus lecciones- y el papel que jugó en los días de dominio republicano.

La mayoría de los numerosos conservadores mencianos que emiten su opinión sobre don Alejandro hacen una declaración favorable hacia su persona, excepto el matiz de su republicanismo y su laicidad. Chirrían un poco los informes del comandante de puesto de la Guardia Civil, Antonio Ferrero Peral, y uno de los que emite su compañero el maestro falangista Francisco Blasco Vizcaíno que con fecha del 22 de junio de 1940 anota que “al iniciarse el glorioso Movimiento Nacional se levantó en armas contra el mismo, erigiéndose en jefe de las milicias rojas, a cuyo efecto iba armado con una escopeta de dos cañones y al cinto una canana para los cartuchos, para levantar el espíritu revolucionario de las masas, dirigiéndoles la palabra desde el balcón del Ayuntamiento”. Ya hemos aludido más arriba a la opinión del sargento de la Guardia Civil sobre el maestro de Almagro, expresada en el extenso informe del 30 de octubre de 1939 -Alejandro Alcaide Redondo se encontraba en esos momentos en la prisión de Alcalá de Henares y hasta el 10 de julio del año siguiente no se confirma su ingreso en la prisión de Cabra- en el que, entre otras cosas, señaló que “al iniciarse el Movimiento se levantó en armas contra el mismo y tan pronto como la fuerza de este puesto se replegó por orden superior a Cabra el día 21 de julio de 1936 -luego hasta este día el pueblo estuvo en manos de los rebeldes llevándose a cabo alguna detención, entre ellas la citada más arriba de Fernando Cantero Arjona- les dirigió la palabra a las masas revolucionarias reunidas en la plaza pública diciéndoles que era necesario actuar sin pérdida de tiempo y para ello armaron… por lo que esperaba que el que no tuviese armas se procurase de la forma que fuera.. Él fue el organizador de las Milicias rojas de esta localidad y como tal entregaba armas de las que iban depositando en el Ayuntamiento procedentes de saqueos al personal que consideraba más competente y como es consiguiente de ideas más perversas y revolucionarias, distribuyendo los distintos servicios y personal destinado a la vigilancia de la población registros de domicilios, detención de personas de orden y otros excesos..., fue de los principales y el más activo dirigente de la subversión en esta villa y lo que más prueba su ascendiente en las masas revolucionarias es el que varios amigos del mismo, personas de orden y elevada posición económica no fueron detenidos y otros que lo fueron (serían) puestos seguidamente en libertad por su mediación”. 

Informe que remite el alcalde Juan Roldán el 8 de mayo de 1940 al juez de Cabra sobre la conducta de Alejandro Alcaide Redondo. Fuente: TMTSS. SS.N.º 1919/39. Leg. 529. N.º 18143. Fol. 38.
 

Francisco Ortiz Fernández, en la misma fecha, apunta que según la creencia general don Alejandro, el maestro, no era un “individuo sanguinario y a última hora quería reprimir a las fuerzas que mandaba para que no ocurriesen crímenes en las personas detenidas y de orden, (a) las cuales pusieron en libertad”. Esto también lo ratifica el nuevo alcalde, Juan Roldán, en el informe del 8 de mayo de 1940 que remite al juez de Cabra, cuando matiza que “no parece que de una manera absoluta dominara a la masa”. Y termina indicando que “parece ser” que “ante la amenaza de que entraran en el pueblo las fuerzas Nacionales, las personas detenidas fueron puestas en libertad” y que en ello influyó “dicho individuo”. El jefe de Falange de su localidad natal, Almagro, sin embargo, es duro en su escrito sobre Alejandro Alcaide Redondo apuntando que es “uno de los elementos más destacados de esta localidad por sus ideas marxistas de las que ha hecho alarde públicamente en todos los sitios que frecuentaba, durante su estancia en ésta ha sido uno de estos elementos “tipo culto” al servicio de rojos” y más abajo apostilla que “ha observado una conducta indeseable por sus opiniones tanto de carácter social como religiosas (puesto que era de los que se conoce como “traga curas”) constantemente ha estado haciendo incitaciones al asesinato a los obreros de esta localidad diciéndoles que tenían que dejar la retaguardia limpia de fascistas”.

Pero lo que llama la atención en el expediente de este maestro republicano es el reconocimiento y el aval que recibe tanto del párroco de la villa, Juan Navas Barba, como de sus sobrinos Manuel y Francisco Jiménez Navas, falangistas de la localidad, y de otras personas conservadoras del pueblo como es el caso del alcalde republicano Juan Navas Jiménez, Agustín Vergara Tortosa, Francisco López Jiménez, el farmacéutico Francisco Ortiz Fernández -ya nos hemos referido antes a la visita que le hizo don Alejandro el 18 de julio transmitiéndole tranquilidad-, sus compañeros maestros Juan Romero Barranco y Emilio Ruiz Segura, el médico José Sánchez González, Francisco Salamanca Arrebola, Francisco Campos Roldán, Jorge Urbano Cantero e incluso su compañero Francisco Blasco Vizcaíno que en su informe del 15 de marzo de 1941 expone una opinión muy contraria a lo que se recoge el informe sobre la misma persona y citado más arriba de 22 de junio de 1940. Además, también se conservan en su expediente los avales de dos vecinos de Almagro; el de una de las monjas del Colegio de Cristo Rey, cuyo testimonio mecanografiado también se conserva y los de dos grupos de soldados de la Compañía de Depósito de la 114ª Brigada, donde Alejandro Alcaide Redondo fue Delegado Político por espacio de tres meses. Respecto a estos últimos, en el primer texto, que tiene fecha del 20 de septiembre de 1939 y firmado por seis soldados vecinos de Almagro, se alaba la conducta del maestro manchego indicando que “se manifestaba como amante de una paz inmediata” que se portó con ellos como un hermano. En el segundo, fechado en Villamanrique el 29 de agosto de 1940, cuatro soldados de la misma Compañía apuntan que “a pesar de que dicho señor sabía que éramos de derechas así como nuestras familias siempre nos trató con respeto y afecto”.

Los hermanos Jiménez Navas hacen una acalorada defensa de la actitud de don Alejandro resaltando Manuel, camisa vieja de la Falange y alférez del primer batallón-bandera de la Falange, en su escrito desde Algeciras, que el 20 de julio cuando encarcelaron a todos los falangistas -luego la detención de las gentes de derechas no pudo comenzar el 18 de julio como está anotado en el informe que se envía a la Causa General- se puso el frente de los obreros del Centro “con el propósito de que no ocurriese ninguna desgracia” y ese mismo día, añade, visitó la casa de su tío el cura don Juan Navas para que “no se preocupase y no temiese nada” -sería detenido, según la Causa General el día 25 y dormía en su casa por la noche- y además, añade, que se portó muy bien con los dos hermanos y “la familia iba cada vez que quería a visitarnos y a mi padre cuando se le encontraba en la calle lo consolaba con sus palabras y le decía que nada ocurriría”. Así fue. No pasó lo mismo con algunas de las personas que permanecieron en el pueblo y nunca imaginaban que iban a ser llamados a sus puertas por la noche y nunca más se supo de ellos. Francisco Jiménez Navas escribe dos cartas. La primera está dirigida a don Alejandro y en ella le da sus “más expresivas gracias por lo bien que se portó” con él y con su hermano, sumándose a lo dicho por Manuel, pues si no hubiera sido por él “hubiésemos corrido mala suerte todos los que fuimos detenidos al no haber sido por Vd y por dos o tres personas más”. Otra carta escribe a la tía de don Alejandro, Rosa Gil, en los mismo términos precisando que gracias a don Alejandro no se llevó a cabo en Doña Mencía ningún crimen “ya que con sus palabras apaciguaba a las turbas marxistas”.

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