martes, 27 de noviembre de 2007

Noticias sobre una agresión sexual

Todo ocurrió en la noche del 6 de octubre de 1807 en las viñas de la casería de D. Diego de Alcalá en El Puntal, ya en el término de Cabra. Hasta allí se habían desplazado Teodosio, Vicente, Francisco y Juan junto a otros jornaleros de Doña Mencía. Y en aquel paraje también poseía un pequeño viñedo don Manuel de Ojeda que él mismo cuidaba. No se llevaron ninguna sorpresa, pues las inclinaciones sexuales del don Manuel eran de dominio público y así lo ratifican en sus declaraciones, pero lo que no imaginaban es que los cuatro saldrían heridos en la refriega que mantuvieron con él, lo que les obligó a volver al pueblo. Y allí alguien pasó la información al Corregidor que de inmediato tomó cartas en el asunto.

El auto cabeza del proceso se inicia por el Corregidor de Doña Mencía, Juan de Yarza y Marín, el 10 de octubre, pues le han llegado noticias de que cuatro hombres vecinos del pueblo de su jurisdicción se hayan heridos de resultas tal vez de quimera. Una vez practicadas las diligencias oportunas, el alguacil mayor, don Fernando Rodríguez, comunica que los heridos son Teodosio de Navas, de 27 años, Vicente Moreno, de 28 años, Francisco Navas, de 30 años y sobrino de Teodosio, y Juan Borrallo, de 23 años, todos trabajadores del campo que, como en años anteriores, una vez vendimiados los parajes de Camarena, marcharon al Puntal, a las viñas de don Diego de Alcalá. Pero aquella vendimia no la olvidarían tan pronto. Y es que en los pequeños pueblos las noticias circulan con inusitada rapidez, sobre todo si hay sangre por medio. Y además de sangre, en esta había sexo. Ya estaban juntos todos los ingredientes para que en el pueblo se supiera, o se inventara, lo que ocurrió en el Puntal entre los cuatro jornaleros mencianos y don Manuel.

Desconocemos quién era este don Manuel de Ojeda y Martos. Sólo sabemos que era de Castro de Río y que tenía una viña en el término de Cabra junto a las de don Diego de Alcalá. En el expediente siempre se utiliza el don para referirse a él, lo que indica que sería un individuo bien situado económicamente y con cierto rango social. Pero no consta su declaración, por lo que sólo tenemos la versión de los cuatro jornaleros y de alguno más que es citado por éstos. Y tampoco sabemos el final del proceso, pues el delito que se denuncia es un delito grave, "el detestable crimen, vergonzoso y contra natura" según expresión de 1625, y no sabemos si el tribunal de la Inquisición metió cartas en el asunto. Siempre hubo una cierta indulgencia, sigue diciendo Bennassar, en lo referente a los pecados de carácter heterosexual entre personas no casadas, pero con la homosexualidad, la reprobación es prácticamente general y la represión es firme.

Pero veamos lo que ocurrió aquella noche. Y no se escandalice el lector o lectora, pues las declaraciones están llenas de un exagerado verismo y conviene en algunos casos transcribirlas textualmente. Al primero que se le toma declaración es a Teodosio de Navas, que tuvo, ahora lo veremos, mayor protagonismo que el resto en todo lo que aconteció. Está herido, nos dice, con dos puntazos o pequeñas puñaladas una en el brazo derecho y otra en el izquierdo y quien lo hirió fue don Manuel de Ojeda y Martos, vecino de la villa de Castro del Río, la noche del seis del corriente en el sitio del Puntal en las viñas de la casería que posee don Diego de Alcalá, de Doña Mencía, con una balloneta o cuchillo. Teodosio estaba vendimiando en dicha casería con otros jornaleros y allí estaba también don Manuel cuidando de otras viñas de su propiedad, cuando en la noche del 6 de octubre, una vez que hubo cenado, el aperador o capataz le mandó para que fuese con otro cortador a vigilar las viñas. Y saliendo de la casería -a partir de aquí la cita es textual en su integridad- se le presentó el don Manuel de Ojeda muy placentero diciéndole que lo quería mucho y que aquella noche se habían de divertir en las viñas y otras palabras equívocas que no entendió por entonces el declarante. Y siguiendo el camino a poca distancia el don Manuel se descubrió sus partes diciendo a el declarante si sus testículos eran del tamaño de los suyos, a lo que le respondió que él tenía lo que Dios le había dado, extrañándose de aquella obscenidad el que declara. Le contestó el don Manuel diciéndole que no fuese tonto, que no tuviese cuidado, que cualquier hombre que con él había tenido algún acto lo había querido mucho y lo había regalado muy bien. Y aquí sale a relucir el orgullo del humilde que mantiene su honra por encima de todo. El declarante le respondió -continua la declaración de Teodosio- que no quería nada suyo y que con su pobreza tenía lo necesario para vivir honradamente. Entonces el don Manuel le dijo que se iba a cenar a la casería y que después volvería y se divertirían, que no fuese tonto y que en aquellas viñas y en el sitio del Portillo lo esperaba.

Teodosio había oído hablar de don Manuel de Ojeda y más tarde cuando se le pregunta que si sabía que éste había tenido ese detestable vicio con algunos hombres o tenido chanzas o palabras lujuriosas con él u otras personas de su sexo, responderá que ya había oído entre la gente del campo que se arrimaba muy bien a los hombres que a las mujeres, aunque lo ha visto pocas veces y desconoce que hubiese tenido trato con otras personas. Pero en esta ocasión si va conocer cómo se las gastaba el don Manuel aprovechándose de su mejor posición social.

Cuando Manuel de Ojeda se marchó, Teodosio se quedó -así consta en la declaración- reflexo o comprendió que con él quería cometer algún pecado de sodomía. Y no tardó mucho tiempo en comprobarlo, pues media hora más tarde oyó un pito extraño y figurándose fuese alguna gente que venía a hurtar uvas se llegó donde sonaba y vio a don Manuel tendido en el Portillo y se fue hacia el declarante dándole abrazos y besos, lo que procuró evitar dando de empellones y retirándolo de sí. Pero don Manuel no cejó en su empeño y dijo que volvía a la casería por los trastes de encender y breve rato volvió con las mismas pretensiones de abrazar y besar a lo que volvió a oponerse el declarante y viéndose oprimido y que el don Manuel tenía en la mano un arma blanca corta le dio un palo en el brazo donde la tenía y entonces oprimiéndole contra la cerca o vallado de las viñas en este conflicto dio voces. Y entonces acudieron los demás, su sobrino Francisco de Navas, Vicente Moreno y Juan Borrallo. Todos saldrían heridos en la refriega que se armó, incluso el último de los citados que llevaba una escopeta debajo del brazo y que desaparecería entre las vides. Don Manuel marchó a la casería y los otros regresaron al pueblo para curarse. Así, Teodosio cuenta que ha sido su mujer quién lo ha curado con aceite de hipericon y que no dio parte a la justicia porque las heridas son leves.

Las declaraciones de los otros tres protagonistas de la pelea no añaden nada nuevo a lo ya contado por Teodosio. Todos afirman que habían oído que a don Manuel le gustaban más los mozuelos bien parecidos que los feos y las mujeres y que había solicitado a muchos, pero sólo uno de ellos da el nombre de dos mozos que han tenido un inicuo trato de esa naturaleza. Y a ellos se dirige la justicia acto seguido, no sin antes decretar el Corregidor que los implicados en la quimera sean examinados por el cirujano, Josef de Moya, y guarden carcelería en la villa y sus arrabales y si la vulneran serán trasladados a la cárcel pública.

Pero veamos ahora lo que declaran los dos mozos citados: Pedro Rodríguez, hijo de Manuel, y Joaquín Urbano, hijo de Félix. El primero nos cuenta con todo detalle cómo fue el azaroso viaje que hizo junto a don Manuel de Ojeda camino de Cabra durante el año anterior pues en el trayecto le tuvo unas conversaciones muy deshonestas a las que no descendió y al poco rato le pidió al joven que se subiera a la grupa de la yegua detrás de él y que en efecto montó en la tal yegua detrás de don Manuel y a poco empezó a decir este: ¡Que me ensarta! ¿Qué me abujerea! La sorpresa del mozo fue mayúscula pues no entendió este lenguaje y se tiró con prontitud al suelo abochornado y no quiso volver a montar con él aunque se lo propuso varias veces. También don Manuel habló con el padre del chico para que fuese éste a su casa a servirlo a la villa de Castro del Río, pero un mozo o sirviente de don Manuel le aconsejó que no hiciera tal cosa por Dios ya que forzaba a los hombres y tenía mala fama en Castro, por lo que se negó a ir a servirle. Pedro también cita el nombre de otro joven, Julián de Montes, que una noche quería el don Manuel atraparlo mas se valió de los pies y lo dejó burlado, pero del que no consta ninguna declaración en el sumario, pues es soldado miliciano del Regimiento de Bujalance y se halla fuera de Doña Mencía.

El otro joven, Joaquín Urbano, nos cuenta a su vez que durante el verano pasado yendo de noche con las mulas para llevar grano a Castro en compañía de don Manuel, por el camino éste empezó también a querer mantener conversaciones deshonestas preguntándole si tenía novia y si la había fornicado o a otras mujeres y que el estar con las mujeres era una gran porquería, que el gusto de los gustos era estar con un hombre. Joaquín le pidió a don Manuel que callara y que él no trataba de aquellas cosas, negándose a subir con él en su caballería, amenazándole que si le apretaba a ello lo dejaría sólo con las bestias.

No sabemos mucho más de don Manuel de Ojeda, pues no consta ninguna declaración suya en el sumario. Habría que averiguar qué parte de verdad existe en las declaraciones que hemos leído y sopesar hasta qué punto exageraban sobre las tendencias sexuales de don Manuel para exculparse ellos de lo acontecido durante aquella noche del 7 de octubre en el Puntal y todo ello sabiendo que la homosexualidad estaba considerada como un grave delito. ¿Envió el corregidor de Doña Mencía alguna comunicación al de Castro sobre la conducta sexual de don Manuel de Ojeda y Martos para que continuara con el proceso? No sabemos nada de ello. Sólo tenemos constancia de que el día 20 de octubre los mencianos heridos en la refriega estaban ya sanos y podían salir de nuevo a trabajar fuera del pueblo.
Ilustración: Carmelo López de Arce Ballesteros.


Añadimos una de las páginas del expediente conservado en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía

sábado, 24 de noviembre de 2007

Los asesinatos de Genaro y la violencia de género en Doña Mencía (I)

Alrededor de la una de la tarde de un caluroso domingo 15 de julio de 1906 –la temperatura máxima había alcanzado en Córdoba los 44 grados- José Genaro Jiménez Cantero se dirigió a la casa número 25 de la calle Nueva (en la actualidad el número 4 de la calle Baena) y, tras amenazar a algunos vecinos, subió las escaleras y de un disparo a bocajarro asesinó a Manuel Ruiz Cantero, de 70 años de edad, tío de Adela Muñoz, amante de Genaro, quien no podía admitir ser abandonado por la mujer que consideraba sólo suya. Pero no todo quedó ahí, pues pocos días después, Genaro volvería al mismo domicilio y en esta ocasión la muerte volvería a rondar de nuevo.

Sirva esta serie de crónicas sobre Genaro y las muertes que causó como un pequeño homenaje a las numerosas mujeres que, más de un siglo después, siguen sufriendo la terrible violencia de los hombres.

Esta serie de artículos comenzaron a publicarse en El Bermejino en el mes de julio de 1993 y a comienzos de ese año, en el mes de enero, se produjo un hecho terrible en Doña Mencía cuando Josefa López, acompañada de su hija, fue herida gravemente por su marido- quien moriría más tarde tras suicidarse en su casa-. Afortunadamente Josefa pudo sobrevivir.

El vecindario de este pueblo se encuentra hoy bajo el peso de la terrible indignación producida por uno de los hechos que más asemejan al hombre a las fieras. A la una de la tarde, ha sido cobardemente asesinado el anciano Manuel Ruiz Cantero de 70 años de edad, dentro de su mismo lecho, donde los años y el cansancio propio del que ha estado constantemente trabajando en las faenas agrícolas, le tenían casi recluido por completo”. Así comenzaba la crónica del activo corresponsal de “El defensor de Córdoba” en Doña Mencía D. Francisco Priego Jiménez, publicada el martes 17 de julio de 2006.

En el pueblo todos conocían a Genaro, el hijo de Pedro “El Loco” y le temían. Se llamaba José Genaro Jiménez Cantero, tenía 28 años de edad y era natural y vecino de Doña Mencía. Con anterioridad había sido condenado a una pena de 4 años, 2 meses y un día por un robo cometido en 1896 cuando tenía 18 años. No está clara la relación que mantenía con Adela, pero los continuos malos tratos que Genaro le infligía –“sólo por la satisfacción de hacer sufrir a un ser indefenso”, comenta el activo corresponsal menciano- provocaron que ella decidiera abandonarlo, yéndose a vivir con sus tíos Manuel y Martina, hermana de su padre, quienes, junto a otros vecinos, vivían en el número 25 de la calle Nueva.

Genaro había estado de viajá en la campiña, como la mayoría de los jornaleros de Doña Mencía, y el sábado 14 de julio se presentó una vez más en casa de los tíos de Adela para convencerla de que volviera de nuevo con él. Entre el tío de Adela y Genaro se cruzaron varios insultos e incluso el segundo llegó a amenazar al primero diciéndole que “allí tenía que haber sangre, según el testimonio de algunos vecinos”.

Tras la discusión, Genaro tomó la decisión definitiva. Fue a ver a su amigo Tapia, quien le prestaría los cincos duros con los que adquiriría en Cabra un revólver Smith -¿era tan fácil adquirir armas en aquella época?-, calibre 44, y una caja de 25 cápsulas. Al día siguiente, 15 de julio de 1906, a eso de la una de la tarde, Genaro irrumpió por sorpresa en las casas de los tíos de Adela, quien con otra vecina, Lorenza Cantero, se encontraba en el portal. Lorenza salió huyendo hacia su casa mientras Genaro intentaba cerrar la puerta lo que fue aprovechado por Adela para escapar. Una vecina de la misma casa, María Josefa Bonilla, salió de su habitación e increpó a Genaro para que de nuevo abriera la puerta y éste la sujetó por el cuello obligándola a entrar en su habitación. Lo mismo hizo con la dueña de la casa, María de los Santos Montes, quien recibiría como respuesta el primer disparo que no llegó a herirle, aunque cayó al suelo y a duras penas –tenía 80 años y era hemipléjica- se arrastró hasta su cuarto como había hecho María Josefa. Genaro conocía la casa y sabía dónde podía encontrar al tío de Adela, a quien buscaba para vengarse de la “afrenta” sufrida el día anterior. Se dirigió escaleras arriba y en una de las habitaciones estaba medio incorporado en su cama Manuel Ruiz, al que disparó un tiro a quemarropa en el pecho después de gritarle: “¡En busca de usted vengo yo”! Según el informe del forense la muerte le provino “cuatro o cinco minutos después de haber sufrido la lesión”. Sería la primera venganza de Genaro, que, desgraciadamente, no sería la última.

Una vez en la calle, llegaría a disparar a una de las vecinas que pedía socorro y todos quedaron sorprendidos por la sangre fría demostrada por Genaro que huyó “tranquilamente y amenazando con revólver en mano a cuantos hallaba a su paso”, según consta en el informe elaborado por el alcalde D. Francisco Barea dirigido al Ministerio de Gobernación. “Al criminal lo persigue la Guardia Civil no habiendo sido capturado hasta estos momentos”. Así termina la crónica de Francisco Priego, pero Genaro volvería esa misma semana a la casa número 25 de la calle Nueva de Doña Mencía.

Nota: Ilustración de Carmelo López de Arce Ballesteros

La II República en Doña Mencía (y XII)

Los inicios de la guerra civil en Doña Mencía

A las 19 horas del 20 de julio de 1936 quedó constituido en Doña Mencía el Comité de Defensa de la República. Estaba formado por los miembros de la Comisión Gestora más Antonio Muñoz Priego, Dionisio Urbano Moreno y Manuel Contreras Tapia, como representantes de los partidos del Frente Popular. Entre los acuerdos tomados deciden publicar un bando para que todas las armas sean depositadas en el Ayuntamiento, se incautan todos los autos y camiones particulares así como los víveres necesarios para abastecer a la población. Además, queda prohibido “todo acto de sabotaje, de hurto y de asalto contra cualquier casa” y se decreta el "toque de queda a partir de las once de la noche. Sólo los individuos autorizados por el Comité podrán llevar armas y portarán un brazalete blanco en el brazo izquierdo”.

En el Archivo Municipal se conserva la de las lista de las personas de derechas detenidas a partir del 18 de julio. En el escrito enviado a la Causa General, con fecha de 30 de octubre de 1942, se afirma que “el trato a los detenidos fue bueno a pesar de tenerlos asustados con que los quemarían vivos”. También figuran los nombres del “comité marxista de la Partido localidad”.

Foto de la izquierda, abajo: Ángel Luque Suárez, del Partido Socialista, es uno de los componentes de la última corporación del Frente Popular que se reúne por última vez el 4 de agosto de 1936.

Para esa fecha ya había huido el alcalde, Esteban Cejudo Montes y otros muchos de los cerca de 100 cabezas de familia que figuran en la lista que se elabora el 17 de septiembre de 1936. Una vez ocupada Doña Mencía por los nacionales la represión se extendería a los que permanecieron en el pueblo.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (XI)

Esteban Cejudo Montes, alcalde desde el 15 de marzo de 1936

A pesar de la dimisión presentada por la mayoría de los miembros de la Comisión Gestora nombrada el 15 de marzo -incluida la del propio Esteban Cejudo Montes-, éste último sería el alcalde de Doña Mencía hasta principios de agosto en que abandonó el pueblo. Durante este período se esforzó por contribuir a la mejora de las relaciones entre patronos y obreros de Doña Mencía, sobre todo durante la huelga de finales de abril, denunció la escasez del término municipal como uno de los graves problemas del pueblo y también solicitó al ministro de Obras Públicas que se ejecutase la carretera que parte de “la estación férrea de esta villa al kilómetro 14 de la de Baena a Cabra” (19 de marzo de 1936).

Textos:

Derecha (arriba): Escrito conjunto presentado por la Sociedad Obrera de Oficios Varios y la Sociedad de Trabajadores de la Tierra de Doña Mencía por el que manifiestan su protesta porque el Ayuntamiento “que tiene la confianza del pueblo sea sustituido por una comisión gestora”. 11 de marzo de 1936.

Derecha (abajo): Comunicado del Gobernador Civil con fecha 15 de marzo.

Izquierda (arriba): El teniente de la Guardia Civil amenaza a los representantes obreros citados en el Ayuntamiento. 22 de abril de 1936.

Izquierda (abajo). Continúa: Les comunica que, “si ocurriera algún acto (de sabotaje) aunque estuviera realizado por otros individuos, la responsabilidad recaería sobre ellos”. 22 de abril de 1936. En las firmas todos señalan que sólo son responsables de sus actos.

martes, 20 de noviembre de 2007

La Vía Verde -la nuestra- en la 2

Dentro de la serie de la 2 dedicada a las Vías Verdes hoy le ha tocado a la nuestra, a la del aceite, la que pasa por nuestro pueblo. Ha sido nombrado pero poco más. Bueno, han aparecido dos imágenes de la fachada de la antigua Iglesia Dominicana –un detalle de las esculturas que la adornan y una vista general-. Y ya está. Bueno, también se han visto paseantes en los alrededores de nuestra antigua estación, pero nada más. ¡Ah! Hemos visto a la madre de nuestro amigo Grego. Ni se ha citado a Valera ni se ha hablado de nuestro Museo Arqueológico. Tampoco hemos visto ninguna imagen de la calle Llana, ni tampoco ha salido la Semana Santa. ¿Qué tenemos para enseñar? Tampoco se ha hablado de la Semana Santa de los pueblos cercanos, pero sí han aparecido imágenes de la procesión de la virgen de Araceli de Lucena. Hemos visto el interior de la cueva de los Murciélagos de Zuheros y del Museo del Aceite de Cabra. Y, ¿cómo no? También el realizador le ha dedicado su tiempo al museo del Ferrocarril de la estación de Cabra, contemplando algunas fotos de verdadero interés sobre la construcción de esta línea en 1893 –y a la que nuestro amigo Pepe Jiménez le dedicó un magnífico artículo en El Bermejino- por los Ferrocarriles Andaluces. Bueno, nosotros queremos aportar algo y os adjuntamos una de las mejores fotos de la colección de Frasquito Priego –gracias de nuevo Adela, por permitir que las fotos de tu abuelo las podamos contemplar todos los mencianos- en la que vemos una serie de personalidades que tuvieron algo que ver con la construcción del ferrocarril. Al parecer la foto fue tomada con motivo de la inauguración del ferrocarril en 1893. ¿Quiénes son? Y los niños que aparecen sentados, ¿qué pintan allí? ¿Llamaron al de la derecha para que amenizara el acto con su pequeño acordeón?

lunes, 19 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (X)

1936, el triunfo del Frente Popular

A muchos mencianos el golpe militar encabezado por Franco contra el legítimo gobierno de la República les cogió trabajando en la campiña. Y en cuanto se enteraron de las primeras noticias se vinieron al pueblo. En el camino les llegaban rumores de lo que estaba sucediendo en Baena. Aquella guerra no había hecho más que empezar e iba a ser larga, mucho más larga de lo que pensaban y, también, mucho más cruel de lo que imaginaban. Un número elevado de mencianos –se conserva la lista detallada con los nombres de cerca de 100 cabezas de familias- huyó del pueblo a comienzos de agosto del 36 con la idea de volver algún día, pero bastantes no lo lograron. Otros regresaron al final de la contienda y sufrieron las penalidades de los campos de trabajo franquistas. Durante muchos años una pesada losa de silencio ha impedido que conozcamos lo que de verdad ocurrió, sobre todo cuando el conflicto militar ya había concluido hacía tanto tiempo.

En Doña Mencía también ganó en febrero de 1936 el Frente Popular (1027 votos frente a 819) y todo hacía pensar que la corporación municipal que había sido injustamente destituida el 6 de septiembre de 1931 iba a hacerse con las riendas del poder municipal. Así fue, Manuel Moreno volvió a ser alcalde de Doña Mencía, pero por poco tiempo, pues con fecha del 15 de marzo se nombra una Comisión Gestora constituida por una representación proporcional de los partidos que habían triunfado en las elecciones de febrero. A pesar de las dimisiones presentadas por la mayoría de los componentes de la misma, Esteban Cejudo Montes, de Unión Republicana, será alcalde de Doña Mencía.

Pie de foto (Imagen de la derecha, arriba): Edicto sobre la prohibición de los juegos de envite y azar, promulgado por Dionisio Urbano Moreno, como alcalde accidental, 22 de febrero de 1936.

Pie de foto (Imagen de la izquierda, abajo). Este es uno de los escasos documentos que se conservan firmados por Manuel Moreno Rosa en su segunda etapa como alcalde de Doña Mencía. En el mismo se comunica a los patronos de Doña Mencía el texto de un telegrama sobre la readmisión de los obreros despedidos por huelgas políticas. 5 de marzo de 1936.

domingo, 18 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (IX)

1935, la derecha se siente fuerte en el poder

En 1935 la derecha se hace con el control absoluto de la República con Gil Robles como principal líder y a finales de octubre se constituye en nuestro pueblo el comité de Juventud de Acción Popular. 1935 es un año marcado por la depresión obrera y por la escasez de huelgas. El 31 de enero se levanta el estado de guerra de la provincia a raíz de los sucesos de octubre de 1934 aunque se prorrogará en la provincia hasta el 4 de abril. El alcalde, Juan Navas Jiménez, se entrevista en Madrid con los ministros de Trabajo y Obras Públicas para presentar los proyectos del camino de la estación férrea al km 15 de la carretera de Baena a Cabra y de la traída de aguas para el abastecimiento de la población (se conseguirán 66 187,39 ptas para este fin). Continúan los pagos de socorros a los detenidos y también se abonará una factura de 7,80 ptas por los servicios prestados a los policías gubernativos destacados en esta villa. No hay muchas noticias sobre las actividades del Centro Obrero de Oficios Varios durante este año. Se conserva el acta manuscrita de la inspección que lleva a cabo el alcalde, acompañado del comandante de puesto de la Guardia Civil, D. Francisco Berlanga, en la sede de dicha asociación en la que comprobaron el libro de actas, que termina el 4 de noviembre de 1933 con motivo de la huelga, y otros documentos. También se conservan algunas comunicaciones del Centro Obrero al Ayuntamiento sobre las reuniones celebradas durante el mes de noviembre.

sábado, 17 de noviembre de 2007

4 de junio de 1649

Guardas en la villa de Doña Mencía

Como ya hemos visto en otras entradas de este blog –ver el referido a la historia negra de Doña Mencía (I) y las raíces de don Juan Valera- ante la posibilidad de que cualquier contagio llegase al pueblo el Cabildo tomaba las oportunas medidas para tratar de evitarlo. El acta de la reunión del Cabildo Municipal de 4 de junio de 1649 es bastante expresiva al respecto y también es interesante porque uno de los vecinos encargados de rondar la villa es precisamente Juan Valera Roldán.

El documento que adjuntamos está extraído de las Actas Capitulares de 1649 que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Doña Mencía (AHMDM). Los miembros del Cabildo –ver imagen primera- distribuyen las guardas de la puerta “por donde sale y entra la gente y se reciben los testimonios” -¿se refiere al acceso por la Cruz del Muelle al final de la calle Granada o el otro acceso más cercano a la Iglesia Dominicana proveniente del Pilar de Abajo?-. Creemos que es al primero. Los miembros del Cabildo se reparten la custodia de la villa en cada uno de los días de la semana a partir del domingo 6 de junio de 1649 y han de estar “desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche” con “apercibimiento”, se dice al final, de que si no lo hacen “se procurará contra ellos” y se les sacará “cincuenta ducados”.

También, en el mismo cabildo –ver la segunda imagen- se “acordó que cuatro hombres vecinos de la villa todas las noches ronden con sus armas de fuego y por de fuera del lugar dando vueltas por él dos por una parte y otros por otra de forma que en llegándose a juntar se vuelvan a dividir en la forma referida”. El lunes por la noche les tocó a Juan Valera Roldán y a Juan Gómez de Alcalá, entre otros.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Manuel Luque Tapia, poeta


No soy un buen lector de poesía, pero la obra de Manuel Luque Tapia, sobre todo los dos últimos libros que han llegado a mis manos - Ángeles de la noche (2004) y Los aromas de la nada (2006) me han parecido llenos de una inmensa profundidad humana. Hace tiempo que los tengo en mi poder y le prometí que iba a hacer una pequeña reseña a su obra en este modesto blog de Doña Mencía. He rastreado por la red y he descubierto que Manuel es un poeta reconocido en muchas partes -ver algunos enlaces: Diario de León, reseña del fallo del IX concurso de relato breve villa de Binéfar, etc.- y quizá, en su pueblo, todavía no se ha ha llegado a reconocer suficientemente la gran calidad de su obra. En este caso he preferido que otra persona, un gran amigo y profesor de Lengua y Literatura que estuvo en el jurado del último concurso en que participó Manuel, Bartolomé Delgado Cerrillo la haga en mi lugar. Esta es su aportación:

A propósito de Los ángeles de la noche, de Manuel Luque Tapia

Es una equivocación creer que el hecho poético es difícil, tarea de minorías selectas, huerto cerrado al común de los mortales. Escribir poesía está al alcance de toda capacidad creativa. Cualquier ser humano, por el hecho de tener sensibilidad, de ser capaz de percibir el bien y la belleza, de ser sujeto u objeto de amor y de odio, de alegría y de tristeza, de sosiego y de ira, es poeta en potencia. Sólo precisa del trampolín que lo catapulte al agua fresca de la expresión poética.

Este es el caso de Manuel Luque Tapia. Su poesía nos llega fresca y actual, latiendo en las conciencias de los lectores como un quejido lastimero, resonando en nuestra mente como una triste canción, plagada de angustia, tanta como solidaridad, tanta como ternura… El poeta se sitúa en un plano semejante al del narrador omnisciente para hacernos partícipes de la tragedia diaria de estos ángeles.

El poema inicial –Proemio- ya nos pone en la pista de los que vendrán a continuación: mujeres inmigrantes en busca de una utopía. Poco a poco nos vamos adentrando en un universo descriptivo de gran poder evocador: los ángeles de la noche no son sino cuerpos de ojos fluorescentes, caras distorsionadas por la libidinosa noche, bocas que claman como pozos sin fondo…

De repente nos volvemos a encontrar con el mar, ya descrito en el primer poema como un oceánico camposanto, vuelve a golpear nuestras conciencias con su carga de muchedumbre de ausencias, en el que las olas han truncado su color azul por un calendario de nombres agotados. El poema “Viajera” nos da las claves de la metamorfosis que sufren estas inmigrantes. En efecto, mediante una hábil sucesión de metáforas, vamos conociendo los pasos de esa transformación: el cuerpo cobrizo se torna albergue del deseo ajeno, la corpórea perfección de la curva se vuelve naufragio del vicio y del pecado.

Navegando a la deriva, sin nadie con quien siquiera compartir esta agonía, siguiendo su curso invariable, con la piel hollada a embestidas, carne de fragua, yunque, martillo y agua… -un logrado estribillo de resonancias lorquianas, con el que recordamos las metáforas geniales del poeta granadino-. No hay que olvidar que el pez en la pecera es imagen clásica de prisión en el agua, como lo es el pájaro enjaulado de prisión en el aire; en esta misma línea de pensamiento, la fragua parece tener relación con los mitos infantiles de engullimiento y prisión en el interior de seres maléficos. El yunque vendría a polarizar la idea de fragua como simbolismo mortal; entendido como una imagen bipolar, por un lado sería como una proyección del altar de sacrificios y, por otro, de sensorialidad auditiva, por los golpes rítmicos del martillo.

Pero el proceso metamórfico no se detiene. Los ángeles de la noche se tornan títeres en brazos de la soledad y de la furia, esa extraña mezcolanza de aislamiento y rabia contenida. Ahora cada uno de esos ángeles es horizontal, presa de la añoranza, infeliz, herido, dolorido, desarraigado, en pos de un imposible: alcanzar el horizonte… Únicamente sueña con huir, escapar, olvidar, refugiarse en algún puerto seguro…

Y es en este punto donde el poeta tiende su mano a este ángel títere, a estas mujeres que han sufrido y padecido el oprobio del silencio, que están a punto de ser testigos de su propia destrucción. En este sugestivo poemario de Manuel Luque Tapia, alienta algo de capital trascendencia: está vibrando en cada poema, en cada verso, el anhelo de liberación, mediante el amor a la poesía, de quienes sufren una injusta prisión (carne de fragua, yunque, martillo y agua).

También hay amor en estos versos. El cálido fervor lírico, la angustia teñida de ternura que todo amor inspira, el ansia de encontrar para estas mujeres inmigrantes el consuelo y la esperanza que el alma necesita, se repite en su generosa y seductora variedad, para formar un canto único hecho de muchos y diversos capítulos.

Manuel Luque Tapia nos demuestra que no se escribe la poesía para minorías ni para mayorías. Se escribe para la vida. El destino de un poema es impredecible como el de un hombre, por más esfuerzos que se hagan para predeterminarlo. Lo que hace este poeta es crear su propio código desde la libertad, a partir de sus convicciones y dudas, de sus esperanzas y temores, y ponerlo en el mundo como se pone en circulación una moneda.

Bartolomé Delgado Cerrillo.

La II República en Doña Mencía (VIII)

1934, Juan Navas Jiménez, nuevo alcalde
El 12 de febrero de 1934 el Gobierno Civil nombra una nueva Comisión Gestora presidida por Juan Navas Jiménez, como nuevo alcalde, junto a Emilio Porras Navas, Francisco Torralbo Priego, Francisco Priego Moreno y Julián Vargas Sequeira. Tras el triunfo de la derecha en las elecciones pasadas, el Partido Radical de Lerroux coloca a sus hombres al mando de nuestro municipio y Juan Navas Jiménez, que había resultado elegido en las elecciones municipales de mayo de 1931, impulsa una intensa política municipal destinada a paliar los efectos del paro a través del arreglo o nueva construcción de caminos vecinales.
En el texto que adjuntamos, el alcalde de Doña Mencía dirige un largo escrito al Ministro de Obras Públicas, un mes después de su toma de posesión, en el que relata algunas de las medidas que ha puesto en marcha para “facilitar trabajo a los numerosos obreros que ya de tiempo atrás venían sintiendo los rigores penosos de la falta de trabajo y su secuela el hambre”. En el acta del 12 de abril se acuerda celebrar, con la iluminación de la plaza Mayor y colgaduras en la casa Ayuntamiento, el tercer aniversario de la proclamación de la República que, “ya se encuentra consolidado –así se expresa en el acta- por representar la expresión de la mayoría del pueblo”.
Pero los disturbios continuaban: con fecha 19 de abril hay 14 detenidos en el depósito municipal, el 7 de junio se protesta por la agresión sufrida por el médico titular D. Miguel Jiménez Vargas y en septiembre de nuevo Manuel Roldán estuvo detenido durante seis días. A finales de junio de 1934 se cambia el nombre de algunas calles del pueblo: la plaza Mayor pasa a llamarse de la República; la calle Granada, avenida de la República; la plazuela de la Cruz se renombra como plaza de Salmerón; la calle Alfonso XII, 14 de abril; la calle Sta. María, Galdós; Martínez Campos deja su nombre a Joaquín Costa y Bendición pasa a llamarse Pi y Margall.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Algunas multas del pasado (III)


La Plazuela
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Vista de la Plazuela (o Plasituela) desde la casa de Frasquito Priego. Fecha. comienzos del siglo XX. Col: F. Priego (Cedida por A. Amores).

Y va la tercera y última de multas. Con fecha del 21 de septiembre de 1926 hay varias: en la primera una persona es multada por sacar estiércol de su casa y en otra por conducir una piara de cabras sin bozal. También es multado un criado por romper un arbolito en la calle Granada y un pastor porque con su piara de cabras ha destruido un árbol de reciente plantación en la sala Povedano. En el año anterior, con fecha de 3 de junio de 1925, también es multado un individuo con 10 pesetas por haber desenganchado una rama a un arbolito en la Cruz del Muelle. Cuatro años después, con fecha 24 de abril de 1929, es multado otro menciano por coger un pensamiento en la Plaza Mayor. Parece que había especial vigilancia sobre los adornos florales del centro pues seis años antes –el 13 de noviembre de 1923- ocurre lo mismo con otra persona por causar daño a una de las palmeras puestas en la Plaza.

Y no faltan las multas a los que molestan a deshoras: el 3 de julio de 1924 es multado con 5 pesetas Isidoro Muñoz “Chica” por promover escándalo a las dos horas de la noche en la vía pública y el 20 de diciembre de 1929 ocurre los mismo con dos jóvenes solteros que estaban armando también escándalo por las calles con voces y cantares. Ese mismo año es multado un tabernero por abrir su negocio en la noche del Jueves Santo (30 de marzo). También hay algunas noticias de niños revoltosos ¡cómo no!: el 24 de marzo de 1930 son multados 11 niños -¿pudieron cogerlos a todos?- por jugar a los guardias y ladrones en el Llano Santo con el daño consiguiente en el sembrado y en el verano del 1932 –el 18 de agosto- otro grupo de zagales es multado por apedrear la puerta del local donde está establecido el Teatro, rompiendo bombillas y causando otros daños. También tenemos algunas sanciones por infracciones de tráfico: el 4 de diciembre de 1928 es multado el conductor del camión USA-258 de la Delegación de Córdoba de la Cía. Arrendataria del Monopolio de Petróleo por haber causado daño, a las 24 horas de ayer, en el acerado de la calle Primo de Rivera y poco después, el 2 de junio de 1930, es sancionado Juan José Vargas por estacionar indebidamente su camión.

domingo, 11 de noviembre de 2007

A Antonio Borrallo Sequeira, “Morejón” (II)


Preparando las tapas
Cargado originalmente por agomezperez7


A Antonio y también a Cecilia, Paca, Manolo, Pepita y al More (jr).
A todos ellos que hacen posible que en Casa Morejón se sienta uno como en su casa. Gracias a ellos por continuar la tradición de Antonio, a quien tanto le costaba subir los precios de sus tapas y no digamos del vino, de que nadie se marchara de casa Morejón hablando mal de su taberna y de cómo se le había tratado en ella. Si Antonio viera esto la invitación estaba segura. De todas formas, algo caerá.

En la imagen que vemos –tomada del álbum familiar de la familia de Antonio “Morejón” y datada a mediados de los 60 del pasado siglo- vemos a Cecilia junto a varias mujeres pelando gambas para la Semana Santa. ¿Cuántos kilos pelan ahora? Y, ¿cuántos kilos de croquetas siguen preparando para la fiesta más popular de Doña Mencía?


En la segunda imagen vemos el ambiente del patio en un día grande de aquellas fechas y la última, la inferior, es una acuarela de nuestro amigo Carmelo y que figuraba en las cartas del bar.


Y ahora os adjuntamos la segunda parte en la que se traza una semblanza de mi gran amigo Antonio Borrallo Sequeira “Morejón”.

Le gustaba hablar como a nadie. Era un charlatán empedernido. Y en nuestras conversaciones siempre salía a relucir la guerra, nuestro drama civil en el que participó cuando era un mocetón alto y robusto, como a veces bromeaba conmigo. De Tetuán a la batalla del Ebro, la definitiva para la caída de la República, la de las ilusiones y las esperanzas. Hasta que ya no pudo bajar a la taberna echaba su partida diaria de cartas y en la misma mesa se sentaban los que habían luchado al otro lado –podíamos haber dirimido nuestras diferencias en torno a una mesa camilla, como hacemos ahora- me decía muchas veces y cuando los ánimos se exaltaban se echaban en cara las razones de la derrota -¡y es que con ese ejército que teníais, cómo ibais a ganar la guerra!-, les espetaba amigablemente. Por fin acabó aquella pesadilla y por fin, tras largos años de silencio, se podía hablar sin miedo. Algunos han dicho que la historia no es sino la recuperación de la memoria y Antonio siempre se aferraba a la memoria y al pasado.
Devoraba los últimos libros, y todo lo que caía en sus manos, sobre la República y la Guerra civil: la biografía de Preston sobre Franco, las memorias de Azcárate y de Martínez Barrio que estaba leyendo aquel verano, los libros sobre la guerra civil en Córdoba de Moreno Gómez o la película de Ken Loach sobre los enfrentamientos en el interior de la República. Aquello ocurrió de verdad, Antoñín, me decía. Y también en su casa se grababan todos los documentales sobre aquella época, que él, más tarde, veía una y otra vez. La guerra no fue tan mala para mí –contaba una y otra vez-, allí teníamos de todo, comíamos bien, no nos faltaba de nada, pasábamos mucho frío, eso sí, allí en las sierras de Teruel sí que hace frío, pero éramos jóvenes y cuando uno es joven se come el mundo. Claro que sentíamos miedo, ¿no íbamos a sentir miedo?, pero tampoco nos dábamos cuenta del riesgo que corríamos.
Y salía a relucir Doña Mencía. Y hablábamos de la proclamación de la República, de la manifestación del 6 de septiembre de 1931 –la de los tiros, esto me parece que ya te lo he contado-, de la quema de la Iglesia, del comienzo de la guerra y de los rumores que llegaban de Baena, de las bodas de antes, de las posadas, de las muertes de Genaro, de los borrachos en los días de lluvia, de los antiguos molinos y de las vendimias, de los jornales en los años del hambre y de lo que costaba un pan, de los que habían pasado por su taberna y de cómo había pasado a la oposición –constructiva, como se dice ahora-, cuando se jubiló. Aunque puso una condición innegociable: él podía seguir invitando en su taberna a quien quisiera, ¡faltaría más!
Pero Antonio fue ante todo una persona generosa, largo hasta en el talle, trastocando a Quevedo. Generosa y abierta en su conversación. ¡Cuánto disfrutaba con él hablando de tantas cosas! Y siempre aludía a algún menciano cuyos lazos familiares se sabía al dedillo. Y es que Antonio era una persona dotada de una memoria prodigiosa y de una intuición excepcional para conocer y comprender a los que le rodeaban. Y también, todo hay que decirlo, con un mal genio que explotaba en las bullas de Semana Santa y Feria –sobre todo si se iba la luz- pero lo que le conocían sabían que igual que venía se iba.
Con Antonio se fue una parte de la historia de Doña Mencía, -igual que con muchos otros mencianos que he conocido-. Con ellos también se ha ido una parte de esa historia local que no debe perderse nunca, pero con él se me fue un amigo, un gran amigo, al que recordaré siempre. Un abrazo, Antonio.
Antonio Gómez Pérez

jueves, 8 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (VII)

1933, el año de las huelgas de mayo y noviembre

A principios de 1933 Hitler se hace con el poder en Alemania y a finales de año en España, la derecha llega al poder. En Doña Mencía también ganó la derecha en las elecciones de finales de este año.

En nuestro pueblo, las actas capitulares de este año nos hablan continuamente del paro, de amenazas de huelga, de continuos hurtos en los productos del campo, de la construcción de las nuevas escuelas, de las continuas detenciones de Manuel Roldán y de y de otros mencianos, de socorros a los obreros y, como no, de reforma agraria. Pero también se piden informes sobre el acuerdo tomado por el Ayuntamiento en “relación a la sustitución de la enseñanza religiosa en esta villa” y del pago de 3,25 pesetas a los obreros Manuel Moreno Rosa, José Moreno Rosa, Andrés Poyato Gómez y Vicente Luna Ruiz en concepto de jornal por acompañar, al alcalde, Francisco Ortiz Gan a Córdoba para “buscar solución al conflicto obrero”.

Conservamos los textos mecanografiados de las reuniones que el alcalde y el delegado de Trabajo de la provincia mantuvieron a principios de noviembre para resolver la huelga planteada por los obreros del pueblo. En la reunión celebrada el día 3 los trabajadores solicitaban que se les garantizase el empleo de todos los cabezas de familia del pueblo y que el jornal fuese de cuatro pesetas. Cuatro días después se pudo llegar a un acuerdo firmado por la mayoría de los patronos del pueblo y por los representantes de la Sociedad de Oficios Varios. Consiguieron que se les prometiese en empleo del “mayor número posible de cabezas de familia” y que el jornal fuese de tres pesetas setenta y cinco céntimos.

El 1 de mayo de 1933 la Sociedad Obrera de Oficios Varios acordó en sesión extraordinaria declarar la huelga general para el 1 de mayo. En sus reivindicaciones figura la inmediata solución del paro obrero y el emprendimiento inmediato de obras públicas por el Ayuntamiento y los patronos, el socorro inmediato de tres pesetas a los trabajadores en paro forzoso, la destitución de la Comisón Gestora y la libertad de Manuel Roldán, así como la solidaridad con los obreros de Lucena. No sabemos mucho más de cómo acabó aquella huelga, pues sólo conservamos las peticiones presentadas ante la alcaldía.

martes, 6 de noviembre de 2007

A Antonio Borrallo Sequeira, “Morejón” (I)

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El texto que os muestro fue publicado en El Bermejino hace ya algún tiempo y fue como un pequeño homenaje a una gran persona. Publicarlo aquí es como rendirle un segundo homenaje, no por ello menos merecido. No he querido cambiar nada. Seguramente que aquellos que lo conocieron sabrán juzgar mejor lo que sigue. A Antonio y a las buenas personas, que son muchas, de Doña Mencía y que todavía merecen un pequeño homenaje, aunque sea no olvidarlos del todos. A Antonio, con mucho afecto.

Fue una tarde de invierno, de un invierno frío y lluvioso. Y allí estaba Antonio al calor de la mesa camilla mientras Cecilia no paraba de coser. Después se incorporó su hermano Vicente y empezamos a charlar. Con Antonio me he pasado tardes enteras y por la noche, en verano, en la visita obligada que hacíamos a su taberna, siempre nos buscábamos los dos para empezar a contarnos cosas del pasado y de algunos libros que siempre nos recomendábamos mutuamente. Hablábamos de todo, y nos íbamos de un tema a otra con una facilidad pasmosa. Pero lo que me contaron aquella tarde –Antonio y su hermano- sí lo conservo grabado y en parte lo que sigue es fruto de aquella conversación, aunque a la hora de escribir se mezclan tantas cosas, las que me dijo aquel día y la de tantos otros, que no sé si considerar esta pequeña artículo póstumo como mi pequeño homenaje a un gran amigo en donde hay cosas que me dijo Antonio y otras que, supongo, también las dijo alguna vez.

Las eras del pueblo

Yo empecé a trabajar en el campo a los 10 años, pues entonces eso era lo que había. Los muchachos tenían que salir a la plaza y allí los contrataban por 5 reales para coger aceitunas. Estamos hablando del año 1928 –yo nací en el 1918- y entonces no había bases para nadie, ni para los hombres ni, mucho menos, para las mujeres. Un hombre adulto en la recolección podía ganar 4 o 5 pesetas y un pan costaba entonces 2 reales, aunque mi padre sacaba las 4 pesetas diarias. Un talaor podía alcanzar el duro por jornal y a los que dormían en la casa le descontaban un par de reales. Se trabajaba sobre todo en la aceituna, pero en aquella época había mucho cereal en Doña Mencía y el “rueo” del pueblo estaba lleno de eras que ya ha desaparecido. En el Puente había dos o tres eras y también había otras en la Cruz de los Arrieros -como no había que ser rico para tener una-, aunque la mejor para que se quedara la parva atrancá era la de Paco Urbano, al lado del arroyo de La Junta. Aquí no se utilizaba el trillo de madera sino el de hierro y el que iba en el trillo cantaba nanas, para que se durmiera la paja. Todavía tengo guardadas nanas de Marchena, a ver si un día las escuchamos. ¡Anda que no tenían que trabajar los hombres que trillaban! Tenían que barcinar la paja después de haberla segado y se levantaban a las 12 de la noche para llevarla a la era y que estuviera preparada para la mañana siguiente. Empezaban a trillar a eso de las 10 de la mañana y si había aire la aventaban por la tarde para después llevarla a la casa del dueño.

Antes llovía mucho más que ahora

Si llovía en septiembre ya había trabajo y estando de vendimia ya se podía ir a coger aceitunas. Es que antes llovía mucho más y las aceitunas se caían al suelo. ¡Menudas solás se formaban! Yo iba con mi hermano y entre los dos ganábamos 10 reales, lo que era una ayuda para la casa. Ten en cuenta que en aquella época si te ponías malo no te daban ni siquiera una aspirina. Había años en que llovía tanto que para el Pilar muchas bestias no podían atravesar el campo. También había escarda y muchas mujeres iban a coger aceitunas por 5 o 6 reales, o a lo más 2 pesetas. Y es que antes había mucha pobreza y se ganaba muy poco. Sólo unos cuantos ricos vivían bien en el pueblo. Los más necesitados, los que no podían tener casa propia vivían en las casas de vecinos que había en el pueblo que eran muchas. Estaba la de las Moreas, de la que nosotros fuimos vecinos. Allí vivían 8 o 10 familias y en una habitación con una cortina como puerta llegaban a meterse dos familias, ¡Anda que como el hombre se equivocara! Allí se dividía bien el trabajo y varias mujeres eran las encargadas de hacer las jornillas y aznapes que después lo vendían por 3 o 4 gordas. En la calle Angosta estaba el conocido Cuartel de la Bomba y en la Tercia, en la carretera, se alojaba un montón de vecinos, pero esto fue después. Esta era del Morenito, que con cerca de 70 años se volvió a casar con una muchacha de 18. Yo conocí a la Morenita, porque una hermana de mi padre estaba con ella. Luego había otra casa de vecinos en la calle Juanita la Larga, esta era la de Cesáreo, aunque el propietario era Huevos Largos. También en la calle Recodos había otra, donde ahora está el supemercado cuyo dueño huyó a la zona roja durante la guerra.

Antes había muchos molinos en el pueblo. Esta casa era un molino, también estaba el molino de Arévalo y en la calle Llana había dos. También estaba el molino del Señorito la Lástima, en los pisos de don Ezequiel y otro había en donde ahora está la discoteca. Si, en la casa del Litero había otro, pero este es más tardío y también estaba el de Paco Campos. El primero que funcionó con gasoil fue el de Felipe Gan que estaba en el Convento. Luego en el campo había muchos más.

El agua del pueblo

Es verdad, antes llovía mucho más aunque el agua la trajeron al pueblo cuando yo había puesto la taberna. Estamos hablando del año 1950 y yo fui uno de los primeros que engancharon el agua y, ¿sabes cuánto me costó? Muy pocos pudieron poner el agua en su casa cuando la trajeron, como puedes imaginar. Yo había metido en la lotería al de Alcaudete y me tocaron mil pesetas y con ellas pude enganchar el agua a la taberna. Las mujeres iban a lavar a muchos sitios –en la huerta de Paco, en la fuente Gabrielico, en el Pilar de Abajo- e incluso en la calle de Miguel Lama se hacían lavaos cuando reventaba la fuente de la Madrona.

Había muy pocas cosas para divertirse en el pueblo y el cine era una manera de pasar el rato. Lo trajeron en los años 20 y fue al lado de la Iglesia donde echaron cine por primera vez. El cine del Brillante fue después, como lo del Cine Mari en el Capri. Después todos los cines han cerrado. La televisión ha acabado con todos. Pero en las fiestas de Semana Santa y en las ferias de San Pedro y Jesús había mucha animación en el pueblo y la gente se venía a horgar. En la feria la gente bebía, no había yesca para tapas, aunque la tapa que más se vendía en la taberna eran los pajarillos.

La II República: la manifestación de los tiros, el incendio de la iglesia...

Los años 30 fueron años malos y además vino la guerra y ya te puedes imaginar. Aquí había republicanos y el más destacado de todos era Paco Güeto, que estuvo de alcalde hasta que entró en mayo de 1931 Manuel Moreno que estuvo poco tiempo, hasta septiembre de 1931 en que se produjo la famosa manifestación. Yo estaba en la viña de mi padre, pero me enteré bien de lo que pasó. El sargento de la Guardia Civil, que era muy buena persona el hombre, salió con buenos modales para decirles a los que iban en la cabeza que aquella manifestación era ilegal... En la puerta de Frasquito Priego les dijo que no tenían permiso –entonces se hablaba de la disolución de la Guardia civil y expulsión del territorio español-. Entonces Canales, que vivía en frente del horno de Lorenzo, se avalanzó sobre el sargento para desarmarlo y un guardia le disparó y al sargento también le volaron las quijadas de un tiro. A raíz de este incidente fueron detenidos más de 50 mencianos y entró de alcalde Don Paco el médico que era del partido Radical.

En aquella época había muchos mítines... Hubo uno que se hizo en casa de Fernandito Contreras, que amasó muchos dineros, pero al morir su mujer, las cosas se vinieron abajo, como ahora ha pasado con el imperio de Rusia. Se quedó sin yesca y como había sido oficial en el Ejército, lo colocaron como oficial en el Ayuntamiento con cerca de 50 años. Y vino Manuel Roldán – que ocuparía un cargo de responsabilidad en el Partido Comunista de España- a dar un mitin y como los ricos eran los dueños de los locales y no querían ceder ninguno, el mitin se celebró en casa de Fernandito -después se lo llevaron de “paseo” con el secretario del Ayuntamiento, que era más de derechas el hombre-. Y allí en la casa de Fernandito, mientras que se celebraba el mitin, alguien llevó unos gatos que maullaban cada vez más. Hasta que Manuel Roldán se para en su discurso y dijo que aquel que había traído los gatos bien podía preocuparse de lo que estaba haciendo su mujer a aquellas horas.

Es verdad, aquí había un núcleo obrero muy fuerte y bien organizado. Yo no sabía lo que era un mitin y allí en el Corralón del Paseo habló José Diaz –después vendría más veces-, Manuel Roldán Jiménez y Miguel Adame. Y también vino otro que fue diputado y que lo mataron. Se llamaba Bautista Garcés. Después vendría más gente al Centro que estaba en la callejuela de Santa María –se refiere al local del Centro Obrero de Oficios varios y con la proclamación de la República a esa calle se le llamaría calle de la Libertad-. Había mucha miseria y en la primera propaganda se oía: “los muchachos en Rusia no trabajan hasta que no tienen 14 años y los obreros van al trabajo con un fusil por si viene el enemigo” . Se leía mucho el “Mundo Obrero” y cualquiera lo tenía. También un libro de aquella época se llamaba “La educación sexual” y otro “La religión al alcance de todos”. Mi madrastra, la pobre, enseguida los quemó.

Mi padre vino al pueblo aquella mañana, la del 14 de septiembre de 1932 en la que quemaron la Iglesia, y ya se sabía, por lo menos eso decía la gente, quién había sido. Lo habían dicho ellos mismos y la policía no los descubrió. Llegaron dos policías secretas en el mixto y en el Puente se hicieron los despistados tratando de sacarle algo a los que estaban allí. Dijeron que eran viajantes e incluso les regalaron caramelos a los mencianos que hablaron con ellos. Fue una pena que quemaran la Iglesia. Era hermosísima. Yo estaba en el campo limpiando las zanjas y cuando volvimos al pueblo dijo mi padre: “Allí están haciendo picón”. Y cuando llegamos a la carretera uno que se llamaba Tomás el de la Serena dijo: “La Iglesia está ardiendo. Yo me voy a las Cumbres que esto se va a poner mal. Va a haber presos”. Y es verdad, pues ten en cuenta que en la República fue cuando más jornaleros metieron presos. Era una iglesia tan hermosa. Frasquita estaba pariendo cuando quemaron la Iglesia.

La guerra

Después de los hechos de 1931 no hubo incidentes en Doña Mencía, ¿pero cómo iba a haberlos? Había tres cuarteles de la Guardia Civil: uno en la calle Arriba, otro aquí en donde hacen jeringos y el de siempre. A algunas les vino bien porque encontraron marido. Después de producirse el golpe de Franco Doña Mencía estuvo en manos de los obreros unos 15 días. Desde luego si hubieran tomado las medidas rápidamente en todos lados, no hubiera triunfado el Movimiento tan fácilmente. Aquí el sargento de la Guardia Civil detuvo a algunos dirigentes comunistas, eso lo vi yo. Después los soltó y la Guardia Civil se fue a Cabra. El pueblo pasó a manos de los obreros y encerraron a los de derechas en el Sindicato pero fueron muy bien tratados. Algunos jóvenes dijeron que les iban a meter fuego, pero Manuel Moreno les frenó, aunque dijo que sabía que los de derechas tenían lágrimas de cocodrilo. Cuando llegaron los moros a Baena los obreros de Doña Mencía se fueron. Es verdad que el pueblo tuvo suerte, porque los moros que entraron por Fernán Núñez y Nueva Carteya iban arrasando por donde pasaban. Era la forma de imponer el terror. Pero todo esto se produjo por la falta de cultura y también la represión que hubo después se produjo por las órdenes que venían de Córdoba, pero de esta historia es mejor no hablar.

Y hablaba y hablaba sin parar, y yo lo escuchaba con atención y Antonio me hablaba de su jueventud y de Doña Mencía. ¡Cuántas cosas sabía del pueblo y de nuestra gente! ¡Cuántas cosas hemos perdido con é!

Nota: Gracias a su familia por las fotos cedidas del álbum familiar.


Antonio Gómez Pérez

lunes, 5 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (VI)

1932, el año del incendio de la iglesia dominicana

1932 no fue un año tranquilo. Los ánimos seguían encrespados tras la destitución del Ayuntamiento elegido democráticamente y, como medida de precaución, se acordó no celebrar ningún acto para conmemorar el segundo aniversario de la República, “fundándose en el estado de opinión bastante encendido entre el elemento obrero”. La fiebre anticlerical también llegó a Doña Mencía y 1932 pasará a la historia de nuestro pueblo como el año en que fue quemada la iglesia dominicana. Otra vez Doña Mencía era noticia en la prensa nacional y provincial y, de nuevo, las derechas utilizarían este desgraciado suceso como arma arrojadiza contra la naciente República. Si a raíz de los sucesos del 6 de septiembre de 1931 se habló de las mujeres comunistas mencianas como defensoras del amor libre, ahora también la prensa arremeterá contra los obreros comunistas de Doña Mencía “1500 hombres y muchas mujeres y niños, todos exaltados en grado máximo y pertenecientes a la Internacional Roja de Sevilla” (Diario de Córdoba, 17 de septiembre de 1932). La prensa también destacó el pánico que se produjo en el pueblo al escaparse las reses que había preparadas para la corrida de novillos que iba a celebrarse con motivo de la fiesta de Jesús. Y también se hizo eco del trabajo de la “Benemérita que, auxiliada por el vecindario, laboró en los trabajos de extinción, hasta la llegada de los bomberos… que no llegaron hasta las 11 horas porque alguien les equivocó el camino y fueron a parar a Lucena”.

Nota: Recientemente en el flickr de un amigo de Doña Mencía se pude ver una foto inédita de la iglesia una vez apagado el fuego del incendio y en la que se ve a un grupo de guardias civiles sobre los escombros de la misma. La foto ha sido cedida por Paco Ortiz. Gracias a los dos por hacer posible que todos conozcamos los ricos fondos fotográficos de nuestro pueblo.


Vista nocturna. Dedicado a Raquel

Y ahora una vista nocturna. Está tomada en la noche del sábado 3 de noviembre de 2007 en un tranquilo paseo con Raquel -otra madrileña enamorada de Doña Mencía- que, a pesar de visitar con frecuencia nuestro pueblo nunca había subido al Calvario. Le gustó mucho. A nosotros nos pasa lo que que a mucha gente, que tienen que venir desde fuera para valorar adecuadamente lo que tenemos tan cerca. No le pongáis muchos defectos a la foto que es cosa de un aficionado. Espero que os guste.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La II República en Doña Mencía (V)

Los sucesos del 6 de septiembre de 1931.
No está claro todavía lo que realmente ocurrió en Doña Mencía aquel 6 de septiembre de 1931. El ABC, en su edición del 8 de septiembre, indicaba que “a primera hora de la mañana una manifestación comunista se dirigió al cuartel de la Guardia Civil con intenciones de asaltarlo”. Los testimonios orales no concuerdan con lo que publicó la mayor parte de los periódicos sobre este hecho. A raíz de estos sucesos fue destituido el Ayuntamiento democrático siendo designada una Comisión Gestora con Francisco Ortiz Gan como nuevo alcalde. Al parecer, el enfrentamiento se produjo en la Cañá las Perchas, en la callejuela que va de la Plazuela a la Plaza del Pradillo muy cerca del Ayuntamiento. De la refriega salieron heridos el sargento de la Guardia Civil, Gabriel Borja Mesa, uno de los manifestantes, Juan Manuel Canales Gómez, otro Guardia Civil y dos personas más, entre ellas Francisca Baena Arévalo. Más de medio centenar de personas fueron detenidas en Doña Mencía, según el Diario de Córdoba, para ser trasladadas a la capital. “De ellas 27 han sido puestas a disposición militar y los restantes, entre los que figuran siete mujeres, a la del gobernador civil de la provincia”. Así narró lo sucedido Juan Manuel Canales desde su habitación del Hospital de Agudos (actual Fac. de Filosofía y Letras de Córdoba): “A las 10 de la mañana se organizó una manifestación de obreros para pedir trabajo. Al encuentro de los manifestantes salió un sargento de la Guardia Civil que nos invitó a dispersarnos. Contestamos que no nos disolveríamos porque lo que pedíamos era trabajo. Se promovió un alboroto. Yo luché con el sargento cayendo los dos al suelo. Sonaron algunos tiros y el sargento recibió un balazo en la barba y yo fui herido por un guardia joven que me disparó estando en el suelo. Yo, desde luego, no disparé ni herí, por tanto, al sargento”.

jueves, 1 de noviembre de 2007

A nuestros amigos de Roma

A Giancarlo y a Paola van dedicadas estas líneas. A ellos y también a Francesca, Alexandro, Teresa, Sergi y Liliana (que te recuperes pronto), a Sante y Rita. Nos conocimos con motivo de un intercambio escolar hace ya algunos años y a pesar de la distancia, que ya no es tanta en este mundo global, algo nos une cada día más. Gracias Paola y Giancarlo. Las fotos que os mostramos –cuyo autor es Gian Carlo D´Angelis- fueron tomadas a fines de mayo.

Las primeras son de la Villa Adriana de Tívoli.

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Y las segundas, también en Tívoli, pero en la bellísima Villa D´Este.

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Gracias por el regalo, Giancarlo.