jueves, 12 de noviembre de 2020

 VAE VICTIS! Ay de los vencidos. Doña Mencía 1900-1950

11 Biografías de represaliados mencianos. Letra A (I)

Alcaide Redondo, Alejandro IV

En su declaración inicial, nada más llegar a Doña Mencía al término de la guerra, el alcalde Manuel Moreno Rosa señaló que tras su regreso al pueblo en la noche del 21 de julio “comenzó la actuación en contra del Movimiento haciéndose cargo de la subversión y estableciendo en el Casino de Labradores el Comité de Defensa de la República organizando las Milicias Rojas, nombrando Jefe de la mismas a don Alejandro Alcaide Redondo e instructor a Fernando Contreras”. Desde el balcón de dicho Casino Manuel Moreno Rosa dirigiría la palabra “a las masas revolucionarias congregadas en la plaza aconsejándoles obediencia y disciplina a los Jefes nombrados en bien de la República y haciéndoles presente que no estuviera en el ánimo de ninguno el molestar lo más mínimo a las personas detenidas ni a sus familiares, que las órdenes de detención de personas de orden, registro de domicilios, incautación de armas y demás hechos cometidos fueron dadas en conjunto, previa deliberación que tuvieron en el Círculo de Labradores citado”. Llama la atención que don Alejandro Alcaide Redondo se dirija a la población desde el balcón del Ayuntamiento y Manuel Moreno Rosa lo haga desde el Casino.

Dos días más tarde, el 22 de julio, de nuevo se reúnen los miembros de la Comisión Gestora Municipal antes citada con objeto de tomar acuerdos “dadas las circunstancias graves en que se encuentra la Patria” en relación con el abastecimiento de subsistencias de esta población, decidiendo que es necesario “averiguar las existencias de harina y consumo diario de pan” y ordenando que “se coloquen dos personas autorizadas por la Alcaldía y tomen nota en las puertas de los establecimientos y panaderías de lo cada comprador adquiera y personas que componen las familias”. Con el fin de evitar que se especule con los productos de primera necesidad se prohíbe que “las subsistencias se expendan a un precio superior al que tenían el día 17 del presente mes” y, además, debido a que “ las existencias de harina no serán suficientes para las necesidades de esta población durante varios días, se acuerda la incautación del trigo existente en los molinos de D. Miguel Jiménez Vargas y Joaquín Malagón entregándola a los panaderos para la fabricación diaria de pan”. También se acuerda que los vecinos de aquellas casas que han tenido enfermos y puedan tener alguna cantidad de medicamentos y ampollas hagan entrega de los mismos para cubrir la falta de ellos. Finalmente se nombra una Comisión de Abastecimiento, que actuará con el visto bueno del alcalde y presidida por el primero de los tres: Dionisio Urbano Moreno, Bernardo Jiménez Montes y Alejandro Alcaide Redondo.

Un día después, el 24 de julio, se reúne de nuevo el Comité (en este caso aparece como Comisión) de Defensa de la República bajo la presidencia del alcalde Esteban Cejudo Montes, con objeto de que la Comisión de Subsistencias dé cuenta de su actuación. Se concedió la palabra al maestro y miembro del Comité, Alejandro Alcaide Redondo, quien “manifestó que se están facilitando diariamente cincuenta kilos de carne para los individuos dedicados al servicio de la población cuya carne se facilita por el tablajero Antonio Martínez Salamanca, sin percibir por ahora su importe y como este señor carece de recursos para seguir administrándola en los días sucesivos se propone por indicación de este tablajero que esta comisión acordara que Antonio Romero Romero, vecino de Zuheros entregara las reses necesarias a cuenta de este Ayuntamiento, “prestándose él a los trabajos necesarios de sacrificio y expedición”. No sabemos si fue necesario acudir al pueblo cercano ya que, y según la declaración que hacen Lorenzo Jiménez Pavón y Juan Lastres Ordóñez, los dos de 37 años y de la misma quinta de 1923, ante el comandante de la Guardia Civil, el primero el 15 de abril y el segundo el 1 de mayo de 1939, junto a Antonio Cañete Moreno y otros más se trajeron de La Nava “doscientas cabezas de ganado vacuno para el consumo de la población”, aunque no recordaba -declararía Juan Lastres Ordóñez más preciso que Lorenzo Jiménez Pavón- cuántas se sacrificaron. Aunque no fue la única requisa que llevaron a cabo esos días ya que también recogerían un jamón de la casa de Juan T. Guisado Jiménez y otro en la de Antonio Jiménez Vargas, “los cuales” -declaró- “nos los comimos alegremente en compañía de otros compañeros”. Y añadiría, el segundo de los citados que, junto a los compañeros citados, estuvieron varios días recogiendo trigo para el abastecimiento de la población, aunque esto lo hicieron, precisa, “por orden del Alcalde”.

Entre las defensas que se hicieron en pro de don Alejandro Alcaide Redondo figura la del hacendado Francisco Campos, fechada el 15 de marzo de 1941, que ya citamos más arriba refiriéndose a que gracias a él se contuvieron las “turbas revolucionarias”, pero en la misma añadió que “cuando había conseguido de los dirigentes marxistas que los presos fuésemos puestos en libertad se presentaron unos elementos rojos forasteros que enterados de lo que pretendía el sr Alejandro Alcaide Redondo llamaron a varios de los mozalbetes de las juventudes comunistas y en unión de ellos recriminaron al dicho señor e incluso llegaron a amenazarle. No obstante y con la exposición consiguiente que suponía contradecir cualquier decisión de aquellas juventudes marxistas pudo lograr que fuésemos trasladados a otro sitio más amplio e higiénico y que nuestras familias fuesen a visitarnos cuando quisiesen”. Se refiere al local de las escuelas municipales de la calle Juan Valera, las las mismas donde impartía clase don Alejandro Alcaide Redondo.

Declaración que Francisco Campos Roldán hizo en favor de Alejandro Alcaide Redondo el 15 de marzo de 1941. Fuente: TMTSS. SS. Nº 1919/39. Leg. 529. Nº 18143. Folio. 42.

En la declaración que hizo el médico José Sánchez en favor del maestro don Alejandro reconoció la defensa que hizo de modo incondicional de las personas de derechas y alud a dos momentos vividos por él que fueron críticos, sobre todo el segundo. En la primera ocasión, que solo sería una confusión producto del momento, cuando iba a visitar a un enfermo acompañado de dos municipales y “al verlo el procesado creyendo que iba detenido hizo saber a los referidos municipales que al declarante no podía molestarse”. Otro día “como hubiera una alarma en el pueblo pretendieron rociar con gasolina la cárcel donde se encontraban detenidos los elementos de derechas y les apuntaron con pistolas, ocasionándose con esta actitud de las masas una ocasión de verdadero peligro, el declarante pidió auxilio al procesado que se lo encontró en la calle y sin pérdida de tiempo se encaminó a donde estaba la cárcel y dirigiéndose primero a las personas que estuvieran tranquilos que no les ocurriría nada y después a las masas que pretendían el hecho criminal y les dijo que aquello no podía hacerse que los presos son sagrados, evitando con esta actitud que las turbas llevaran a cabo sus fatales propósitos”. En una ampliación de la declaración comenta que debido al elevado calor que sufrían los detenidos y después de varias gestiones apoyadas por don Alejandro se acordó trasladarlos, pero cuando se iba a efectuar el traslado varios milicianos protestaron diciendo que “si los presos se trasladaban ellos se marchaban a las trincheras y entonces el procesado dirigiéndose al declarante le dijo: Ve Vd. como no puedo ya hacer todo lo que quisiera”. Pero al final los presos serían trasladados desde el depósito municipal del Ayuntamiento a la cárcel que se habilitó en las escuelas municipales.

Sabemos que a finales de julio y primeros de agosto marcharon también de Doña Mencía el líder comunista Manuel Moreno Rosa y su hermano Eugenio; Justo Salamanca Urbano; Santiago Gómez Tapia e Ignacio Morales Jurado. Y también en esas fechas huyeron de Doña Mencía el maestro don Alejandro Alcaide Redondo acompañado de Pedro Córdoba Moreno que marcharán a Almagro.

Alejandro Alcaide Redondo declarará en Cabra el 15 de julio de 1940 que se fue del pueblo antes de que entraran las “fuerzas nacionales” y que se marchó “hacia Almagro donde se encontraba su familia así como su padre que había desempeñado durante años el cargo de Presidente de Unión Patriótica”. Allí se hizo cargo de una escuela durante siete meses y más tarde de otra en Campo de Criptana hasta el 10 de junio de 1937, “que fue movilizado ingresando en el 1º Batallón de Instrucción de la 63 División que estaba en Extremadura y durante unos cuatro meses estuvo en la Compañía de Depósito, en cuya unidad desempeñó el cargo de Delegado Político accidentalmente durante tres meses y más tarde fue destinado de soldado el Batallón 455 de la 114ª Brigada Mixta”. En el informe de la Guardia Civil de Campo de Criptana se dice “que marchó voluntariamente al Cuerpo de Carabineros, antes de terminar la guerra, cuyo fin le sorprendería en Villanueva de Córdoba”. Pedro Córdoba Moreno acompañó a don Alejandro Alcaide Redondo a Almagro y después pasó a Campo de Criptana, Jaén y Ciudad Real. En Almagro estuvo diez meses trabajando en obras municipales y después en Campo de Criptana el mismo tiempo.

En la batalla de Guadalajara, marzo de 1937, Franco, “decidido a cumplir el objetivo de embolsar Madrid”, recurre a las tropas fascistas italianas aliadas, al mando de Roatta, quienes sufrirían una espectacular derrota a manos del reconstituido Ejército Popular de la República, comandado por Miaja y Rojo, y en la que fue clave la participación de las Brigadas Internacionales XI y XII. Fue la primera victoria republicana de gran resonancia. Allí luchó Antonio Montes Navas, nos decía en el salón de su casa, y desde Úbeda, junto a Manuel Perrete, se fue a Ciudad Real, formando parte de un escuadrón de enlaces, donde coincidió con el maestro republicano don Alejandro Alcaide Redondo con el que se hizo una foto -“nos retratamos juntos don Alejandro, Pedro Córdoba y José Durazno”, me dijo en una de las muchas conversaciones que tuve en su casa- y fue partícipe de la victoria de Guadalajara junto a otros paisanos.



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