martes, 28 de agosto de 2007

Doña Mencía en la antesala de 1898 (III)



A cambiar el nombre de las calles
El Ayuntamiento de la época (1893-1897), como será demasiado frecuente en etapas posteriores y al socaire de los distintos cambios políticos, decide llevar a efecto una medida que nos concierne todavía. Así, y con fecha de 5 de noviembre de 1895, el Sr. Presidente de la Corporación municipal afirma que nada tan noble para un pueblo culto y civilizado como la manifestación constante de admiración, cariño y respeto hacia aquellos varones ilustres que por sus grandes méritos y elevados talentos fueron y son honra de las patrias en que vivieron y del pueblo que los vio nacer; por lo que inspirado en este sentimiento y deseando que esta población tribute un cariñoso y eterno recuerdo no sólo a su preclaros hijos sino a todos aquellos que por sus relevantes dotes se han hecho acreedores a tan merecida distinción; proponía que sus nombres figuren en la rotulación de calles y plazas, sustituyendo los que nada conmemoran… Demasiada grandilocuencia, es verdad, pero cuando haya que animar a los pobres soldaditos que iban derechos a una carnicería segura se exagerará aún más.

Y se cambia el nombre de muchas calles del pueblo –algunos de ellos todavía permanecen-. Veamos: la calle Barranco es ahora la calle Prim; la de Sacramento será Obispo Cubero; la Vuelta de Sacramento tomará el nombre del político egabrense Sánchez Guerra y la del Pilar de Arriba se llamará Martínez Campos por el general del golpe de Sagunto de 1874; la del Pósito cambiará por Juan Valera –poco después reciben por vía férrea los dos letreros lujosamente hechos en mármol para la misma, los cuales han sido generosamente regalados a este Municipio por el Excmo. Sr. Marqués de Cabra y que se conservan en el Museo Local; la calle Nueva se llamará calle Baena y la de Arriba, Alfonso XIII –cuántas vueltas se ha dado con el nombre de esta calle, pues más tarde, ya en el período franquista, se llamará José Antonio Primo de Rivera y ahora está dedicada al gran poeta Antonio Machado, aunque la gente del pueblo la sigue llamando por su nombre original; la del Reñidero tomará el nombre del patrón del pueblo San Pedro Mártir –cuya fiesta y refresco seguía financiando el Ayuntamiento- y el de la calle de la Tienda será sustituido por el nombre actual de Cervantes, así como el de la calle Lagartos que se cambiará por el del gran descubridor Cristóbal Colón.

Interpretando los sentimientos bélicos del vecindario…
Pero pocos imaginaban el desastre que se avecinaba y el sorteo de las quintas seguía aterrorizando a la población. En 1893 son llamadas las tropas reservistas para luchar contra la sublevación de Melilla y el señor Alcalde decide que en vista de la conducta patriótica seguida en casi todos los pueblos de la nación con los reservistas llamados a sus cuerpos para formar parte del ejército de operaciones en África, había dispuesto que en vez de los cincuenta céntimos de socorro que debía de dárseles con arreglo a las disposiciones vigentes, se les socorriera con cinco pesetas a cada uno interpretando así los sentimientos bélicos de este vecindario a favor de aquellos que en justa defensa de su patria son separados de sus familias proponiendo a la vez que para aliviar la situación aflictiva en que quedan gran parte de las mujeres e hijos de los reservistas casados se formase una comisión en el seno de este Ayuntamiento que en unión del Sr. Cura Párroco de esta villa y personas de significada probidad y sentimientos filantrópicos se hiciera una cuestación al indicado objeto. Así se entendía la solidaridad en aquellos tiempos. Mucha más necesitaron los que marcharon a Cuba en septiembre de 1897, a los que también se les socorre para el viaje, pues el Estado no les había abonado gasto alguno a pesar de prestarse gustosos (sic) a derramar sangre en defensa de la patria en lejanos terrenos y de mortífero clima. La verdad que, en esto último, en lo del mortífero clima, no le faltaba razón al señor Alcalde, pues a lo largo de los tres años de guerra en Cuba y Filipinas, de los 200.000 soldados que embarcaron, 59.000 murieron por enfermedad y sólo 40.000 por acción de guerra.

Las actas capitulares de la época están llenas de referencias a arrendamientos de impuestos y la cobranza de los mismos, pero una gran parte de las actas de reunión están dedicadas a los quintos. El 14 de febrero de 1897, y bajo la presidencia de don Calixto Vargas, se llevó a cabo el sorteo en el que se incluían mozos que iban, en su mayoría, a ser carne de cañón en defensa de las colonias ultramarinas. En el Salón de Plenos se situaron dos globos, uno contenía los nombres de los mozos y otro el de los números. Dos niños menores de diez años –la inocencia que no falte- extraían las bolas fatídicas y curiosamente Francisco Córdoba Gómez, del reemplazo de 1896 y que tenía el número 17 de alistamiento, es el primer nombre en salir y además le correspondería el número 1. Mala suerte, como la de la mayoría de los pobres mozos que no tenían influencias y muchas de cuyas familias se arruinaban por redimir al hijo. Y eso que se guardaban las formas de un sistema que era totalmente injusto y que reflejaba a las claras la desigual situación de la sociedad española. Así, y para el sorteo que hemos comentado, el médico titular de Doña Mencía, don José Jiménez Ortega así como el regidor Síndico don Domingo Barba Muñoz pidieron no intervenir en la clasificación y declaración de los soldados por estar ligados con algunos mozos por lazos de parentesco.


La lucidez de don Juan Valera
En 1895 empieza don Juan Valera a redactar Juanita la Larga, una de las mejores del escritor y además ambientada en nuestro pueblo, Villalegre. Una novela de costumbres donde se cuentan los amores de un hombre, cada vez más viejo, hacia una joven resuelta. Pero Valera, que veía acercarse su final –moriría en 1905- al mismo tiempo que hablaba con pesimismo de lo que estaba aconteciendo en Cuba, cuya rebelión había intentado impedir desde su destino diplomático en Washington, por otro lado lanzaba el año siguiente, en un artículo titulado Los Estados Unidos contra España, un mensaje de esperanza respecto al futuro del país: “¿Quién sabe si el sacudimiento terrible que tendrá que producir esta guerra no será una crisis saludable que nos levante de la postración en que estamos y nos coloque de nuevo entre las grandes naciones del mundo? Unidos a todos en un esfuerzo común, olvidaremos nuestras divisiones de partidos, nuestras rencillas políticas y nuestros desventurados regionalismos. No seremos republicanos ni carlistas; canovistas ni sagastinos; pero seremos ministeriales todos, y no nos jactaremos de ser aragoneses, catalanes, castellanos o vascos, porque todos seremos españoles”. Así, cien años después, Valera aparece no sólo como un gran escritor sino como un lúcido hombre y con una gran visión de futuro. Valga este homenaje al gran escritor al final de este breve trabajo sobre la Doña Mencía de hace 100 años.

lunes, 27 de agosto de 2007

José María Ruiz Vargas en la UIMP

Nuestro paisano, José María Ruiz Vargas, Catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid participa en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, con la conferencia inaugural del curso "La representación literaria de la memoria", que comienza hoy, lunes 27 de agosto de 2007. El título de la conferencia de José María Ruiz Vargas es: "Memoria, tiempo e identidad personal". Además de José María, considerado un experto en psicología de la memoria, participan en dicho curso personalidades muy relevantes como Mauricio Wiesenthal, José María Pozuelo Yvancos, Catedrático de Teoría de la Literatura Universidad de Murcia que disertará sobre "La guerra civil española en la memoria narrativa", Lidia Falcón O´Neill y Carlos Castilla del Pino, entre otros.

sábado, 25 de agosto de 2007

Doña Mencía en la antesala de 1898 (II)

La filoxera y los motines sociales

No eran buenos tiempos y los graves problemas podían hacer que el frágil equilibrio se rompiera con relativa facilidad. Habían pasado los buenos años del viñedo y la filoxera hacia estragos en las vides mencianas –que formaban la principal riqueza de este reducido término municipal-. Por ello, la clase jornalera de esta población, así como la industria y el comercio y en general casi todas las clases, salvo excepciones, se encontraban en estado precario y la sequía de 1894 complicaba las cosas aún más. Por ello se decide emplear 250 pesetas en el arreglo de los caminos vecinales y solicitar a la Diputación que condone parte del importe que se adeuda. Pero los motines estallaban, sobre todo en una sociedad demasiado fragmentada y con un sistema fiscal tan injusto en el que el fraude era la norma entre los poderosos que controlaban la vida municipal de los pequeños pueblos como el nuestro. Así e inesperadamente, cuando el alcalde de la localidad se encontraba fuera del pueblo, en la noche del 12 de septiembre de 1893, un grupo compuesto en su mayor parte de muchachos y un corto número de hombres del pueblo se concentró frente a la Posada donde se alojaba el agente ejecutivo de las Cédulas personales, al que acompañaba su hijo, y empezó a prorrumpir en gritos e improperios contra el mencionado agente, lo que en un primer momento fue acallado por la Guardia Civil con frases de persuasión y amonestaciones públicas. Pero la cosa no paró ahí, y poco después fue a mayores. Así, el grupo se hizo más numeroso y empezaron a arrojar piedras sobre la puerta y ventanas del edificio en donde lograron penetrar, arrebatando al Agente la documentación que para el desempeño de su cargo conservaba en su poder, lo que arrojada por el balcón fue rota y quemada por los alborotadores de la calle. El Agente no sufrió ningún daño, contra él no había ningún tipo de enemistad, pero las 800 pesetas que había recaudado desaparecieron y la Guardia Civil sólo pudo recuperar 30. La algarada continuó en la noche del día siguiente cuando un grupo de mencianos se concentró en las puertas del Ayuntamiento pidiendo la libertad de los detenidos.

Un pañuelo de Manila y unos pendientes de oro
Las aguas volvían a sus cauces y la nodriza doña Felipa Gómez recibe la suma de cincuenta y ocho pesetas y treinta céntimos para la lactancia del expósito Antonio Barba Luna, correspondientes a las nóminas de marzo y junio. También se concede un socorro de diez pesetas a María Josefa Jiménez Luna con el fin de poder atender los gastos de conducción a los baños de mar que los facultativos de esta villa han prescrito para su hija enferma. Sigue sin aparecer, con fecha 28 de noviembre de 1895, el agraciado con un pañuelo de Manila y un par de pendientes de oro que se rifaron hace tres años y visto lo cual se decide sortearlos de nuevo dedicando su importe a repartir pan entre los pobres de la localidad, descontados los gastos, por supuesto. Y el Ayuntamiento tampoco se olvida de los buenos escolares y se compran puntualmente los premios para los exámenes semestrales. El reloj público se encuentra desde algún tiempo inutilizado y a mediados de febrero de 1894 es extraído un cadáver del pozo denominado Martinete. Además, muchos comerciantes y tenderos eran reacios a utilizar el nuevo sistema métrico decimal y el Ayuntamiento los amenaza con una multa cuantiosa si siguen utilizando el sistema antiguo.

Doña Mencía en la antesala de 1898 (I)


Calle Virgen
Cargado originalmente por agomezperez7

Un pueblo es estado de obras permanente
Cuando escribí este artículo –en agosto de 1998- sobre Doña Mencía entre los años 1893-1897, no había leído la rica correspondencia valeriana y aunque al final del texto hay una cita del gran escritor no imaginaba el rico y abundante epistolario de nuestro paisano. Sería interesante completar y dar a conocer a través de este blog tanto lo hecho hasta ahora por el padre Alfonso Sánchez y por éste y José Jiménez como lo que encierran las cartas de Valera conocidas y la rica información y las numerosas referencias que hay sobre Doña Mencía en ellas. Pero vayamos a otra cosa. Os transcribimos el artículo, al que se aludía más arriba sobre Doña Mencía en los años 1893-1897 a través de la importante información que guardan las Actas Capitulares de estos años.

Don Baldomero Jiménez Barba no esperaba que el Ayuntamiento fuese tan generoso y que los concejales amaran tanto la música. Él se había brindado sin retribución alguna a que la banda que tenía bajo su dirección tocara los domingos y días festivos en la Plaza y paseo de la Villa, debido a la notables afluencia de público en los días de verano por lo que la Corporación acuerda costear un tablado para la banda municipal. Pero la cosa no quedó ahí y al mes siguiente, en agosto de 1893, y ante la petición presentada por el director de la Banda, los ediles también se muestran favorables a comprar algunos instrumentos más ya que a consecuencia de su falta el repertorio era muy limitado y varios alumnos no podían asistir a la academia municipal de música. Así, incluido en el capítulo de imprevistos y por un valor bastante considerable para la época -514 pesetas-, se decide comprar un requinto, dos cornetines y un trombón. Pero no todo era música para amenizar las noches de verano en la Plaza Mayor de Doña Mencía en aquella época tan dura y en la que se avecinaba una crisis que ahora se conmemora. [1]

El lavadero y las fuentes públicas
El lavadero público de la villa, sito y contiguo al Pilar de Abajo, en estado ruinoso y con las cañerías de salida de las aguas sucias obstruidas, se podía conceptuar como un foco de infección y un inminente peligro para el pueblo y para las mujeres que acudían diariamente a lavar sus ropas. Era necesaria su reparación así como la de la mayoría de las calles del pueblo, sobre todo atendiendo a la próxima época de las lluvias en que se forman grandes barrancos y lodazales haciendo algunos sitios intransitables. Además, y de ello se quejaban continuamente los señores capitulares que formaban la comisión local de policía urbana y rural, el vecindario actuaba con bastante descuido y abandono ya que era frecuente arrojar inmundicias, aguas sucias y escombros a la calle, lo que obligaba a dictar ciertas disposiciones. Sobre todo cuando llegaba la época de la matanza y por ello en diciembre de 1895 se acuerda limpiar las calles y paseos de la población que se encuentran muy sucios por las basuras del ganado de cerda. En el verano la situación se hacía más crítica al comenzar las calores propias de la estación por lo que era conveniente, para la higiene pública, la limpieza del paseo y las afueras de la población.

Las tapias del cementerio se derrumbaban con frecuencia; las calles se convertían con las lluvias en unos barrizales intransitables y el empedrado de la mayoría debía ser reparado; gran parte de la cerca del Matadero público estaba derruida y muy deteriorada; había que rellenar los baches que se producían con frecuencia en el reciente camino de la estación férrea; las conducciones de las tres fuentes del pueblo –Pilarito, la fuente de la Plaza Mayor y la del Pilar de Abajo- se obstruían con bastante frecuencia, por cuya causa las aguas vienen enturbiadas y cenagosas; también hubo que reparar el puente de la carretera provincial que conduce de esta villa a la de Zuheros y que llaman de la Cruz del Muelle, así como el de la Junta con uno de sus muros completamente derruido; para colmo, y como efecto de las pertinaces lluvias de 1890 a 1891, también se produjeron corrimientos de terrenos en las trincheras construidas para la instalación de la vía férrea en las Hazas de la Vera, la Torre y Piedra del Mez; y, cómo no, también había que reparar de vez en cuando las Escuelas Públicas como en mayo de 1894, para lo cual se libró una cantidad de 500 pesetas –poco menos que el gasto que se hizo en instrumentos musicales- y también en 1897, puesto que en alguno de los locales era posible que ocurriesen desgracias en los escolares.

La Doña Mencía de finales del siglo pasado se encontraba en un estado de obras permanente. La Iglesia parroquial también se venía abajo y para su conservación el Ayuntamiento pone en marcha una inscripción voluntaria entre los vecinos de la villa y, a fin de demostrar los buenos sentimientos religiosos que asisten a esta Corporación y teniendo en cuenta el laudatorio fin que se persigue, decide encabezarla con cincuenta pesetas.
[1] Este artículo ha sido elaborado a partir de la información contenida en el Libro de Actas Capitulares correspondiente a los años 1893-1897. Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía (AHMDM), Reg. 186. Leg. 21 Exp.1

lunes, 20 de agosto de 2007

Toros en Doña Mencía


Toros en Doña Mencía
Cargado originalmente por agomezperez7
Toros en Doña Mencía. A mediados de los años 40 del siglo XX.
Fuente: Archivo El Bermejino.
La fotografía fue tomada en la explanada situada en la parte superior de la actual Bodegas Luque. Ese día torearon en Doña Mencía tres aficionaddos mencianos: Antonio Sequeira Martínez, Francisco Jiménez Jiménez y Juan Manuel Jiménez Barriuso. El que camina hacia nosotros quizá sea Antonio Sequeira Martínez "Antoñejo". Esta información ha sido facilitada por Juan Jiménez Urbano, amigo de los toreros y que asistió a la novillada, aunque no recuerda muchos detalles de la misma por su corta edad cuando se produjo un acontecimiento tan importante para Doña Mencía. No es seguro pero quizá la novillada se celebró con motivo de las fiestas de Jesús.

jueves, 16 de agosto de 2007

Vista de Doña Mencía desde la Vía Verde.

Vista de Doña Menćia desde la Vía Verde hacia Cabra. Al fondo, a la derecha La Serrezuela y a la izquierda el cerro de San Cristóbal que guarda restos de un recinto de época ibérica (siglos VI a.c. - II a. c). Ya no quedan vides en torno a la Serrezuela.

martes, 14 de agosto de 2007

Las raíces de don Juan Valera (V)

Algunas historias sobre los Alcalá y los Valera en Doña Mencía
Como apuntamos más arriba, en la segunda mitad del siglo XVIII, el cargo de alguacil mayor casi siempre estuvo en manos de un miembro de la familia Valera y por ello, expuesto no sólo a las críticas verbales a su condición de alguacil o a la familia que pertenecía, sino que en ocasiones fue agredido por alguno de los encausados en algún proceso judicial. También hay noticias en los numerosos sumarios criminales que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía sobre algún miembro de la familia Galiano. Así, en la mañana del 21 de julio de 1760,1 en la calle Arriba de Doña Mencía se lió una trifulca entre Francisco Muñoz, sargento del regimiento de milicias de Bujalance, y el cochero de don Juan Joseph Roldán Galiano por un asunto de perros –al parecer uno de ellos lanzó una pedrada al perro del otro- y en la refriega verbal se dijeron de todo. Pero, según se deja a entender en el proceso, el motivo de la disputa venía por las rencillas y envidias que existían entre la familia Muñoz y la familia Roldán Galiano, pues un miembro de la primera había dicho de Juan Joseph Roldán Galiano que era “un mierda a pesar de que tuviera hechas siete pares de pruebas”. Como vemos, la condición nobiliaria y los privilegios que ella conllevaba eran criticados en numerosas ocasiones. También la familia Valera sufrirá duras acusaciones, como veremos más abajo.

Pero en 1763, don Juan Miguel Valera, alguacil mayor de la villa no recibirá sólo acusaciones verbales sino algo más duro. Así, y cuando a eso de las tres de la tarde del 2 de enero de 1763,2 y mientras se pregonaban en la plaza del Pradillo –este mismo nombre lo utiliza el escritor cuando en una de sus cartas nos describe la feria de Jesús Nazareno del año 1872- los impuestos de tabernas, “el de carnicerías y el de cientos del viento”, apareció Félix de Vera diciendo “que lo que se estaba pregonando eran embustes como los del año pasado”. Fue replicado por el alguacil, don Juan Miguel Valera, pero los ataques de Félix no arreciaron llamando embustero a éste y a todos los capitulares que formaban la corporación. Y cuando va a ser prendido por la autoridad, Félix de Vera sacó una navaja y le tiró dos veces con ella resistiéndose con mucha furia.

Cuatro años después3 otro miembro de la familia Valera, don Juan Thomas Valera, también alguacil mayor, cuando, acompañado de uno de sus ministros, se disponía a cobrar las rentas municipales y, debido a que le movió el vientre a orinar, sorprende a un hortelano de Cabra, alias Corrales, en el patio de de una casa de la calle Abajo con una vecina de estado honesto. Don Juan Thomas Valera estaba de ronda por las calles del pueblo en la mañana del 1 de septiembre de 1767 auxiliando al depositario, Gerónimo de Corpas, en la cobranza de los reales efectos, cuando llegó a la casa de Francisco de Tienda, Corrales, en la calle Abajo -actual Juanita la Larga-. Allí estaban sentados en conversación el tal Francisco y su mujer en las puertas de sus casas y habiendo tomado asiento también el alguacil para el abono del repartimiento que se estaba cobrando “le movió el vientre a orinar con cuyo motivo tomó para el corral y abriendo la puerta se halló con un hombre a la parte de afuera con una capa a los hombros y junto a él Juana de Tienda, de estado soltera ...“ El alguacil llamó inmediatamente al depositario cobrador quien declarará posteriormente que la mujer se “hallaba sin mantilla ni otra alguna cosa que le cubriera, arrimada a la pared junto al quicio de la puerta.” ¿Qué hacían allí aquel hortelano de Cabra, de 50 años y casado, con Juana de Tienda, soltera? ¿Cómo había entrado Juana a aquella casa? ¿Sabían esto los dueños de la casa? Y los vecinos de la calle Abajo, ¿estaban al tanto de la relación entre el hortelano de Cabra y Juana? Al no existir pruebas contundentes contra los denunciados, el teniente de corregidor decide en el auto final apercibir al hortelano para que a partir de ahora “cese en todo comercio” con Juana de Tienda y con “superior motivo en sitios ocultos para evitar toda sospecha de presunción” y también se apercibe a Francisco de Tienda y su mujer para que cuiden de “que en sus casas no se introduzcan personas que estén segregadas del regular lícito comercio”.

Motín en la cárcel e injurias graves a los Valeras
Pero la acusación más grave que recibirá el alguacil mayor, don Juan Thomas Valera, y su familia se produjo el 30 de mayo de 1769 cuando se disponía a sacar de la cárcel de la villa a Cristóbal Muñoz para trasladarlo a la de Córdoba, éste, en colaboración con Joseph de Priego, reo de la muerte dada Joseph Cantero, se atrincheró en la misma apuntalando la puerta con piedras para impedir la entrada al alguacil mayor que, según la acusación del detenido, le lanzó una cuchillada en el pecho. Al llegar noticias de lo que sucedía a los oídos de la familia, la hermana, la novia y la madre acudieron a la plaza del Pradillo y “...con descompuestas voces, exclamaciones y escándalo no cesaron de proferir maldiciones e improperios contra todas las personas...” y una vez que el detenido pudo ser sacado de la cárcel, a eso de la una de la noche, “...en un mulo asegurado con un par de grillos y unas sogas, quien iba diciendo mil palabras denigrativas, y su madre, hermana y mujer en altas voces decían: ¡Esos valerillas y ese alguacil mayor, vadulaque de mierda, ensambenitados en la iglesia de Castro, que soy y somos mejores que ellos y lo puedo justificar y si lo agarro entre las manos lo había de quitar la vida y ese corregidorcillo de basura que permite tal hombre por alguacil mayor ...!”. Otro testigo precisará que oyó en la calle a “…unas mujeres que no conoció que le decían al alguacil mayor en altas voces que era un siquitraque, varruntafríos y valerillas de mierda que eran mejores que todos ellos y que quien quiera saber quiénes eran fueran a Castro a Los Lamparones que están y son sambenitados...”.

Más tarde, don Juan Thomas Valera Roldán , regidor, Alguacil Mayor de esta villa vecino de ella y Caballero Hijodalgo notorio de sangre presenta una querella “…contra Cristóbal Muñoz y su familia por las palabras que oyeron en la noche del dicho día veinte y nueve del maio pasado contumelosas e injuriosas contra mi honor estimación pureza de sangre e hidalguía”, y aunque los familiares del encausado presenten un escrito en el que se quejan del trato recibido por el alguacil mayor y en el que indican además, que aunque profirieron palabras contra el honor de los Valera quieren precisar que tanto el alguacil mayor como el detenido “…vienen a ser todos unos por descender de unos mismos abuelos…”. Que las voces ofensivas que profirieron, añaden, se hicieron “sin reflexión ni conocimiento porque si lo hubiéramos tenido no pudiéramos haber agraviado tampoco el distinguido y honorífico carácter del referido alguacil mayor cuando sabemos que es uno de los primeros caballeros de este pueblo que se haya recibido por tal como lo estuvieron su padre y abuelo sucediéndole lo mismo por su línea materna como es público y notorio en fuerza de lo cual a mayor abundamiento nos desdecimos...”.

Después el alguacil mayor, en un documento presentado por su representante, Pedro Fernández, se negará tan parentela, “lo que no se opone a que sean de limpia familia, mas esto”, continua, “no abre puerta para que quede sin castigo delito tan grave y a que se subsigan otros detrimentos espirituales y temporales y que el bulgo boraz tenga por zierto, lo que profirieron los dichos reos en orden a los San Benitos que es injuria mayor que se puede hacer a alguna familia limpia como la de mi parte y en quien está radicada la posesión de la hidalguía notoria y como de ella carecen los reos parece tienen aversión a mi parte que puede acreditar con justificación la abundancia de familiaturas que ha habido y hay en sus ascendientes y parientes por todas líneas y la falsedad es el mayor crimen que la humana fragilidad comete y usador la de que mi parte descendía de los Valeras que dijeron estar sambenitados en la parroquia de Castro del Río”. Que se ponga en duda la limpieza de sangre de una familia hidalga es la acusación más grave que se puede hacer en la España todavía de finales del siglo XVIII.

La familia Muñoz insistirá en que el alguacil mayor retire la querella y en otro escrito firmado por Cristóbal Muñoz, cuyo encarcelamiento dio pie a todo el proceso, pide perdón por las palabras dichas a “don Juan Thomas Valera como por las que parece profería contra el susodicho su noble familia de judío (que niego) desde luego, le pido perdón y le suplico me remita y perdón todos y cualesquiera agravios, injurias que resulten dije y con que calumnié públicamente el honor injustificado proceder…” e indica que no se acuerda muy bien de todo lo que dijo pues, durante el tiempo en que estuvo encarcelado, “con los bochornos tan excesivos que hacía tuvo la cabeza muy mala con un poco de vino que bebió con otros presos que había en las reales cárceles de la villa”, pero que, termina, no hay razón que impida el honor y goce de nobleza de los Valera en la villa de Doña Mencía.


En este modesto trabajo sólo hemos tratado de mostrar las auténticas raíces de las dos familias, los Valera y los Alcalá-Galiano, de las que procedía el gran escritor don Juan Valera. Nuestro objetivo ha sido dar a conocer parte de la copiosa documentación que guarda el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía y en la que, en numerosas ocasiones, los protagonistas son miembros de estas dos destacadas familias. Don Juan Valera no olvidó nunca sus orígenes mencianos lo que hará patente en muchas de sus cartas.

Las raíces de don Juan Valera (IV)

Las fundaciones de los Valera: la Obra Pía de Primeras Letras y la dote a parientes pobres

Texto de la creación de la Obra Pía de primeras letras. Testamento de Pedro Valera Roldán. 1717
Y en atención a que muchos días tengo deseado que en el convento de señor Sto Domingo de esta villa haya dos religiosos que se apliquen el uno a dar estudio de gramática y el otro a la enseñanza de la Doctrina Cristiana y primeras letras a los hijos de los vecinos de esta villa que a esto se quieran aplicar sin que se les lleve interés alguno y por se necesario Licencia del R P. Pr de esta Provincia de Andalucía de dicha orden, tengo comunicado este ánimo y buena Intención con el M. R. P. Maestro fr Fernando Curado Prior de dicho convento para que lo de a entender y comunique con dicho Padre Provincial y como ofrezco para este efecto y manutención de dichos dos maestros religiosos Dos mil Ducados y mas seis mil reales de vellón todo para que se hagan en dicho Convento y parte que más convenga dos cuartos decentes donde estén dichas escuelas divididos para cada una el suyo por lo cual es mi voluntad que conseguida dicha licencia para haber de entrega dichos dos mil ducados a dicho Convento y se haga dicha obra mis herederos consulten esta disposición con Abogado de ciencias conciencia que de su parecer en la conformidad que dicho Convento se a de obligar con sus vienes y rentas al cumplimiento de esta obligación y formalidad ...

Pero la Obra Pía de Primeras Letras, fundada por don Pedro Valera Roldán, se encontró con varios obstáculos desde sus comienzos. Así en el acta capitular del 26 de abril de 1722 el Cabildo de la villa, “deseando el mayor alivio de los vecinos”, acuerda que el antiguo corral del Concejo hundido, situado al principio de la calle Arriba, se dé para la Obra Pía de Primeras Letras, al haber repudiado el Convento de la villa el derecho que tenía sobre la fundación. En el catastro de Ensenada, además de los censos que le pertenecen, se hace una descripción más detallada de la misma indicando que la casa en la que se imparten las clases está lindando con la plazuela del Convento de la villa.

En el acta capitular del 17 enero de 1774, además de repasar las agregaciones que se han hecho a la Obra Pía para Clases de Gramática y Primeras Letras desde su fundación hasta la fecha y el inventario de la misma -una huerta en el término de Zuheros y unas casas en Doña Mencía-, se alude a que una gran parte del capital de la fundación “se halla en deudas” por lo que si esta fundación “quedara extinguida esta villa (saldría) perjudicada” y para evitarlo, y teniendo en cuenta que las casas fueron construidas por orden del Ayuntamiento, se nombra al Sindico Personero del Común como diputado “para que pida lo que convenga al bien de este vecindario”. En la reciente publicación del cronista oficial de Doña Mencía, César Sánchez Romero, 1se habla del estado ruinoso en se encontraba el local a principios del siglo XIX.

Dote a parientas
“...Es mi voluntad que por los poseedores del dicho vínculo (el mayorazgo que ha formado con sus hermanos Ldo Salvador Valera Roldán, presbítero y don Antonio Valera Roldán, familiar del santo oficio) se dé perpetuamente en cada un año un dote de cincuenta ducados a una pobre huérfana de padre y madre y aunque los tenga como lo sea de solemnidad que para ayuda a ponerse en estado de matrimonio atendiendo a que sea parienta mía la que lo fuere más cercana y por votos de la persona que tuviere dicho mayorazgo y para su nombramiento se a de acompañar con el corregidor o Alcalde ordinario y del vicario y Prior del Convento de religiosos de Señor Santo Domingo de esta dicha villa...y es mi voluntad que luego que yo fallezca el primer dote de dichos cincuenta ducados que se diere sea a una hija de Francisco de Luque Roldan difunto vecino que fue de esta villa y que está casada con Juan Moreno hijo de Pedro Moreno... (Indica también el nombre de los otras tres dotes siguientes)...”

En el testamento de Pedro Valera Roldán,2 también figuran otras obligaciones de los herederos del mayorazgo de los Valera, entre las que se incluía la de dotar perpetuamente con cincuenta ducados “…a una pobre huérfana de padre y madre y aunque los tenga como lo sea de solemnidad que para ayuda a ponerse en estado de matrimonio atendiendo a que sea parienta mía la que lo fuere más cercana…”. En dicho testamento se indican los nombres de las que deben recibir las primeras dotes. Así la agraciada en primer término fue “…una hija de Francisco de Luque Roldan, difunto vecino que fue de esta villa, y que está casada con Juan Moreno hijo de Pedro Moreno...”.

En 1774 el Procurador Síndico General del Ayuntamiento de la villa de Doña Mencía, un cargo de elección popular instituido por Carlos III con el objetivo de paliar el control que ejercían las oligarquías locales en el gobierno de los municipios, Don Francisco Posadas Muñoz, expone por escrito que “…es de mi noticia que de presente no se cumple con la voluntad del testador…”. Acto seguido se toma declaración al poseedor del vínculo, don Juan Miguel Valera, quien reconoce que en los últimos nueve o diez años no ha pagado dicha dote “…con el motivo de tener cuatro hijas e ir reservando en sí estas rentas o dotes para darles Estado, mediante tiene el ejemplar de que don Juan Santos Valera, otro su difunto tío, poseedor que fue de dicho vínculo, los retuvo diferentes años para entrar, como con efecto entró religiosas a unas primas del declarante…”. Reconocido el hecho, el Procurador Síndico pide se despache un mandamiento de ejecución contra Don Juan Miguel Valera, que es aceptado por el Corregidor, por el valor de las dotes impagadas, y que supondría unos cuatro mil novecientos y cincuenta reales de vellón. Pero el proceso se complica, pues el miembro de la familia Valera, a través de su representante, niega legitimidad al Procurador Síndico para litigar en el proceso y aunque el relevo es tomado por el Padre General de Menores no se consiguió embargar los frutos del detentador del vínculo de los Valera, por el valor de las dotes impagadas, pero si debió presentar las cuentas detalladas de las dotes asignadas desde la fundación de dicho vínculo. Así constan en el mismo documento en el que figuran con todo detalle los nombres de las doncellas agraciadas desde 1718 hasta 1740 (a partir de este año hay mayor confusión en la asignación de los 50 ducados que previó don Pedro Valera Roldán). En el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía se conservan muchos de los árboles genealógicos presentados por las aspirantes y según nos cuenta Montañéz Lama hasta 1887 dicha dote vino pagándose religiosamente.

Las raíces de don Juan Valera (III)


Los Valera, los Alcalá-Galiano y la Iglesia
Tanto los Alcalá-Galiano como los Valera ocuparon cargos importantes dentro del clero y también quisieron manifestar su generosidad con la iglesia apoyando la construcción de capillas en el Convento Parroquial de la villa y ayudando a las numerosas ermitas del pueblo. Todo ello contribuía, lógicamente, a consolidar el prestigio de ambas familias en la villa de Doña Mencía, y el propio escritor, en alguna ocasión,1 aludió a ello. Los trabajos de Montañez Lama del siglo XIX y los más recientes de Antonio Cantero Muñoz no hacen más que confirmar este hecho.2 Según los estudios de este último, el 15 de septiembre de 1742 se otorgó la escritura pública de donación de la capilla de Jesús Nazareno a don Juan José de Alcalá Galiano Flores y Calderón, convirtiéndose en patrono de la misma, mientras que en ese mismo año don Juan Santos Valera Roldán, del que ya hemos hablado con anterioridad, lo será de la nueva capilla de Santo Domingo de Guzmán en el templo que se inaugurará el 7 de octubre de ese mismo año.


Montañéz Lama nos transcribe los textos de las lápidas que había bajo los altares de las mismas. Así, la que había delante del altar de Nuestro Padre Jesús Nazareno:

“Año de 1741. Esta capilla y panteón es del Sr Juan José Alcalá Galiano Flores y Calderón, Caballero del Hábito de Santiago, Alcalde del Castillo y Fortaleza de esta villa de Doña Mencía y Superintendente de estos estados. Y de sus sucesores y descendientes”. Y la otra, bajo el altar de Santo Domingo: “1741. Esta capilla y panteón es del Sr D. Juan Santos Valera Roldán, Rector y Colegial que fue del Mayor de Cuenca de la Universidad de Salamanca. Y de sus sucesores”.

En el testamento de don Pedro Valera Roldán,3 hijo de don Juan Valera Roldán y de Marina Ruiz, Presbítero comisario del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Córdoba, llevado a cabo en el año 1716, se expresa que su deseo es que “su cuerpo sea enterrado en el Convento e Iglesia Parroquial de nuestra Señora de Consolación en una sepultura de las que la Cofradía de la santa Caridad de ella tiene en dicha Iglesia” y en el mismo también se anotan las donaciones a las cofradías de la villa, a las ermitas de San Sebastián, Angustias, Calvario y Santa Catalina y a los doce pobres (seis reales de limosna a cada uno) “para que cada uno lleve su hacha alumbrando y se vistan cada uno con un saco de paño pardo largo con su cola y se les dé de comer aquel día”. También se indican las donaciones que se hacen al camarín de nuestra señora del Rosario “que se está haciendo en el Convento de santo Domingo (200 reales y un lienzo de pintura muy fina de Nuestra Sra de los Siete Dolores) y al altar del santo Cristo de la Humildad (un velo de raso de media nobleza)”.

Pero además, y como ejemplo de la presencia de los miembros de la nobleza en las filas del clero, también están anotadas las donaciones que hace a su sobrino, fray Francisco Galiano, religioso dominico en el convento de San Pablo de Córdoba; a sus cinco sobrinas religiosas, hijas de don Juan Valera Roldán, hermano del testador, conventuales en el de san Martín y las Llagas de Cabra y a otra sobrina, hija de Antonio Valera Roldán, religiosa del convento de Santa Ana de Lucena; a otras dos sobrinas, hijas de Lucía Valera Roldán, también religiosas en Cabra y, finalmente, a otra hermana de las anteriores, religiosa en el convento de Santa Clara de Andújar.

En ocasiones se produjeron graves fricciones entre algunos religiosos del convento parroquial de la villa y algún miembro de la familia Valera, en concreto con don Juan Valera Roldán, alguacil mayor de la villa, quien, como consta en el acta capitular del 10 de octubre de 1682,4 a raíz de la persecución de un hombre que en su huída se dirigió al convento, antes de el alguacil mayor y sus ministros llegaran a la puerta del recinto sagrado “...salieron los padres fray Jacinto de la Torre y fray Acisclo de Puentes y otros religiosos que no conoció por ser de noche diciendo téngase allá que no nos han de ir poniendo guarda todos los días, vayan a ponerlas a sus casas y no nos guarden tanto. Y diciendo esto el padre fray Jacinto de la Torre se arrimó a su merced y el dicho fray Acisclo dándole de empujones que por ser en lugar sagrado y ser sacerdote el dicho padre fray Jacinto no le sucedió muy mal con él...”. Pero el asunto no acababa ahí pues en otra ocasión en “...los días pasados los padres fray Francisco Ramírez, fray Nicolás de Ávila y fray Acisclo de Puentes salieron del dicho convento a deshora cargados de armas de fuego y disfrazados a buscar a Andrés Francisco de Montes y Diego de Cuevas para quererlos matar sobre excusar el que el dicho Diego de Cuevas contrajese matrimonio con una mujer principal de esta villa...”. El cargo de alguacil mayor de la villa de Doña Mencía casi siempre estuvo detentado por un miembro de la familia Valera y por ello, y como veremos más abajo, son muchos los incidentes en los que se verá implicado algún miembro de esta familia de hidalgos mencianos quienes recibirán en algunas ocasiones críticas a su condición nobiliaria.

Las raíces de don Juan Valera (II)



A mediados del siglo XVIII y, de acuerdo con los datos que nos suministra el interesante Catastro de Ensenada de 1751, entre los vecinos hidalgos de la villa que figuran en el censo de Seglares aparecen los siguientes miembros de las familias Alcalá, Galiano o Valera: don Juan de Alcalá Galiano Flores y Calderón, casado de 56 años, Caballero de Santiago, gobernador del estado de Baena y Alcaide del Castillo y Fortaleza de Doña Mencía y que en 1765 se convertiría en el primer marqués de La Paniega; el corregidor don Clemente Galiano Romero, viudo de 54 años; don Jacinto Roldán Galiano, casado de 23 años; don Juan Joseph Roldán Galiano, familiar y Alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Córdoba; don Juan Miguel Valera, de 25 años; don Diego Alfonso Valera Roldán, casado de 45 años, y, finalmente, don Pedro Joseph Valera Roldán, casado de 46 años, Alguacil Mayor y Alcaide de la cárcel.

A esta lista debemos añadir a doña Victoria Galiano y a doña Gerónima de Alcalá Galiano, de estado honesta. Entre los forasteros que figuran en el libro de Haciendas de seglares aparece doña Josepha de Navas Galiano y don Antonio Galiano, hijo de don Joseph Galiano, vecino de Cabra, quien en una nota que se indica se expresa que ya es vecino de Doña Mencía.

Como vemos los apellidos Alcalá, Galiano, Valera y Roldán aparecen unidos en muchos casos, lo que expresa la endogamia que existía entre el núcleo de reducidos hidalgos que residían en la villa de la subbética cordobesa en el siglo XVIII. No en vano los apellidos del escritor ya se habían unido con anterioridad, pues en 1700 Juan Raimundo Alcalá-Galiano se casó con María Valera Roldán.1

En los libros del censo y haciendas de eclesiásticos del Catastro de Ensenada de 1751 también encontramos a miembros destacados de la familia Valera Roldán, como don Salvador Antonio Valera Roldán, Presbítero y Comisario del Santo Oficio y administrador de la capellanía fundada por don Juan Valera Roldán, y don Juan Santos Valera Roldán, clérigo de menores órdenes, colegial huésped en el mayor de Cuenca, quien tiene tres criados (un mayordomo, un espensero y otro para cuidar el caballo) y dos criadas.

De entre todos ellos destaca la personalidad de don Pedro Antonio Valera Roldán, presbítero, quien según consta en su testamento de 1716, fue uno de los fundadores, junto a sus hermanos don Juan Valera Roldán, presbítero y don Antonio Valera Roldán, familiar del Santo Oficio, del vínculo de una Dote a Parientas e impulsor de la creación de una Obra Pía de primeras letras. También se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía una copia, fechada en 1771, de la fundación del mayorazgo de la familia Valera que data del 23 de mayo de 1704, a nombre de don Pedro Valera Roldán y sus dos hermanos, don Salvador y don Antonio Valera Roldán. En dicho documento se expresa, entre otras condiciones, que “cualquiera que haya de poseer este mayorazgo ha de conservar los apellidos de Valera y Roldán y que tenga obligación de firmarse dichos apellidos juntos”. 2

Tanto los Valera como los Alcalá-Galiano poseían importantes bienes en la villa de Doña Mencía, según consta en el Catastro antes citado. Pedro Joseph Valera Roldán, alguacil mayor, era dueño de cinco casas situadas en las calles más importantes del pueblo –Sacramento, plaza del Llanete (arrendada a su hermano Juan Miguel Valera), dos en la plaza del Pradillo y otra en la calle Vuelta del Sacramento, además de importantes fincas entre las que destaca el cortijo del Tocón con sus huertas y numerosas cabezas de ganado. Su hermano Diego Alphonso vivía en la calle Llana y era dueño de otras fincas menores. De los otros dos hermanos, miembros del clero menciano, es preciso destacar a don Juan Santos Valera Roldán, uno de los máximos hacendados del pueblo, dueño de numerosas casas y fincas rústicas.

Los dos miembros más significativos de la familia Alcalá-Galiano ocupaban una posición económica muy privilegiada en la villa. Así, don Juan Joseph Roldán Galiano, que vivía en la calle Arriba, era dueño de más de diez casas de del pueblo, entre las que se incluía la que en la calle Nueva “servía de Tercia para beneficiar la uva que pertenece en esta villa a el diezmo de la de Baena”, y de varias fincas a las que hay que sumar las numerosas cabezas de ganado (700 ovejas, 150 reses vacunas, 96 cerdos y 25 colmenas fuera del término de Doña Mencía). El otro miembro de la familia Alcalá-Galiano, don Juan de Alcalá Galiano Flores y Calderón era dueño de la casa que será sede del marquesado de La Paniega, en la calle vuelta del Sacramento, con tres bodegas con una capacidad de 2700 arrobas y de la casería, centro de los Estados Paniagales –como en alguna ocasión los llamó el escritor- que dará nombre al título nobiliario que alcanzará poco después. A todos ellos hay que sumar los bienes que las dos familias poseían fuera del término, como constan detalladamente en la fundación del mayorazgo de los Valera con importantes posesiones en el término de la villa de Cabra y Baena.

viernes, 10 de agosto de 2007

Ayer y hoy. Hace 80 años


Vista de Doña mencía
Cargado originalmente por agomezperez7
Doña Mencía a finales de los años 20 del pasado siglo. Todavía se conserva en el castillo la torre cilíndrica, situada junto a la torre cuadrangular del Homenaje, la de la calle Llana, y, lo que es más significativo, podemos ver el conjunto de la vieja Iglesia Dominicana antes del incendio del 14 de septiembre de 1932.

El Castillo y la Iglesia. Ayer y hoy.


El Castillo y la Iglesia
Cargado originalmente por agomezperez7
A través de esta fotografía -tomada unos 80 años después de la de más arriba podemos comparar los cambios producidos en el entorno del Castillo y la vieja Iglesia Dominicana de Doña Mencía. Poco queda de la antigua Iglesia Vieja, tras el incendio de 1932 y su abandono posterior hasta la rehabilitación de parte de la fachada principal llevada a cabo hace unos años, pero todavía queda camino por recorrer. El Castillo constituye la gran joya del patrimonio menciano y la rehabilitación del mismo y de su entorno -calles Juan Valera, Llana, Virgen y Entretorres- ofrecen unas posibilidades que, integrando los restos de diversas épocas, deben ser estudiadas con cuidado a fin de conseguir que dicho conjunto se convierta en un espacio multicultural y de gran interés para el viajero.

La otra foto de la Plaza del Pradillo


Plaza del Pradillo
Cargado originalmente por agomezperez7
En ésta que es la más conocida contemplamos una vista panorámica de la plaza de la Constitución -antigua plaza del Pradillo y actual plaza de Andalucía- con un pilar en primer plano y junto al mismo un grupo de personas entre las que podemos distinguir a varias niñas, con delantal y falda larga y el cántaro en la cadera o con un niño pequeño en sus brazos. Todos los muchachos llevan gorra y uno de ellos, el situado a la derecha del grupo, parece que lleva una venda blanca en su cabeza. Junto a la fuente vemos a un hombre, con blusón y sombrero, junto al burro que parece también mirar al fotógrafo. En este grupo numeroso distinguimos a varias muchachas, dos de ellas se colocan la mano en la frente para protegerse del sol y a tres chicos, con gorra como está mandado, más cerca del caño de la fuente. Un perro solitario se sitúa a este lado del pilar. Distinguimos en la plaza a varias personas adultas: mujeres con toca y pañuelo a la cabeza y hombres con sombrero. Vemos a la izquierda, en segundo plano, a dos mujeres charlando y haciendo caso omiso a lo ocurre ese día en la plaza –se distinguen unos serones de esparto delante de ellas- y también vemos, casi a su lado pero más cerca de nosotros a tres hombres con sombrero -uno de ellos se inclina y acerca su mano al que está en frente suya-. No distinguimos lo que hay entre ellos -¿le está vendiendo algo el que está a nuestra derecha al otro situado a nuestra izquierda?-. Otros dos hombres están más alejados situados frente a la casa del Círculo de Labradores, cuyo rótulo podemos distinguir y en cuya puerta vemos a un hombre con sombrero también, aunque al parecer hay otro a su lado. También vemos a una persona apostada en la puerta del Ayuntamiento (y puede que otra a su lado). El piso de la plaza y de su entorno es terrizo –se distingue el barrizal que se forma junto al pilar- y vemos también el cierre de piedra que circunda la plaza que está al mismo nivel que la calle. Los bancos son de listones de madera y estructura de hierro y junto al banco situado en primer plano a nuestra izquierda observamos una mesa de madera en forma de tijera. Los árboles están recién plantados y protegidos –algunos- por la jaula de madera. No acertamos a ver si había alguna inscripción en la fuente del pilar. Entre los edificios que vemos sobresale el de las Casas de Ayuntamiento –tal y como aparece el rótulo de la fachada- con su escudo y reloj. Dicho edificio se mantuvo hasta su remodelación llevada a cabo a finales de los años 60 del pasado siglo. No acertamos a ver las imágenes del escudo pero si vemos las agujas del reloj por lo que podemos afirmar que, si es que el reloj funcionaba y creemos que sí, la fotografía fue tomada a eso de las 9,10 horas. Además del Ayuntamiento vemos el edificio que acogía al Círculo de Labradores –que fue casino hasta su posterior venta en los años ochenta del siglo XX instalándose la sede de Cajasur en su planta baja-. Flanqueando las casas del Círculo de Labradores observamos dos grandes viviendas que permanecieron sin grandes cambios hasta finales de los 70 del pasado siglo. Nos queda sólo ahora dilucidar la fecha en que fue tomada la foto: los indicios nos llevan a pensar que dicha imagen fue tomada a comienzos del siglo XX, quizá a mediados de la segunda década antes de la remodelación de la plaza que se llevará a efecto a finales de los años 20 y de la que se guarda información en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía. Al pie de la foto, a su izquierda podemos leer lo siguiente: Nº 8149 Dª Mencía. (Córdoba) Plaza Constitución. Veamos ahora la segunda fotografía.

Lo primero que nos sorprende es el rótulo situado también en su parte inferior derecha: Nº 8148 Dª Mencía. (Córdoba) El Ayuntamiento. Deducimos, por tanto, que las dos fotos corresponden a una serie de postales de las que estas dos son consecutivas. El número es anterior, pero la fotografía, si miramos la hora del reloj de las Casas de Ayuntamiento, fue tomada más tarde – a eso de las 10,50 si la posición de las agujas no nos engaña- a no ser que se hicieran en días distintos. En la fotografía vemos a varias personas, pero en general no parece que presten mucha atención al fotógrafo. Algunas si parecen que nos observan: los hombres situados a las puertas del Ayuntamiento, algunas personas del grupo que vemos al fondo en penumbra y el hombre con chaqueta y sombrero que camina hacia nosotros. De izquierda a derecha vemos, en primer lugar, a tres muchachos con gorra que descansan en uno de los bancos de la plaza y junto a una mujer enlutada vemos a varios muchachos –una chica de blanco está de espalda a nosotros- que charlan amigablemente en la plaza mientras otra mujer con toca de cuadros acompañada de otra muchacha de vestido claro miran hacia al Ayuntamiento. Hay alguien ¿un niño pequeño?, en el banco de la derecha del fondo y a la derecha del todo se cierra el grupo con el hombre que camina y del que hemos hablado antes. En la parte superior derecha de la fotografía está la estampilla de Francisco Priego, casi seguro el nombre de la tienda en la que fue adquirida la postal. En la segunda foto podemos ver parte de la casa que lindaba por su izquierda con las del Ayuntamiento y que perteneció a la familia de D. Juan Navas Barba, párroco del pueblo en los años desde los años 30 hasta principios de los 60 del pasado siglo. Dicha casa sería demolida a comienzos de los 80 del siglo XX y llama la atención la decoración de su ventana y balcón así como el óculo elíptico del cuerpo superior.

Foto inédita del ayuntamiento de Doña Mencía


Ayuntamiento de Doña Mencía
Cargado originalmente por agomezperez7
Esta fotografía inédita de la actual plaza de Andalucía -cedida gracias a la amabilidad de la familia Ruiz Jiménez- y que nos ha llegado a través de nuestro amigo José Jiménez Urbano, que tanto ha hecho en defensa de la cultura y las tradiciones de Doña Mencía, corresponde a la misma serie de fotografías-postales antiguas de los pueblos de Córdoba y de la que conservamos otra, ya muy conocida y de magnífica calidad. Seguramente que las dos fueron tomadas el mismo día o son muy cercanas en el tiempo. Veamos cada una de ellas.